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Marvel:Un nuevo rostro en la ciudad que nunca duerme, ShadeTile.

jdejadenofficial
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Synopsis

Chapter 1 - MARVEL: Un nuevo rostro en la ciudad que nunca duerme, ShadeTile.

Tierra-2353

El Dr. Lucas Sterling se encontraba en su laboratorio oculto, una instalación rodeada por un denso bosque en una zona remota. Los relámpagos iluminaban brevemente la densa vegetación, mientras la lluvia golpeaba sin cesar sobre el techo del edificio. El laboratorio era un lugar de secretos, lleno de equipos avanzados y frascos que contenían sustancias de aspecto peligroso, resultado de años de investigación. Sterling, con ojeras marcadas por el cansancio, se inclinaba sobre una mesa repleta de documentos y muestras. En sus manos sostenía un frasco etiquetado con la palabra "S.H.A.D.E."

A pesar de la aparente seguridad de su ubicación, Sterling no podía sacudirse una sensación de inquietud. Sabía que su trabajo había atraído la atención de poderosos y peligrosos individuos. Otto Octavius, el genio científico que había proporcionado la tecnología avanzada necesaria para llevar a cabo sus experimentos, y Wilson Fisk, un temido y respetado capo del crimen que había financiado generosamente su proyecto, esperando obtener a cambio algo que le otorgara más poder y control.

Wilson Fisk era un hombre impaciente. Mientras Otto Octavius prefería observar y analizar los resultados del proyecto desde las sombras, Fisk no tenía la misma disposición para esperar. Quería resultados, y los quería ahora. Hacía poco, Fisk había tomado una decisión drástica: si el Dr. Sterling no le entregaba lo que quería, lo tomaría por la fuerza. Y así, sin que Sterling lo supiera, Fisk había enviado a un grupo de sus hombres a recuperar su inversión, sin importar el costo.

El Dr. Sterling, aún ajeno al peligro inminente, estudiaba los últimos resultados. "Esto podría cambiarlo todo", murmuró para sí mismo, mientras tomaba notas apresuradas. No podía permitirse perder el tiempo, no cuando estaba tan cerca de una revelación monumental. El futuro de su trabajo, y quizás de la humanidad, estaba en sus manos.

Fue entonces cuando un estruendo ensordecedor rompió la calma del laboratorio. El sonido de la puerta de entrada siendo derribada resonó por todo el lugar, seguido del eco de pasos apresurados. Sterling levantó la cabeza bruscamente, su corazón latiendo con fuerza. El pánico se apoderó de él al comprender que su laboratorio había sido descubierto.

En cuestión de segundos, los hombres de Fisk irrumpieron en la sala principal del laboratorio. Equipados con herramientas brutales y dispuestos a cumplir con sus órdenes, comenzaron a destruir y saquear todo a su paso. Sterling, presa del pánico, dejó caer el frasco que tenía en la mano, que rodó por la mesa hasta caer al suelo sin romperse, y corrió hacia la sala de seguridad, donde intentó realizar una llamada de emergencia. Sabía que Fisk estaba detrás de esto, lo que lo llenaba de una desesperación creciente. El Dr. Sterling había tenido el ingenio de instalar un sistema de comunicación de emergencia que funcionaba incluso sin energía eléctrica completa. Esta tecnología estaba diseñada para enviar señales de emergencia a través de redes de comunicación de respaldo, permitiendo al Dr. Sterling contactar a las autoridades en caso de una situación crítica. A pesar de la falta de señal en el área, el sistema de emergencia logró transmitir la llamada, aunque para su mala fortuna solo pudo emitir un jadeo antes de que la puerta de seguridad fuera forzada. Los hombres de Fisk lo encontraron e interceptaron antes de que pudiera decir una sola palabra.

