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A veces dejo que los celos se apoderen de mí y me olvido de todo, pero cuando lo pienso, sé que Miguel me ama. La forma en que se paraba frente a mí, me miraba y me abrazaba. Cada pequeño detalle me hace sentir amada.
Puede que estuviera enojada, dudosa y triste hacia él, pero en lo más profundo de mi corazón, no había un momento en el que no sintiera que él no me amaba, y no había un momento en el que yo no lo amara.
Mi madre levantó la vista hacia el cielo sobre nosotras. La luz de la luna todavía brillaba suavemente sobre nuestras cabezas por mucho tiempo. La Diosa de la Luna siempre era tolerante y de mente abierta, cuidando de todos sin discriminación.
—Se está haciendo tarde. Debes estar cansada hoy. ¿Puedes descansar temprano? —dijo mi madre con dulzura.
—De acuerdo, Mamá. Tú también ve a la cama temprano —dije.