El jueves llegó con una mezcla de nervios y emoción. Valentina se preparó cuidadosamente para su cita con Mateo, eligiendo un vestido que resaltaba su personalidad, pero que también la hacía sentir cómoda. Se miró en el espejo, ajustando su cabello y repitiendo una y otra vez las palabras que iba a decirle.
Mientras tanto, Sofía y Lucía compartían su entusiasmo. "No puedo creer que ya tengas una cita. ¡Es como un sueño hecho realidad!", exclamó Sofía, mientras ayudaba a Valentina a elegir sus accesorios. "Recuerda, solo sé tú misma. Mateo parece encantador", añadió Lucía, tratando de infundirle confianza.
La tarde se convirtió en noche y Valentina se encontró en una elegante bodega, rodeada de luces tenues y mesas decoradas con esmero. Mateo la recibió con una sonrisa, y su corazón se aceleró. "¡Qué bien te ves!", le dijo, y Valentina sintió que sus nervios disminuían un poco.
La cata de vinos comenzó, y mientras probaban diferentes variedades, Valentina se dio cuenta de que Mateo no solo era atractivo, sino también inteligente y divertido. Compartieron risas sobre anécdotas de la escuela y su amor por la cocina. "¿Sabías que el vino tinto marida perfectamente con chocolate?", le explicó Mateo, mientras Valentina se maravillaba con la pasión que él tenía por la gastronomía.
A medida que avanzaba la noche, Valentina se sintió más relajada. Hablaban de sus sueños, sus familias y, por supuesto, de los postres. "Siempre he querido aprender a hacer macarons", confesó Mateo. "Tal vez puedas darme una clase en tu escuela", agregó con una sonrisa pícara.
La idea encantó a Valentina. "¡Sería divertido! Te prometo que te enseñaré todos mis trucos", respondió, sintiendo que la conexión entre ellos se fortalecía. Sin embargo, un pequeño nudo de inseguridad comenzó a formarse en su estómago. "¿Y si no le gusto realmente? ¿Solo está interesado en la cocina?", pensó para sí misma.
En la cocina de la escuela, Sofía y Lucía esperaban ansiosas el regreso de Valentina. "¿Crees que le habrá ido bien?", preguntó Sofía, mientras preparaban un nuevo postre. "Estoy segura de que sí. Mateo es un buen chico", respondió Lucía, aunque también sentía un poco de inquietud.
Cuando Valentina finalmente llegó, sus ojos brillaban de emoción. "¡Fue increíble! Hablamos de todo y me invitó a un festival de vinos el próximo fin de semana", dijo, y sus amigas no pudieron evitar gritar de alegría. "¡Eso es genial, Vali! ¡Tienes que contarme cada detalle!", dijo Sofía, mientras las tres se abrazaban.
Con el paso de los días, Valentina y Mateo comenzaron a conocerse mejor. Se enviaban mensajes sobre recetas y descubrimientos culinarios, y cada encuentro era una nueva aventura. Sin embargo, Valentina seguía lidiando con sus inseguridades. Cada vez que Mateo la elogiaba, una parte de ella se preguntaba si era sincero o si solo estaba siendo amable.
Un día, mientras hacían galletas en la cocina de la escuela, Valentina decidió abrirse. "Mateo, ¿te gustaría venir a una clase de pastelería que estamos organizando? Podría ser divertido", le propuso, esperando que eso le diera más seguridad en su relación. Mateo aceptó con entusiasmo, y su sonrisa hizo que Valentina se sintiera un poco más tranquila.
La clase de pastelería fue un éxito. Valentina dirigía a Mateo mientras horneaban galletas decoradas. La química entre ellos era palpable, y el ambiente estaba lleno de risas y complicidad. En un momento, mientras decoraban una galleta, Mateo se acercó un poco más y le dijo: "Me encanta pasar tiempo contigo. Eres más divertida de lo que imaginaba".
Valentina sintió que sus inseguridades comenzaban a desvanecerse. "¿De verdad?" preguntó, mirándolo a los ojos. Mateo asintió. "Sí, y creo que eres increíble. No solo por lo que haces, sino por quién eres", confesó. Las palabras de Mateo resonaron en su corazón y, por primera vez, Valentina sintió que su confianza estaba floreciendo.
Esa noche, mientras compartía la cena con sus amigas, Valentina se dio cuenta de que había dado un paso importante. La cocina, que había sido su refugio, se había convertido también en el lugar donde había encontrado no solo su pasión, sino también una conexión especial con Mateo. Las risas, los sabores y los susurros de la amistad la acompañaban, recordándole que, a veces, el camino hacia el amor comienza con la confianza en uno mismo.