El Dr. Sterling fue sacado a la fuerza de la sala y, sin piedad, asesinado por los hombres de Fisk. Su cuerpo quedó tendido en el suelo, mientras el caos continuaba a su alrededor. Los criminales, conscientes de que la llamada de Sterling podría ser rastreada en cualquier momento, comenzaron a saquear todo lo que pudieron del laboratorio, reduciéndolo a un estado lamentable. Sin embargo, uno de los ladrones, movido por la codicia, decidió quedarse un poco más. A pesar del peligro inminente, su ambición lo llevó a buscar algo más que pudiera aumentar su recompensa.

Este ladrón, ahora solo, se movió frenéticamente entre los escombros del laboratorio. Mientras rebuscaba, golpeó accidentalmente su arma contra una máquina. Sin darse cuenta, el arma cayó al suelo y quedó oculta entre los restos de equipo y documentos esparcidos. Continuó buscando, ajeno a que se había quedado sin su única protección.

Ethan Blackwood no pertenecía a ese mundo de ciencia y crimen. Había crecido en una ciudad peligrosa en Sudamérica, un lugar donde el peligro acechaba en cada esquina y la violencia era una constante. Los recuerdos de su infancia eran vagos y fragmentados, limitados por la realidad de una vida controlada por el miedo. Lo que más lo inquietaba no era haber dejado su hogar, sino la incertidumbre sobre el destino de su familia, que aún estaba atrapada en ese lugar.

Sus padres, haciendo enormes sacrificios, lograron sacarlo del país. Buscaron para él una vida mejor en Estados Unidos, donde la seguridad y las oportunidades fueran algo más que un sueño lejano. Sin embargo, a pesar de estar lejos del peligro físico, Ethan nunca pudo escapar del peso de sus preocupaciones.

Un día, durante una excursión escolar en una remota zona forestal, la tormenta estalló repentinamente. Los truenos retumbaban en el cielo, y la lluvia caía con tal intensidad que parecía como si el bosque estuviera siendo arrasado. El grupo de estudiantes, dirigidos por un profesor, había salido a explorar la naturaleza, a conocer la flora y fauna de un entorno totalmente diferente al que Ethan estaba acostumbrado. Aunque al principio disfrutaba de la experiencia, su mente pronto volvió a vagar, preocupada por los recuerdos de su hogar y su familia.

La caminata había sido larga y agotadora, y cuando la tormenta golpeó, el grupo se vio obligado a apresurarse. En medio del pánico por la creciente tormenta, Ethan se retrasó al detenerse a ayudar a un compañero que había tropezado y caído en el barro, sin pensarlo dos veces rápidamente corrió en su ayuda. Pero al levantarse ambos y mirar a su alrededor, se dieron cuenta de que el grupo ya había avanzado considerablemente. Las sombras de los árboles, que parecían volverse más densas con cada segundo, y el sonido ensordecedor de la lluvia golpeando las hojas y el suelo, hicieron que tanto Ethan como su compañero se sintieran cada vez más desorientados.

En ese momento, su compañero, en una notoria desesperación, se echó a correr hacia la dirección que creía que se había dirigido el resto del grupo.

Ethan, dudando de su orientación, le hizo detenerse pensando si aquel era el camino correcto. Ese breve momento fue suficiente para que Ethan notara que se había quedado completamente solo.

Sin decir una sola palabra, en su rostro se notaba un agobio sin igual. Intentó visualizar huellas en el fango para seguir el más mínimo rastro. Pero ya era tarde, la lluvia se encargó de borrar cada pequeña marca del suelo y su limitada visión debido a esta misma hizo que le fuese imposible ubicarse.

Ethan gritó: ¡Esperen!

Intentó correr para alcanzar a sus compañeros, pero la lluvia torrencial y el terreno traicionero lo hacían tropezar una y otra vez. Pronto, la sensación de pánico comenzó a crecer en su pecho, y cada vez que llamaba, su voz se perdía en el rugido de la tormenta. El miedo a estar solo en un lugar desconocido lo invadió, y en un intento desesperado por encontrar el camino de regreso, se adentró aún más en el bosque, sin saber que se alejaba más de la ruta original.

