Mientras los otros magos miraban como si no hubiera pasado nada, Ágatha y Elijah estaban fuera de sí. Se llevaron las manos a los oídos y tenían una mirada asustada en sus rostros.
—¿Qué acaba de suceder? —susurró Elijah, pero ninguno se volvió a responderle.
Ao acercarse al lugar donde estaba retenido Mark, Markus se agachó y recogió un pequeño frasco en el suelo. Lo levantó con cuidado y lo sostuvo entre sus manos.
Cerrando los ojos, entonó un hechizo, y el frasco se iluminó brevemente y cuando la luz se apagó, Markus colocó cuidadosamente una tapa sobre él.
Poniéndose de pie, se acercó a ellos con una sonrisa.
—Eres una mujer valiente, Ágatha —comenzó, mirándola directamente a los ojos—. Vidas fueron salvadas gracias a tu desinterés. Estoy orgulloso de ti.
—¿Eh? —Rose y sus otros compañeros, todos asombrados al mismo tiempo.
Levantando las manos para pellizcarle las mejillas, —¿eres el mismo Markus? —preguntó Rose aturdida.
—Quita tu mano —fue la fría respuesta.