—¿Por qué estamos aquí? —preguntó Aurora a Elías, mirando hacia la habitación a la que él la había llevado. Era su habitación y sus entrañas gritaban de emoción.
Elías la atrajo hacia sí inmediatamente después de entrar. Atrapó sus labios con su boca y la besó con gran fervor mientras apoyaba su espalda en la puerta.
Sintió calor descender hasta su vientre y gimió en su boca, lo que provocó un gemido de Elías. La apretó contra él mientras la acercaba más desde sus nalgas.
Después de unos minutos más, se detuvieron y tomaron un gran bocado de aire mientras apoyaban la cabeza el uno en el otro.
—Solo quería estar contigo un rato —dijo Elías, pasando un dedo por su cuello, lo que le envió escalofríos por la espina dorsal.
—Y... —Aurora lo incitó. Aunque no quería que ese sentimiento acabara, tenía que saber de qué iba lo de Tina.
Suspirando, Elías se enderezó y después de asegurarse de que ella estaba firmemente de pie, pasó una mano por su cabello.