Ethan (piensa mientras continúa corriendo): Esto no me puede estar pasando, ¿por qué siempre tengo que ser tan estúpido?

Ethan se detiene en seco, mientras las gotas de lluvia caen sobre él como agujas heladas.

Ethan (pensando): ¿Es..., esta es siquiera la dirección correcta?

La desesperación comenzó a apoderarse de él cuando se dio cuenta de que había perdido el rumbo por completo. La lluvia lo empapaba, y el frío comenzó a calar en sus huesos. No podía ver más allá de unos metros delante de él, y el bosque parecía un laberinto interminable de árboles retorcidos y raíces traicioneras. Cada sombra que veía, cada ruido que escuchaba, parecía una amenaza en la penumbra de la tormenta. El temor a lo desconocido lo invadió, y la soledad del lugar le recordó la vulnerabilidad que había sentido tantas veces en su vida anterior.

Sus botas se volvían cada vez más pesadas debido al fango que se aferraba a ellas. Cada paso estaba lleno de una abrumadora desesperación.

Ethan cayó contra el suelo, tropezó con una de las raíces expuestas de un árbol y se arrodilló por un momento para limpiarse el rostro con ayuda de la lluvia.

Ethan (en voz alta, con una voz notoriamente quebradiza): Mis padres dieron todo por darme a mí la oportunidad de una vida mejor, una que ellos nunca pudieron tener. ¿Y qué hago yo para agradecérselos? ¿¡Perderme en un puto bosque!?

Genial, una vez más lo has estropeado, puede que incluso sea la última vez si no logro salir de esta. Papá y mamá harían lo que fuera necesario para sacarme de aquí. Sin embargo, ahora estoy solo y tengo que arreglármelas.

Nuevamente se alzó, limpió un poco su ropa y continuó.

Ethan: Es por eso que no puedo detenerme.

Caminaba bajo la tormenta, perdido y agotado, tratando de encontrar algún rastro de refugio. La lluvia caía implacable sobre su cuerpo, y cada paso parecía más pesado que el anterior. De pronto, se detuvo frente a un árbol inmenso cuya corteza era casi negra bajo la luz tenue que se filtraba entre las nubes. Las ramas se extendían como brazos retorcidos hacia el cielo oscuro, y Ethan no pudo evitar sentir una extraña conexión con el árbol.

Le recordaba a su apellido, Blackwood. Mientras lo observaba, su mente fue arrastrada a un recuerdo lejano, un momento de su niñez, cuando le había preguntado a su padre por qué le habían dado ese nombre.

Era un día cualquiera, sentado con su padre en la pequeña sala de su hogar. Afuera, la ciudad era cada vez más peligrosa, y su padre tenía una mirada seria, una que Ethan había aprendido a asociar con las preocupaciones del mundo exterior. Con curiosidad, le había preguntado:

—Papá, ¿por qué me llamaron Ethan? ¿Por qué tengo ese nombre?

Su padre lo miró en silencio durante unos segundos, luego le sonrió con calidez, aunque en sus ojos había una mezcla de tristeza y esperanza.

—Te llamamos Ethan porque significa firmeza —le explicó, colocándole una mano en el hombro—. Queremos que seas fuerte, hijo. Que seas constante, que mantengas tu rumbo, no importa cuán duras se pongan las cosas.

Ethan lo observaba, intentando entender el peso de esas palabras. Entonces, le surgió otra duda:

—¿Y por qué Blackwood? —preguntó, consciente de que su apellido no era común, ni de raíces locales.

Su padre se quedó en silencio por un momento, luego suspiró.

