En un mundo más allá del nuestro, donde las criaturas mágicas como duendes y hadas existen, se encuentra el pueblo de Baltraz, un pequeño poblado al oeste del "Gran Imperio de los Borgoñés". Un lugar formado principalmente por humildes granjeros y trabajadores rurales de nivel socioeconómico bajo. Hoy, el gobernador Dupré dará inicio al festival de la cosecha, un evento único donde los lugareños celebran y agradecen la tierra fértil que él "Gran Dios de la Vida" les ha dado. Las calles y callejones se llenan de alegría, los pequeños comerciantes establecen sus puestos de bienes y servicios, mientras que las familias de agricultores tienen la oportunidad de despejar su cansada mente y disfrutan de los placeres que el evento les puede ofrecer. El trabajo en las granjas es sustituido por un buen jarrón de cerveza y un plato de comida caliente típico de la región. Como todos los años el evento principal de la fiesta es la competencia de las "verduras y hortalizas mejor cultivadas", las cuales representan el favoritismo del "Gran Dios de la Vida" y es sinónimo de felicidad, y prosperidad para la familia ganadora. Todos los pobladores se reúnen en la plaza central, están esperando con ansias que el gobernador diga el nombre del granjero ganador.
- ¡señoras y señores del poblado de Baltraz! - grito el gobernador Dupré con entusiasmo ante los ojos de los lugareños que miraban encantados al respetable anciano de 78 años parado en el escenario- hoy nos hemos reunidos en este lugar para dar a conocer al ganador de nuestro sagrado concurso, aquel que ha sido bendecido por el Dios de la vida y que nos deleita el día de hoy con su vasta cosecha. Sean testigos de aquel que es amado por los cielos, el granjero..., ¡Filish! - añade eufórico, mientras que los aldeanos aplauden alegremente a un hombre que sube al escenario donde el gobernador lo espera con un listón que tiene escrito el número 1 con letras doradas.
- ¡Muchas gracias por este premio! -grita el hombre sonriente, mientras mese sus manos en el aire en señal de alegría, para luego acercarse al señor Dupré quien lo espera sonriente para entregarle su trofeo
- felicidades señor Filish, este año sus cultivos han sido esplendidos, se venderán muy bien en la capital- indicaba el señor Dupré colocando en las manos del Señor Filish el listón, junto con una bolsa de dinero con 24 monedas de plata grandes
- muchas gracias, señor, agradezco sinceramente sus palabras, este dinero le servirá mucho a mi familia y granja- respondió el granjero sonriente al observar el fruto de su trabajo - ¡Gracias a todos por este reconocimiento! – Grito eufórico al público presente, levantando con orgullo su bien merecido trofeo.
- Oye mamá ¿Porque este evento es tan importante? - preguntaba una niña que presenciaba todo junto a su madre
- ¿acaso no lo sabes? Te lo dije el año pasado- respondía la mujer sonriendo gentilmente.
- lo sé, pero me gusta escuchar la historia del Dios de la Vida. ¡Vamos no seas mala, cuéntamela! - respondía la niña alegremente mientras jugaba con el cabello de su madre
- vale, pero no me despeines, me ha costado mucho peinarme para este festival- respondía la mujer mientras apartaba gentilmente las manos de su hija de su cabeza- déjame ver si la recuerdo...- dijo mientras se arreglaba su cabellera arruinada - "Todo comenzó hace más o menos 150 años, cuando nuestros antepasados colonizaron por primera vez estas tierras. En aquel tiempo nuestro pueblo no tenía un lugar fijo en el cual vivir y debíamos escapar día y noche de las criaturas mágicas que aterrorizaban a los humanos. Seres malignos y siniestros que se alimentaban de las personas como si fueran ganado, eran tiempos oscuros y nuestro pueblo estaba a punto de ser aniquilado. Los pocos seres humanos que seguían con vida corrieron hacia las montañas con la esperanza de poder refugiarse de aquellas bestias sin corazón- relataba la madre, mientras miraba los ojos asustado de su hija
- ¿y entonces que sucedió...? - preguntaba la pequeña temerosa
- cuando todo parecía perdido y nuestros antepasados estaban resignados a morir, un ser de increíble poder y bondad vino en nuestro socorro. Libero a los humanos del terror que los perseguía y les brindo un lugar seguro donde vivir; un pequeño valle donde los humanos construyeron sus hogares y tuvieron descendientes, un lugar al cual llamaron "el pueblo de Baltraz"- añadía la mujer
- ¡nuestro poblado! - exclamaba la niña entusiasmada
- precisamente, eres una chica muy inteligente- respondía la mujer sonriente, para luego besar con gentileza la frente de su hija
- oye mamá ¿Y cómo era aquel ser? - preguntaba la niña entusiasmada
- nadie lo sabe- respondía la mujer riendo mientras miraba hacia la montaña más alta - pero según la leyenda, se trata de un ser bello y maravilloso que cuida de los seres humanos, y que protege a los niños de buen corazón, como tú- indicaba mientras tocaba la nariz de su pequeña- es por eso que todos los años celebramos un gran festival en su honor, para demostrarle de esa manera a aquel gran ser, que todavía agradecemos su protección - añadía
- seguramente se trata de un ser maravilloso- respondía sonriente la niña mientras miraba el escenario donde el Señor Dupré y el campeón del evento el señor Filish sonreían gratamente.
