Antes de que pudiera decir algo, vi al Rey Licántropo cruzar los brazos sobre la mesa y bajar ligeramente la cabeza, mirándome con una mirada depredadora. En ese momento, una presión invisible provenía de su cuerpo y rápidamente ocupaba toda la habitación.
—Eso no es. Simplemente... —Hablé con dificultad, tratando de hacer que el Rey Licántropo retirara esa presión. Ya casi me faltaba el aliento.
—Déjalo, ¡deja este lugar! —El Rey Licántropo de repente me gruñó.
¿A quién debería dejar? ¿A Miguel? No, no podía.
—No —dije con los dientes apretados.
El Rey Licántropo me miró fríamente. Estaba intentando ejercer presión sobre mí para mostrar su autoridad, y estaba tratando de hacerme ceder.
Perseveré con gran dificultad, pero al mismo tiempo, sentí una sensación familiar de esta presión. Pero ¿cómo era eso posible? ¡Esta era la primera vez que me encontraba con el Rey Licántropo!
Déjalo, déjalo, déjalo...