—No es un apellido que hayamos heredado, Ethan —respondió su padre—. Cuando las cosas comenzaron a ponerse difíciles, tu madre y yo decidimos que queríamos que tu nombre tuviera un significado especial. Blackwood, elegimos este apellido porque está inspirado en la resistencia y durabilidad de ciertas maderas. El término Blackwood hace referencia a maderas oscuras, como el ébano, que son altamente valoradas en todo el mundo. Aunque el ébano es conocido por su color oscuro, es la densidad y fortaleza de esta madera lo que realmente destaca. Es resistente, duradera y no se desgasta con facilidad.

Su padre continuó:

—Las maderas como el ébano son extremadamente resistentes a la rotura y a los daños, incluso bajo condiciones difíciles. Se utilizan en la fabricación de muebles finos y en instrumentos musicales porque su calidad y fortaleza permanecen a lo largo del tiempo. Queríamos que tu apellido reflejara esas mismas cualidades. Queríamos que tu nombre te inspirara a ser fuerte y resistente.

El padre de Ethan miró al horizonte con una mezcla de determinación y cariño mientras decía:

—Nunca olvides lo que significa tu nombre. Ethan Blackwood es un recordatorio de que, al igual que la madera resistente, debes mantenerte firme y fuerte, sin importar las adversidades que enfrentes. Tienes la fortaleza para superar cualquier obstáculo y salir adelante.

Ethan recordaba cómo su padre le había mirado con firmeza, y había añadido con una sonrisa orgullosa:

—Tú eres Ethan, Ethan Blackwood. Y aunque las cosas empeoren, nunca olvides quién eres ni de dónde vienes. Porque tú eres nuestra esperanza de algo mejor. Eres nuestra resistencia.

Ese recuerdo ahora le llenaba de fuerzas mientras permanecía solo, perdido bajo la tormenta. Observando el árbol, su mente volvió al presente. La "madera negra" que se alzaba ante él era un reflejo de lo que su padre siempre había querido que fuera. Reflejaba la fortaleza que su padre deseaba que él poseyera. La madera negra del árbol se convertía en un símbolo de su resistencia y capacidad para enfrentar cualquier desafío que la vida le presentara. Un recordatorio de que debía mantenerse firme y fuerte, sin importar las dificultades que se interpusieran en su camino.

Ahora, de pie frente al árbol de corteza oscura, con la tormenta rugiendo a su alrededor, Ethan sintió que esas palabras cobraban un nuevo significado. Era un símbolo de su fortaleza interior, algo que tendría que canalizar para enfrentar los desafíos que estaban por venir.

Fue entonces cuando, a través de la cortina de lluvia, vio una estructura oscura que se alzaba entre los árboles. Sin pensarlo dos veces, se dirigió hacia ella, con la esperanza de encontrar refugio. A medida que se acercaba, la silueta del edificio se hizo más clara, y la puerta entreabierta le pareció una invitación en medio de la desesperación.

Sin saber lo que le esperaba adentro, Ethan entró en el laboratorio.

Lo que encontró fue un escenario de pesadilla. El lugar estaba destrozado, con documentos y frascos rotos esparcidos por el suelo. La oscuridad envolvía cada rincón del espacio, como si una sombra eterna se hubiera asentado sobre él. Las luces, que en otro momento habrían iluminado el área con claridad, ahora parpadeaban débilmente y a intervalos esporádicos. Solo esos titileos breves y poco frecuentes ofrecían destellos momentáneos de visibilidad en medio del terror.

Para poder explorar el laberinto de escombros y restos, Ethan encendió la linterna de su celular, que ofrecía una pequeña pero vital fuente de luz en medio de la oscuridad casi total. La luz de su dispositivo iluminaba los rincones más cercanos, proyectando sombras largas y distorsionadas en las paredes desmoronadas. El ambiente estaba cargado de un silencio ominoso, interrumpido solo por el ocasional crujido de los equipos dañados y el eco de las gotas de lluvia que golpeaban las ventanas rotas. Al avanzar más, tropezó con algo y, al mirar hacia abajo, vio el cuerpo sin vida del Dr. Sterling. El horror lo invadió, pero antes de que pudiera reaccionar, escuchó un ruido cerca.

