—¿El escondite de los pícaros insanos? ¿Puedo preguntar por qué quieres entrar en la guarida del león por tu cuenta? ¿O no sabes lo que hacen en esa guarida? —el pícaro le preguntó.
—Eso no es asunto tuyo. ¡Llévame allí! —ella gruñó al pícaro. Habían estado comunicándose en sus formas de lobos.
—¡Tengo cuentas que saldar con ellos! —Aurora añadió como un pensamiento tardío.
—Obviamente eres nueva en este entorno. ¿Debería contarte brevemente sobre el tipo de seres que son esos pícaros? No durarías un minuto allí. Te destrozarían y se alimentarían de ti. ¿No has oído hablar de sus comportamientos? Esos seres son despiadados en todos los sentidos. Ni siquiera te dejarán decir una palabra antes de abalanzarse sobre ti como comida. ¡Siempre tienen hambre! —el pícaro intentó advertirle de los peligros que le esperaban en la guarida.