- ¡bueno señoras y señores aquí presentes!- gritaba el gobernador riendo- ahora que el campeón ha sido elegido, llego el momento de festejar y comer la deliciosa comida que tenemos preparada para la ocasión, no dejen que los llenen con la típica comida que preparamos durante todo el año, ¡¡el día de hoy es para beber y comer las exquisitez únicas del festival de la cosecha!! - gritaba alegre mientras daba indicaciones para que los músicos allí presentes tocaran alegres melodías para la población. Como era costumbre, las doncellas de la escuela de danza, alegraban el ambiente con cada pasó que daban, al ritmo de cada movimiento de muñeca del trompetista, del flautista y del infaltable chico del tambor, los guardias del poblado miraban embelesados a las damiselas danzarinas quienes solamente reían con cada palabra de alabanza que estos hombres les arrojaban
- este año ha sido una gran fiesta- decía uno de los hombres de armadura a otro, mientras sostenía un tarro de cerveza recién servido en su mano
- tienes razón, el gobernador no ha escatimado en gastos, me atrevería a decir que incluso ha invertido más dinero que el año pasado- respondió el otro guardia, un hombre de consistencia corpulenta que devoraba con entusiasmo una brocheta de carne de cordero condimentada con especias regionales- la comida de este año es deliciosa-añadía
- por lo menos podrías comer tranquilamente- respondía el caballero del jarro al ver a su compañero comer igual que una especie de cerdo, o peor
- prefiero comer feliz que ser un flacucho como tú- respondía el hombre gordo arrancando de un solo mordisco un trozo de carne de contundente tamaño- además, la comida de este festival es la mejor del mundo ¡no me la perdería por nada! - indicaba
- dices lo mismo todos los años, pero solo compras brochetas en cada oportunidad- contestaba el hombre flaco lamentándose mientras dejaba su tarro de cerveza encima de una mesa, que se tambaleaba- ya no hacen buenos muebles hoy en día- añadía el hombre al verla
- el carpintero del pueblo está enfermo, todos los muebles fueron traídos desde la capital- respondía el gordo, arrancando con su molar, el último rastro de carne que quedaba- es curioso que, siendo un pueblo tan pequeño e insignificante, tengamos tan hábiles artesanos- añadía
- Shhh..., no digas eso, si el Gobernador Dupré se entera que llamaste insignificante a este lugar, sin lugar a duda te despedirá- advirtió el flaco poniéndose descuidadamente de pie, botando con su movimiento el jarro con cerveza que antes había dejado en la mesa- ¡santo cielos que desperdicio! - exclamó al ver lo que su torpeza había provocado
- eso te pasa por idiota ¿a quién se le ocurre dejar un vaso de cerveza en una mesa coja? - indico el gordo al verlo lamentarse
- con lo suave y espumosa que estaba- respondía el hombre flaco entristecido - es una lástima- volvía a decir
- no te lamentes tanto, de por si no tendrías que estar bebiendo durante tu servicio como guardia, si el señor Dupré te viera ingiriendo cerveza te daría de baja inmediatamente - indico el gordo quien sin preocupación alguna lanzo el palo de su brocheta a un basurero cercano- será mejor que volvamos a trabajar - añadió
- durante todos los años que llevo sirviendo en este lugar, nunca he visto que suceda algún desastre durante el festival- respondía el hombre flaco siguiéndolo- ¿qué tiene de malo que disfrute de una cerveza durante esta festividad tan tranquila? - pregunto
-no seas tonto, uno nunca sabe lo que podría suceder en esta clase de lugar - respondió el gordo, quien pese a su apariencia se tomaba muy en serio su trabajo
- me gustaría ver que algo sucediera en esta festividad, no importa lo que sea ladrones o pleitos entre aldeanos, estoy preparado para enfrentar cualquier problema- respondía el flaco riendo burlonamente ante las palabras de su camarada, quien fingía no prestarle atención- vamos tío no te enojes, solamente estoy bromeando, sabes perfectamente que en este lugar nunca ha sucedido nada grave, es por eso precisamente que me metí a trabajar en este empleo- añadió
