—¿Esto significa que no me enseñarás a leer? —preguntó Rosa, su voz llena de decepción.
—No. Pensaré en otro precio ya que no se puede hacer nada con respecto a la cama. Te dejaré instalarte. Disculpa —dijo Zayne, girándose para salir de la habitación.
Rosa se sobresaltó cuando la puerta se cerró. —¿Lo habré molestado? —se preguntó.
Era una petición tan sencilla, pero Zayne nunca había estado en su situación como para entender por qué dormía de la manera en que lo hacía.
Rosa inspeccionó los grandes cajones que estaban a ambos lados de la puerta. Si pudiera empujar ambos para bloquear la puerta cada noche, así podría oír cuando un intruso luchara por entrar, entonces podría dormir en la cama.
Había solo una preocupación.
Había un espacio fuera de la habitación de Rosa que parecía mirar hacia alguna parte. ¿Y si alguien estuviera lo suficientemente desesperado como para escalar hasta allí? Había visto a muchos hacer cosas desesperadas para entrar en el burdel.