El ladrón, aún buscando frenéticamente, escuchó los pasos de Ethan acercándose. Se alarmó, e instintivamente intentó sacar su arma para deshacerse del intruso. Fue entonces cuando se dio cuenta de que su arma no estaba. Presa del pánico, buscó desesperadamente a su alrededor algo con lo que defenderse y evitar ser reconocido. Las luces parpadearon una última vez, y al no encontrar nada más, agarró un frasco etiquetado con la palabra "S.H.A.D.E." y, en un acto de desesperación, lo lanzó directamente a la cara de Ethan.

El frasco se rompió al impactar, y su contenido, una sustancia química desconocida, se derramó sobre la piel de Ethan. El líquido comenzó a quemar su rostro, provocando un dolor indescriptible que lo llevó a gritar en agonía. Su visión se desvaneció, y el mundo a su alrededor se volvió un caos de oscuridad y dolor. Las quemaduras desfiguraron su rostro en cuestión de segundos, antes de que finalmente sucumbiera al dolor y cayera inconsciente.

Cuando Ethan cayó al suelo, su cuerpo se desplomó entre los escombros del laboratorio. El dolor en su rostro era insoportable, y la oscuridad pronto lo envolvió. El ladrón, horrorizado por lo que acababa de hacer y consciente de que la policía podría llegar en cualquier momento, huyó del lugar sin mirar atrás.

Poco después, la policía llegó al laboratorio, alertada por la llamada incompleta de Sterling. Al entrar, se encontraron con una escena devastadora. El cuerpo sin vida del Dr. Sterling yacía en el suelo, y el lugar estaba destrozado. Entre los escombros y el desorden, un cuerpo inconsciente llamó la atención de los oficiales.

—¡Miren eso! —exclamó un oficial, señalando a Ethan.

Los oficiales se acercaron rápidamente a Ethan, quien estaba tendido en el suelo con su ropa quemada y manchada de sangre. Al examinarlo, notaron la gravedad de su estado: la ropa estaba hecha un desastre, pero sorprendentemente, no encontraron ninguna herida visible en su cuerpo.

—¿Qué demonios le pasó a este chico? —preguntó el oficial a otro de sus compañeros mientras lo subían a la camioneta de patrullas para llevarlo al hospital.

—No tiene signos evidentes de lesiones graves —respondió el oficial—. Pero su ropa está en un estado deplorable. Vamos a llevarlo al hospital para que puedan hacerle una revisión completa.

En el hospital, Ethan fue ingresado de emergencia. Los médicos lo examinaron exhaustivamente, pero no encontraron heridas ni quemaduras en su piel. A pesar de su ropa destrozada y las manchas de sangre, su cuerpo parecía intacto. La confusión se reflejaba en los rostros de los médicos mientras discutían el caso.

—El paciente parece estar relativamente bien, físicamente hablando —dijo el doctor principal mientras revisaba los resultados de los exámenes—. Probablemente se desmayó o tuvo una alucinación debido al estrés. Lo inexplicable es el estado de su ropa.

—Sí, es muy extraño —comentó una enfermera—. Tendremos que hacer unas últimas revisiones para estar seguros, pero parece que no hay lesiones internas ni quemaduras.

Ethan permaneció inconsciente durante varias horas. Finalmente, cuando despertó, se encontraba en una habitación de hospital, rodeado por el pitido constante de las máquinas y el murmullo de las voces lejanas. Sus ojos se abrieron lentamente; de forma inmediata tocó su rostro; él no notó nada diferente. No comprendía cómo había llegado allí, pero el recuerdo del laboratorio seguía en su mente, tanto que aún recordaba la sensación del ardor en su rostro.

Con gran esfuerzo, Ethan se incorporó en la cama. Miró a su alrededor, tratando de entender lo que había sucedido. Su confusión aumentó al pensar en el frasco y el líquido corrosivo que había sentido.

Ethan (pensando): ¿Acaso solo fue una alucinación?... De cualquier forma, me alegra que fuese así.