- ¡silencio! - respondió el hombre gordo deteniéndose de improvisó
- ¿eh...? ¿qué sucede te has enojado? ya he perdido disculpas- respondió el flaco preocupado ante tan repentina reacción
- ¡te he dicho que te calles, no digas nada! - respondió el gordo serio
- ¿qué me calle...? oye, no olvides que soy tu superior, acaso has olvidado quien tiene el grado más alto-índico molesto
- ¿acaso no los oyes? -pregunto repentinamente el guardia gordo mirando los ojos de su compañero- están gritando, los aldeanos están pidiendo ayuda desesperadamente- indico
- gritando...- repetía el guardia flaco mientras trataba de encontrar los gritos- ¡¡es verdad!!- exclamó en el instante en el cual pudo escucharlos
- parece ser que vino desde la avenida principal - respondió el hombre gordo mirando hacia el cielo el cual brillaba con un resplandor rojizo
- tal vez se trate de un incendio- exclamó el guardia flaco
- ¡tenemos que ir a ayudar! - respondió el hombre gordo quien sin pensárselo dos veces corrió en dirección de los gritos, seguido por el guardia flaco quien parecía sorprendido ante lo que sucedía.
En el centro del pueblo de Baltraz los lugareños están aterrados, un gran incendio está consumiendo completamente una de las moradas de la calle principal, el gobernador Dupré intenta desesperadamente calmar a la muchedumbre. Los guardias cercanos al lugar poco a poco se van reuniendo, alejando al público del peligro de las llamas. Una madre grita desconsolada, su hija ha quedado atrapada dentro del edificio e intenta salvarla, pero es inútil, los guardias allí presentes no permitirán que una mujer entre sola a aquel infierno ardiente
- ¡mi hija!¡por favor alguien salve a mi hija! - grita desconsolada mientras escucha como su pequeño retoño la llama desde el segundo piso
- ¡mamá! -grita la niña llorando mientras tose producto del humo- tengo miedo por favor sálvame- añade
- no temas cariño, tu madre te salvara- responde la mujer tratando de calmar a la pequeña mientras trata de liberarse del guardia que la sujeta
- por favor, señora entienda, no hay nada que podamos hacer por ella- indica el hombre que la sujeta para impedir que corra a su muerte
- ¡¡me está pidiendo que deje morir a mi hija!!-grita la mujer desesperada mientras golpea a su redentor - suélteme, prefiero morir con ella que quedarme a mirar cómo muere incinerada- indica
- ¡no la soltare! - responde el guardia sosteniéndola sin ceder pese al dolor que le produce cada puntapié que la mujer le da
- ¿¡que está sucediendo aquí!? -grita repentinamente una voz que se aproxima, una voz profunda y al mismo tiempo ronca proveniente de un corpulento guardia gordo; acompañado de uno más flaco y feo
- ¡Wilson!, gracias a Dios has llegado, por favor Ayúdame a detener a esta mujer - implora el guardia allí presente- quiere desesperadamente salvar a su hija- añade
- ¡Carolina! - grita la mujer desesperada llamando a su querida descendiente
- ¿dónde está su hija? - pregunta el guardia gordo llamado Wilson
- en el segundo piso de la vivienda, pero es inútil tratar de salvarla, el edificio colapsa en cualquier minuto- responde hombre quien apenas puede aguantar a la desdichada madre - sería una locura entrar en aquel lugar- añade
- es una lástima, pero me temo que esa chica esta condena - indico el guardia flaco parado atrás de Wilson
- silencio Arquímedes, no digas eso delante de la madre- respondió Wilson molesto
- pero es la pura y santa verdad, ningún idiota se metería en esa casa para salvar a aquella mocosa y dudo que ella sea capaz de escapar por su cuenta- indicó Arquímedes
- ¡¡por favor!!; ¡¡que alguien salve a mi hija!!- gritaba la mujer allí presente quien todavía no perdía las ganas de luchar
- ¿acaso no me has escuchado mujer? Ningún imbécil saltaría al infierno para ayudar a esa chica de clase baja, será mejor que te resignes y entres en campaña para procrear otra- dijo Arquímedes en tono burlesco
