—¿Qué has dicho? ¿La chica que acaban de llevar de urgencia al quirófano es Margarita? ¿La compañera que conociste en la Manada de la Luna Plateada? —exclamó Licia, llevándose la mano a la boca completamente asombrada mientras me miraba.
Respiré hondo, tratando de parecer un poco más compuesto en ese momento.
Sabiendo que no podía evitar las preguntas de Licia, levanté la vista, sostuve su mirada por un momento y luego asentí honestamente.
—¡Donald! ¿Qué demonios te pasó de camino de vuelta a la ciudad? Ella... ¿Cómo resultó Margarita tan gravemente herida? ¿Tú estás herido? —Licia ya había dado un paso hacia adelante y me examinaba cuidadosamente.
Las manchas de sangre en la camisa blanca oculta bajo mi abrigo pertenecían todas a Margarita; yo no tenía lesiones en mi cuerpo.
Licia también se dio cuenta de esto, y cuando volvió a mirarme, sus claros ojos verdes ya estaban llenos de lágrimas.
