[Perspectiva de Margarita]
Una vez más, me llevaron apresuradamente a una pequeña habitación. Era un baño cerrado. Pude ver todos los muebles de un vistazo. El baño solo tenía un retrete y un lavabo. Lo más importante, no había ventanas.
—Le mostré a Arthur mis muñecas atadas y dije, «¿Cómo se supone que voy al baño en este estado?».
—«Puedo ayudarte.» Me miró de manera sutil.
—Sentí escalofríos por todo el cuerpo. «No,» me negué.
—Arthur gruñó. Sacó un cuchillo de la nada y cortó la cuerda alrededor de mis manos. Moví mis muñecas, que estaban adoloridas de haber estado atadas tanto tiempo. Miré mis pies y quise hacer señas para que también me desatara.
—«Solo ve,» dijo Arthur fríamente. «La cuerda alrededor de tus pies no te afecta a menos que intentes escapar.»
—Acaricié las marcas de las ataduras en mis manos y traté de negociar con él. «Al menos afloja un poco. Me voy a tropezar fácilmente así.»