- ¡cállate! - grito repentinamente Wilson, quien sin pensárselo dos veces golpeó el rostro de su superior con una fuerza tal que fue capaz de botarlo al suelo
- ¿¡¡se puede saber qué haces maldito gordinflón!!?- grito Arquímedes molesto desde el suelo, no podía soportar la idea de que un simple subordinado lo hubiera golpeado
- es lo que te mereces por ser tan insolente hacia el dolor de una madre- respondió Wilson mientras caminaba en dirección a la casa en llamas
- ¿¡dónde vas maldito gordo!? No creas que te escaparas de esta- gritó Arquímedes molesto
- voy a salvar a la niña- respondió Wilson atravesando la muralla de guardias que impedía la entrada al sitio
- ¡aunque la salves tus días como guardia se han acabado! me escuchaste ¡ya no serás mi subordinado! - grito Arquímedes mientras observaba como Wilson ingresaba a aquella morada.
El interior de la vivienda era sofocante, Wilson apenas podía ver lo que había en su interior. El resplandor de las llamas, junto con la transpiración de su propio cuerpo, impedían que pudieran orientarse adecuadamente, dentro del lugar, intentaba protegerse del calor colocando sus brazos delante de su cara, pero era inútil, su respiración se volvía cada vez más complicada con cada paso que daba. Al interior de aquella calcinada vivienda, con un gran esfuerzo se las arregló para llegar a la escalera principal
- ¿¡¡oye pequeña estas aquí!!?- gritaba Wilson desde el primer piso
- ¡mamá...! -gritaba la niña aterrada desde arriba
- no temas pequeña, pronto te llevare con ella- respondió Wilson colocando su pie en el primer peldaño, el cual parecía estar a punto de romperse, al igual que el resto de la escalera hecha de madera y clavos; para una persona normal, subir por aquel lugar sería considerado demente y mucho más si él que la subía era una persona con sobrepeso como Wilson; pero eso no importaba para él, había entrado a aquel lugar para salvar la vida de alguien más, por primera vez desde que acepto formar parte de la orden de caballeros, haría algo verdaderamente heroico. Aunque tal vez nadie recordaría su hazaña si moría, él tenía el deber de proteger al débil y al inocente, es por esta razón que se llenó de valor y sin pensárselo dos veces subió hasta el segundo piso donde una pequeña niña lo esperaba cerca del balcón -no tengas miedo pequeña, yo te sacare de aquí- indico mientras se acercaba a la niña
- ¿dónde está mi madre? - preguntó la pequeña temerosa- ¡¡yo quiero a mi mamá!!-dijo llorando
- no te preocupes, yo te llevare con ella- contestó Wilson tomándola en brazos. Al momento de tomarla la pequeña lo abrazo fuertemente, su cuerpo estaba temblando, el miedo que sentía la hacía aferrarse del hombre desconocido que había venido a salvarla- todo estará bien- añadió dándose la vuelta para regresar por donde había llegado, pero era inútil, aquella frágil escalera de madera no pudo resistir más su propio peso y termino por sucumbir, dejando a aquellas dos víctimas inocentes en una tumba segura de llamas
- ¡¡Tengo miedo!!- gritó la niña asustada ante la repentina caída de la ruta de escape
- no temas, saldremos de aquí con vida- respondió Wilson tratando de calmarla mientras la sostenía en sus brazos, aunque en realidad no sabía cómo hacerlo, la única salida que tenían ahora no era más que escombros. Lentamente se acercó a la ventana principal del segundo piso para ver hacia el exterior de la morada, abajo estaba su superior Arquímedes junto con los demás guardias, acompañados de la madre de la pequeña quien lloraba desesperadamente al ver como el edificio donde su hija se encontraba se quemaba. Cuando Wilson vio a aquella mujer que estaba a punto de perder a su ser más querido, tuvo un ligero pensamiento, él era un hombre gordo de 34 años, sin familia ni amigos reales, su trabajo de guardia era lo único que le había dado sentido a su vida, mientras que la pequeña tenía todo un futuro por delante, si él saltaba por balcón con la niña en brazos posiblemente moriría; pero su robusto cuerpo serviría como colchón para la pequeña. No tenía mucho tiempo para pensar las cosas, si sacrificarse a sí mismo podía salvar otra vida, él estaba dispuesto a saltar al vacío - escúchame pequeña, no importa lo que suceda quiero que te sujetes de mi con todas tus fuerzas- indico
