—¡Oh, vaya! ¡Ese es el centro de entrenamiento! Parece muy propicio para entrenar. Me encanta —elogió Tina el terreno de entrenamiento mientras caminaban hacia él.
—Es lo suficientemente amplio... —observó Tina.
—¡Me llena de alegría como guerrera! —añadió y se rió. Elías sonrió ante su reacción. Entendía cómo se sentían los guerreros cuando veían un campo de entrenamiento fantástico.
—Ya me estoy imaginando lo cómodos que estarán tus guerreros cuando estén entrenando. Ellos podrían... —Tina no pudo completar su frase porque tropezó con una pequeña roca que estaba en el suelo.
—¡Ten cuidado! —Elías se apresuró a ayudarla, pero ella ya había caído al suelo antes de que él pudiera alcanzarla.
—¡Me he lastimado el tobillo! —gritó Tina.
—Déjame llevarte a la clínica —dijo Elías.
—No puedo caminar, ¿me llevarás en tu espalda? —Tina solicitó. En ese momento, Aurora, que había estado observando todo desde un lado donde se entrenaba, se acercó a ellos y se ofreció a ayudar a Tina.