[La perspectiva de Margarita]
Donald había abierto la ducha al máximo, sin embargo, la temperatura del agua no quemaba tanto como el calor corporal de Donald.
Con mis muñecas retorcidas, estaba acorralada contra la pared por Donald, sus besos fieros y calientes, como gotas de lluvia hirviendo que caen desordenadamente sobre mi piel expuesta, avivando el deseo dentro de mí y encendiéndolo rápidamente.
—Mm... más despacio, Donald! —Arqueé mi cabeza hacia atrás para soportar sus besos feroces mientras también intentaba responderle con pasión.
Sus grandes manos desgarraban mi ropa, empapada del agua, que se adhería a mi cuerpo incómodamente.
Obedientemente levanté mis brazos, permitiendo que Donald me quitara el sostén. Sus grandes manos vagaban sobre mi piel, como si fuera algún tesoro precioso. Jadeando por aire, lo miraba fijamente, mi mano libre rodeando su cuello mientras decía suavemente, —Te deseo, Donald!