¿Alguna vez has sentido la adrenalina de tener a una mujer montada arriba de tus piernas? Sentir las veces que te avienta con deseo y excitación a la cama, se desnuda frente a tus ojos, mientras tus manos recorren su cintura tan delgada y exquisita, hasta llegar al límite de lo más profundo de la perversión sexual.
La autonombrada "odisea del sexo" es pequeña, apenas llega a los 160 cm de estatura, pero tiene unos ojos tan profundos que puedes reflejar la vida de desastre que se avecina si la traicionas, a su vez que derriten a cualquier hombre, rodeados por unas grandes pestañas que la hacen ver más infantil de lo normal. No tiene un gran cuerpo, aunque es demasiado delgada, como una modelo estándar posando frente al coliseo romano, una cintura que me hacía alucinar y que cualquiera estaría dispuesto a tener en sus dos manos como un trofeo. Esto último era precisamente el objetivo de la "odisea del sexo", sentirse la ganadora de la competencia de almas hambrientas por tener a una "muñequita" de su estilo.
Mi alma gris había sido la ganadora en aquella batalla de perdedores intrascendentes que luchaban por las caricias de la "odisea del sexo", de alguna u otra forma ella había puesto su mirada fijamente en mí, un hombre con carencias y sediento por un cariño que nunca había tenido. Tratando de ocultar mis maleficios me disfracé de aquel perro valiente que ella tanto deseaba, reluciendo mis mentiras cada vez que la "odisea del sexo" estuviera dispuesta a ser mía.
En las noches de cada viernes la "odisea del sexo" se vestía lo más provocativa que pudiese, trataba de no ponerse sostén por que le apretaba demasiado, simplemente usaba un pequeño "top" que hacía lucir su hermoso cuerpo, y finalizaba con un encaje que ocultaba bajo un pantaloncillo deportivo. Se daba un retoque en su rostro perfectamente simétrico y salía dispuesta a ser el centro de atención de cada fiesta que organizaba la gente blanca de la ciudad. Trataba de olvidar los problemas que le generaban sus padres tomando whisky, tequila o ron, a la vez que probaba los labios regordetes de su mejor amiga y de los hombres más poderosos del país. Se dirigía al centro de la pista, dispuesta a mover su cintura como si no hubiera un mañana, la movía de un lado a otro, robando miradas y llamando la atención de todo aquel prejuicioso loco por llevársela a la cama, a la vez que retumbaba la música populachera milenial de la actualidad. Ella no pensaba en otra cosa que no fuera lucirse frente a la centena de hombres y mujeres que llegaban al lugar, ser el objeto de deseo, generar aquella sensación de querer verla desnuda y recorrer cada centímetro de su piel hasta el amanecer.
Alrededor de las 6:00 de la mañana era cuando llegaba a casa, con un rostro pálido, devastado y corrido de rímel, que reflejaba lo agotador que había sido la noche anterior. Abría la puerta y yo la recibía con un enorme beso, en aquellos labios resecos y con un olor a toda clase de bebida alcohólica de gente adinerada, debo decir que aquel sabor tan peculiar de sus labios me llegaba hasta las entrañas. Cuando entraba a casa le quitaba sus tacones y la llevaba al sofá de cuero que había comprado meses anteriores en unas vacaciones en Sudáfrica, "la odisea del sexo" solo suspiraba y se recostaba en el, mientras la miraba con admiración disponía de hacerle un tierno masaje en sus pies tan similares a los de una pequeña niña de 4 años. Ella prendía la televisión, le encantaba ver las noticias, sobretodo si los hechos de aquel día sucedidos en nuestro país eran de carácter político o violento, cuando ocurría eso, solo me miraba a los ojos y me preguntaba;
- ¿Qué vas a hacer al respecto?-.
