Todo el dolor y odio que sentía por Roberto ya habían desaparecido. Si acaso, no sentía nada.
Él era como un extraño aburrido que no conseguía hacerme sentir nada.
Mis ojos estaban pegados a su rostro, que tenía una sonrisa torcida y ojos llenos de malicia.
Empecé a arrepentirme de haber insistido en que Alex se fuera porque Roberto parecía que se estaba volviendo loco aquí.
—Luces tan hermosa como siempre, Cecilia, mi compañera. —La voz de Roberto me ponía la piel de gallina. Era como un pervertido en ese momento.
Noté que la mirada de Roberto estaba fija en mis muslos desnudos. Sus ojos hambrientos me hacían sentir como si tuviera gusanos arrastrándose en mis piernas. Era repugnante. Una vez más, lamenté haber huido de Miguel. Miguel era el único que hacía que mi corazón latiera aceleradamente. Lo había dejado tontamente.
—Ya no soy tu compañera. Tu compañera es Alison. La elegiste a ella, y yo ya te he rechazado.
—No menciones el nombre de esa zorra.