- ¿qué va a hacer? - preguntó la pequeña temerosa
- no te preocupes cariño, dentro de poco te llevare con tu madre- respondió Wilson dando unos cuantos pasos hacia atrás, mientras miraba detenidamente la ventana, tenía miedo, pero no podía darse el lujo de demostrarlo delante de aquella niña, su alrededor parecía estarse deteniendo, apenas podía escuchar los gritos del exterior, estaba a punto de sacrificar su vida por la de otra persona. Tomando una última bocanada de aire para poder prepararse mentalmente, Wilson comienza a correr en dirección a la ventana, está preparado para saltar, solo faltan dos metros para salir de aquel infierno incandescente, pero repentinamente se detiene antes de saltar, algo rompió su espíritu en tan solo unos momentos, no era el miedo a la muerte, Wilson ya se había preparado para ello, lo que realmente le aterraba era ver aquellos gigantescos ojos que lo miraban fijamente, un gigantesco par de luceros dorados pegados en la cara de un ser de más de 10 metros de alto, un monstruo gigantesco de piel roja que se acerca sigilosamente al edificio en llamas, el cual parece pequeño en comparación del misterioso ser. Wilson lo mira detenidamente, no sabe que decir, es la primera vez en su vida que ve una criatura de tales características, la gente que antes estaba gritando afuera, ha quedado em completo silencio al verlo
- ¿qué está sucediendo? - pregunta la niña en los brazos de Wilson quien todavía no ha sido capaz de ver al extraño ser
- nada cariño- responde Wilson sumergiendo la cara de la niña en su pecho para evitar que lo pudiera ver, no quería que fuera testigo de aquella criatura que lentamente sumergía su gigantesca mano en la casa y los sujetaba sacándolos sin cariño de aquel infierno incandescente
- ¿¡que está sucediendo!? -gritaba la niña sin saber lo que pasa
- ¡no te preocupes todo estará bien!- gritaba Wilson aterrado sin apartar a la niña de su pecho, mientras veía al gigantesco monstruo que los tenía suspendidos en el aire y que los miraba con detenimiento, los ojos de la bestia y los de Wilson se cruzaron, un momento de silencio incomodo se interpuso entre los dos, mientras que con cuidado la criatura los depositaba en el tejado de la casa del frente, lejos del peligro de las llamas, no sabía lo que estaba sucediendo, pero algo en los ojos de la criatura le decían a Wilson que no era mala- gracias...- trato de decir el hombre antes de que pánico colectivo volviera a hacerse presente en la muchedumbre que grito aterrada
- ¡¡un ogro!!¡¡un ogro rojo ha aparecido!!
- ¡¡traigan las antorchas y las armas, tenemos que proteger a la ciudadanía!! -grito el gobernador Dupré a los guardias quienes rápidamente obedecieron las ordenes de su superior
- ¡¡largo!!¡¡aléjate de mi hija maldita bestia!!- gritaba la madre desesperada quien sin pensárselo dos veces arrojaba piedras al pobre ogro, quien solamente se trataba de cubrir
-¡¡ deténganse !!-gritaba Wilson al verlos, pero era inútil los pobladores no estaban dispuestos a detenerse a escuchar. Al encontrarse rodeado por gente que quería hacerle daño, el pobre ogro rojo escapo corriendo en dirección a las montañas, donde se rumoreaba que el Dios de la vida habitaba, un lugar sagrado donde los humanos no se atrevían a entrar
- ese maldito monstruo se atrevió a pisar la tierra sagrada de nuestro Dios- grito uno de los guardias al verlo
- no te preocupes, seguramente el Dios de la vida le dará su merecido - indicó Arquímedes mientras miraba con resentimiento a Wilson quien todavía estaba parado en el techo de la casa.