—No puedo creer que seas la hija de un señor. Todo este tiempo esto te estaba esperando —dijo Alejandro, tratando de asimilar el nuevo estatus de Rosa—. Matías perdería la cabeza si supiera esto. Podría correr lejos para esconderse.
—Estoy segura de que lo haría. ¿Siguen siendo cercanos? —preguntó Rosa, curiosa acerca del estado de su amistad.
—En este momento, no somos como hermanos. Estoy decepcionado por sus acciones de patearte y luego sabía dónde habías estado todo el tiempo. Tengo algunas cosas por las cuales estar decepcionado de mí mismo. Tengo mucho que disculparme contigo. Te fallé —admitió Alejandro.
—Ya te dije que no estoy enfadada porque no vinieras a buscarme. Le hice esa promesa a un niño. No había nada que pudieras hacer por mí o por ti mismo. A medida que fui creciendo, supe que no debía esperar nada. Ahora soy libre, así que podemos olvidarlo —dijo Rosa, queriendo desesperadamente seguir adelante.