Algún tiempo después, Rosa despertó en medio de la noche después de escuchar gritos que venían desde la cubierta del barco. Llevaban navegando poco más de tres días, lo cual Rosa sabía al llevar la cuenta de las noches. Pronto llegarían al hogar de Zayne y Rosa no podía estar más agradecida.
Aunque los cielos nocturnos eran hermosos, Rosa no podía soportar más el vaivén del barco y mirar hacia el agua le provocaba ganas de vomitar. No entendía cómo los pescadores o incluso el resto de la tripulación podían aguantar esa sensación que la invadía después de tres días.
Zayne dormía profundamente como si estuvieran en tierra, en la comodidad de su hogar. El balanceo no le afectaba y Rosa se preguntaba cuántas veces habría estado en un barco para estar tan acostumbrado.