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Mi clítoris tembló mientras él lo pellizcaba. Un dolor interminable irradiaba, y mi ano comenzó a convulsionar ligeramente con el sonido del agua gorgoteante.
Era demasiado excitante. No pude evitar temblar. De repente, agarré la mano de Miguel y murmuré —Me gusta esto. Me gusta mucho esto.
De repente, sentí que algo estaba mal y respondí con un pánico —mm.
Luego me sujeté del brazo de Miguel y luché por llegar a la orilla. Grité —Espera un minuto, parece que está entrando agua.
—¿Qué agua? ¿Es la tuya? —Miguel sostuvo firmemente mi cintura con una mano, sin dejarme escapar.
Inmediatamente después, insertó su segundo dedo. Los dedos bien definidos de Miguel se enterraron en mí, y los movió dentro y fuera de manera fuerte y rápida. El agua circundante en la piscina se agitó, creando ondas y sonidos de salpicaduras. Pero aun así, todavía podía escuchar los dedos de Miguel entrando y saliendo de mi ano.
Jadeé por aire e hice algunos sonidos sin sentido.