Cuando salí, noté que los miembros del comité sentados frente a mí todavía susurraban entre ellos. No sabía de qué estaban hablando. El General Lovecraft también había desaparecido.
En el baño, me miré en el espejo y suspiré.
Hoy, para ir a la corte con Miguel, me puse un poco de maquillaje ligero, pero ahora... El color de mi lápiz labial no hacía que mi rostro luciera lustroso. Al contrario, estaba lleno de dudas y decadencia.
Me preocupaba que Joanna no recibiera el castigo que merecía. Era obvio que, aparte de mí, a los demás no les importaba qué crimen se le imputaría a Joanna porque no tenía nada que ver con ellos.
Sin embargo, si Joanna realmente se libra por sus privilegios especiales o solo es sentenciada a permanecer en un lugar durante unos años, me resultaría difícil aceptar tal resultado.
Para ella, quedarse en el mismo lugar por unos años era pan comido. Tenían vidas muy largas y muchas maneras de matar el tiempo.