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Chapter 3 - Capítulo 3: El Peso del Fracaso

El sol apenas comenzaba a asomarse por el horizonte cuando Alumin llegó a Valemir, la ciudad de los aventureros. Era un lugar imponente, rodeado de altas murallas y lleno de vida, donde guerreros, magos y mercenarios caminaban con orgullo por sus calles adoquinadas. A su alrededor, la energía era palpable: un caos ordenado donde el destino de cada persona parecía decidirse en un instante.

Frente a él se erguía el Gran Coliseo, el lugar donde se celebraba la temida y reverenciada Prueba de Aventurero. El coliseo no solo era una estructura de piedra inmensa, sino un lugar sagrado donde los que aspiraban a ser algo más que simples mortales probaban su temple. Las inscripciones talladas en sus muros antiguos hablaban de leyendas de antaño, de aquellos que habían superado la prueba y aquellos que jamás volvieron a salir.

Alumin respiró hondo mientras miraba las puertas gigantescas del coliseo. Su corazón latía con fuerza, y aunque sabía que el camino sería arduo, no se imaginaba cuán brutal sería lo que estaba por venir.

—Esta es mi oportunidad —murmuró, apretando el bastón mágico que había traído consigo, su único objeto de valor.

Ingresó al coliseo, donde cientos de aspirantes esperaban su turno. La Prueba de Aventurero era notoria no solo por ser difícil, sino porque muchos la consideraban un reto casi imposible. Aquellos que la superaban eran recompensados con una licencia que les abría las puertas a todo tipo de recursos y conocimientos. Pero el fracaso no solo significaba deshonra, sino también heridas físicas y emocionales que, para algunos, jamás sanaban.

Cuando llamaron su nombre, el eco de la voz resonó en todo el coliseo. Alumin se adelantó, siendo escoltado hasta el centro de la arena. A su alrededor, los muros altísimos parecían cerrar el espacio, mientras los jueces, poderosos aventureros, observaban desde sus asientos elevados.

—La prueba consiste en tres partes —anunció uno de los jueces—: combate, resistencia y control mágico. Supera las tres, y recibirás la licencia de aventurero.

Alumin asintió. Se sentía preparado, o al menos eso creía. El combate comenzó rápidamente. Un guerrero veterano fue su oponente, armado con una espada y un escudo. Alumin levantó su bastón, dispuesto a usar la magia que había practicado durante años, pero en el momento crucial, su concentración falló. El hechizo que intentó conjurar se desvaneció en el aire como polvo, y antes de que pudiera reaccionar, el guerrero lo golpeó con el escudo, tirándolo al suelo.

El dolor explotó en su boca cuando sintió cómo sus dientes se quebraban bajo el impacto. La arena se manchó de sangre mientras intentaba levantarse, pero el golpe lo había dejado aturdido. Intentó una vez más conjurar una bola de fuego, pero de nuevo, el poder lo abandonó. Un segundo golpe lo envió a volar, esta vez contra el muro de la arena.

El murmullo del público se tornó en risas y burlas. Los jueces se miraron entre sí, decepcionados.

—No estás listo, muchacho —dijo el juez, con voz fría—. Fracasaste.

Las palabras golpearon más fuerte que los puñetazos. La vergüenza ardía en su pecho, y el dolor físico solo aumentaba esa humillación. A duras penas pudo ponerse en pie, escupiendo los restos de sus dientes, intentando no llorar frente a todos.

No había pasado ni siquiera la primera parte de la prueba. Su sueño de convertirse en aventurero se había desmoronado en cuestión de minutos. Lo sacaron de la arena, no como un héroe, sino como un fracaso. Las puertas del coliseo se cerraron tras él, y el eco de la multitud desapareció lentamente.

Dos años después…

Valemir se veía igual que siempre, pero para Alumin, el mundo había cambiado. Había pasado dos años lejos del coliseo, vagando de un pueblo a otro, sobreviviendo a duras penas, siempre con la humillación de su fracaso pesando sobre él. En ese tiempo, su rostro había cambiado: ahora llevaba una semimáscara de cuero que cubría su boca, oculta tras la sombra de una capucha oscura. Bajo la máscara, sus dientes nunca se recuperaron. Las cicatrices físicas de la prueba lo seguían cada día, pero las más profundas eran las emocionales.

La determinación en su corazón, sin embargo, había crecido más fuerte que nunca. Ya no era el muchacho ingenuo que había entrado al coliseo dos años atrás. Había aprendido de su fracaso, se había fortalecido en cuerpo y mente. Había entrenado con magos, guerreros y sabios en los rincones más oscuros y lejanos de Aelloria. El hambre de venganza hacia su propia debilidad lo consumía. Esta vez no dejaría que nadie se interpusiera en su camino.

Frente a las puertas del coliseo, una figura sombría aguardaba. Alumin observaba las murallas que una vez lo habían hecho temblar de miedo. Ahora solo sentía una fría resolución. Su mano derecha, temblorosa por el nerviosismo, acarició el bastón mágico que había pulido y fortalecido durante esos años de exilio.

—Esta vez… no fracasaré —murmuró.

El tiempo había llegado. La prueba de aventurero lo esperaba de nuevo, pero esta vez, no era el mismo niño temeroso que había entrado dos años atrás.