Sinceramente no tenía una respuesta concreta, solo seguía masajeando sus pies, hasta culminar con un enorme beso. Luego me recostaba con ella, enfundados en un tierno abrazo, donde cada uno podía sentir el calor del otro, aquellos tiernos momentos eran los únicos en dónde ella se olvidaba por completo de su papel de ninfómana desquiciada, recostaba su cabeza en mi pecho, mientras me decía lo mucho que me amaba. Precisamente esos eran los momentos exactos en los que los pensamientos intrusivos de mi cabeza salían a flote, de la nada mis manos levantaban su rostro, mientras mis labios empezaban a besar los suyos, nuestras lenguas empezaban a frotarse con demasiada rapidez, generando en nuestros cuerpos el calor necesario para ser uno del otro. Es aquí donde empezaba a sentir toda aquella adrenalina tan pura, excitante y divertida, la sensación de tocar su cuerpo sudoroso y caliente mientras observaba como se quitaba la ropa con deseo, al mismo tiempo que mis manos oprimían sus pechos con euforia. Podía sentir como su trasero se retorcía y se frotaba encima de mi pantalón vaquero que parecía estallar, ella se divertía, su sonrisa era maliciosa, estaba loca por querer tener dentro a un hombre tan poderoso socialmente hablando, pero que a la par era un completo villano. Aquella mujer tan hermosa se movía como una completa diosa, era un privilegio poder verla completamente desnuda frente a mis ojos que reflejaban el enorme amor que sentía por ella, me encantaba ver como se mordía los labios cada vez que yo entraba a lo más profundo de su cuerpo. En la sala de aquella casa tan vacía solo se escuchaba la televisión que producía los sonidos más violentos y repugnantes de la sociedad, a su vez que nuestros cuerpos desnudos producían las embestidas que dábamos con fuerza, y los gritos placenteros de la "odisea del sexo" que retumbaban en cada esquina de la casa. Hasta el día de hoy sigo recordando los momentos en los que me daba la espalda y ponía su trasero encima de mi, aquellas veces no podía ni mirarla, era algo abominable, mis manos eran las únicas que respondían tratando de clavarla a los más profundo de mi ser.
Al terminar, ambos quedábamos hechos pedazos, completamente desnudos y tirados bajo el sofá. Ese momento era mi favorito para empezar a filosofar sobre el rumbo que estaba tomando mi vida, la depresión y el maldito pretexto de que "la vida solo se vive una vez", estaban llenando mi cabeza de decisiones erróneas que afectarían a millones de personas, aunque la realidad era que esas personas me importaban en lo más mínimo, solo quería generar dinero bajo la comodidad de mi cama, siendo un completo holgazán.
La televisión empezaba a hablar de mí, lo que llamaba mi atención, cientos y cientos de imágenes mías y de mis allegados salían a cuadro, mientras que los reporteros, periodistas y conductores narraban lo que había hecho ese día, los viajes, las juntas, mis nuevas amistades, incluso me relacionaban con las malditas ratas y podredumbre del país que salían a flote cada día. Después salían los videos infiltrados de la "odisea del sexo" en sus fiestas privadas, besándose o siendo manoseada por políticos, actores y deportistas o despilfarrando mi dinero, ahogándose en alcohol y haciendo su teatro a las afueras de las discotecas, en dónde salía a relucir su instinto más racista y clasista. Sabía que ese era el momento idóneo para apagar la televisión y lamentar por todas mis malas decisiones de años atrás.
"La odisea del sexo" se despertaba, me miraba con una cara de satisfacción, mientras me acariciaba la espalda con cariño y me susurraba al oído;
-te amo tanto dudu, eres tan especial para mí. El hombre de mis sueños-.
La volteaba a ver, mirando unos ojos color miel tan tiernos e infantiles que me hacían olvidar todos los problemas que me generaba día tras día.
-¿Quieres ir de compras? Te puedo llevar a las mejores tiendas de la ciudad-.
Ante dicha invitación ella jamás se negaba, era su actividad favorita aparte del sexo, despilfarrar dinero, presumir ropa cara y sentirse la mujer más poderosa del país eran parte de su día a día.
Llegábamos de manera presuntuosa a las tiendas más caras y exclusivas de toda la ciudad, siempre llamábamos la atención de todo el lugar, a pesar de que aquellas tiendas estaban acostumbradas a lo más "fresa" y "mamón", siempre conseguíamos la forma de ser llamativos, ya sea por mi deportivo del año o por el séquito de guarda espaldas uniformados del ejército que nos seguían a todas partes. "La odisea del sexo" solo reía, mientras movía su cabello castaño con una gran seguridad de un lado a otro, deseosa por tirar millones de pesos en ropa de diseñadores extranjeros que solo venían a nuestro país a robar, poniendo a la venta ropa que no tenían nada en especial, solamente el precio en la etiqueta. No podía hacer nada ante el control mental que "la odisea del sexo" tenía sobre mí al momento de sacar mi cartera, igualmente no me importaba en lo más mínimo, gastar un millón de pesos en solamente un día se había convertido en algo rutinario e insignificante para mí. Aunque en el alma de aquel adolescente valiente que algún día fui, era algo sumamente doloroso, ¿En qué momento gastar grandes cantidades de dinero robado eran motivo de orgullo?, aquel adolescente hubiera aprovechado aquellas cantidades para realizar grandes cambios, transformar y lograr lo nunca antes visto, en que momento me transforme en lo que tanto deseé destruir. Ahora únicamente soy otro consumista más, alguien que le gusta acostarse con las mujeres más hermosas y caras de todo el país, ir a las fiestas más exclusivas, reunirme con la gente más importante de todo el mundo y mandar a callar a todo aquel que me repudie. Tal vez debería recordar lo que anteriormente paso en mi vida para llegar hasta este punto que hoy les escribo.