Oberón entrecerró sus ojos desconfiadamente.
«Esto se siente incorrecto», pensó para sí mismo.
—Sé que esto vino como... una sorpresa —Aegis tosió y se sostuvo el pecho—, deberías saber, lo siento.
—Esto se siente mal. ¿Qué estás tramando ahora? —preguntó.
Él negó con la cabeza lentamente —¿Qué podría estar pensando? —Giró la cabeza para mirarlo.
Oberón enderezó su cabeza —Haz que se siente.
Dos de ellos, caminaron hacia Aegis y lo ayudaron en el suelo.
—Aegis, ¿qué quieres?
Él negó con la cabeza lentamente —No, no... —gimió suavemente, su rostro se contorsionaba de dolor—, Yo... —dejó de hablar, mientras se retorcía de dolor.
Oberón observó con una mirada desinteresada en sus ojos —tch.
—Llévenlos a la Guarida Carmesí —ordenó.
Se llevaron a los guardias de Aegis uno por uno a la Guarida Carmesí, dejando a Aegis atrás.