Ethan, intrigado por todo lo que había ocurrido, se dirigió fuera.

Los médicos le informaron que probablemente sería dado de alta pronto, a menos que se descubriera algo inesperado en las últimas pruebas.

Médico: Nos alegra ver que te encuentras bien —le dijo el médico—. Creemos que el desmayo podría haber sido causado por el estrés y el trauma. Aunque hay algo que nos intriga: es el estado en el que se encontraba tu ropa, estaba quemada y cubierta de sangre. Es extraño, pero no te preocupes. Lo importante es que te encuentres bien. Estaremos pendientes de tus últimos exámenes, pero parece que no hay motivo para alarmarse. De momento te sugiero esperar dentro de tu habitación; podrías tomar ese tiempo para pensar un poco y prepararte.

Ethan: ¿Por qué mi ropa estaba quemada y cubierta de sangre?

Médico: Sí, lo notamos. Eso es realmente raro. A pesar de tu estado físico, tu ropa muestra signos claros de daño y contaminación. No podemos explicar por qué. Lo importante es que no tienes lesiones visibles ni internas graves. Te daremos ropa limpia para que te cambies, y tus últimas pruebas saldrán en breve. Hasta entonces, te sugeriría que te tomes el tiempo para descansar y recuperarte.

Ethan: ¿No cree que esto podría tener algo que ver con lo que ocurrió?

Médico: No estoy seguro. Podría ser una reacción al estrés o algún tipo de accidente. La prioridad ahora es tu bienestar general. Vamos a seguir investigando, pero no hay motivo inmediato para preocuparse. Mientras tanto, cuídate y trata de mantenerte tranquilo.

Ethan estaba aliviado de no tener lesiones graves, pero aún estaba perturbado por los eventos y el estado de su ropa. Gracias a aquel comentario, supo que no se trataba de solo una alucinación; lo que él recordaba con tanto temor realmente ocurrió.

Ethan decidió regresar al laboratorio para buscar respuestas. Sabía que tenía que entender lo que había sucedido y cómo estaba relacionado con el frasco. Con la excusa de recuperar algo que se le había olvidado, pidió ayuda a un oficial de policía, quien accedió a acompañarlo al lugar para asegurarse de que todo estuviera bajo control.

Acompañado por un pequeño grupo de oficiales, Ethan regresó al laboratorio al amanecer. El lugar seguía en ruinas, pero con la ayuda de la policía, Ethan comenzó a revisar los escombros. Finalmente, encontró un pequeño objeto parcialmente cubierto por escombros y tierra: una etiqueta desgarrada que aún conservaba parte de la palabra "S.H.A.D.E."

La etiqueta había sobrevivido en parte gracias a una combinación de factores. El frasco en el que estaba colocada había absorbido gran parte del impacto del líquido corrosivo, protegiendo así la etiqueta. Además, la etiqueta estaba hecha de un material especial resistente al calor, lo que ayudó a que se mantuviera legible a pesar del daño. Aunque estaba quemada y rasgada, la palabra seguía siendo claramente visible.

Ethan recogió la etiqueta, notando que, a pesar del daño, la palabra aún era claramente visible.

Ethan (pensando): ¿S.H.A.D.E?..., ¿Qué significa esto?, ¿Es el acrónimo de algo?, Si es así, ¿De qué exactamente?

No comprendía completamente su significado, pero sentía que estaba conectado con su destino. La etiqueta tenía una resonancia que no podía ignorar, y estaba decidido a descubrir su propósito y el impacto del suero en su vida.

Con la etiqueta en la mano y una renovada determinación, Ethan sabía que tenía que desentrañar los secretos de "S.H.A.D.E." y lo que había alterado su vida de una manera que aún no comprendía completamente. Mientras miraba el laboratorio destruido al amanecer, una sensación de anticipación y misterio llenaba el aire; sabía que no sería la última vez que él estaría allí.