Tina lo miró con los ojos muy abiertos mientras él se acercaba a ella, en todo su esplendor.
Su movimiento era tan grácil y tan perfecto. Su postura y actitud eran tan comedidas.
—Vamos. —Liam se puso frente a ella, pero, ¿estaba frunciendo el ceño?
¿Por qué fruncía el ceño y no sonreía? Tina se preguntaba y parpadeaba rápidamente para despejar la niebla en su mente.
—Acabo de decir, vamos. —Liam repitió mientras casi la arrastraba fuera de su asiento, pero Tina maniobró y sostuvo su brazo enganchado detrás de él antes de empujarlo.
—Supongo que no te enseñaron a ser gentil con las damas. —Ella replicó mientras flexionaba su brazo. Ese movimiento había afectado su brazo.
¿Cómo puede alguien estar tan en forma y ser tan estable? ¿En qué estaba pensando? Se regañó a sí misma. Es peor que una bestia, concluyó.
Dándole una sonrisa falsa y una reverencia, —¿Podemos irnos ahora? Estoy siendo llamado. —Liam dijo con los dientes apretados y de inmediato salió de la habitación.