—Quería tener sexo. Quería ser marcada por Miguel.
Esta idea barrió poderosamente mi mente. Mi mente recordó la falsa sonrisa de Joanna. Ella me dijo que Miguel no me marcaría, así que tenía que demostrárselo.
Esta noche, quería que Miguel me dejara con su marca única. Tenía que demostrar que Miguel me pertenecía solo a mí.
A pesar de que me sentía un poco incómoda con el pene erecto de Miguel, rodeé con mis brazos el cuello de Miguel y lo besé.
Intenté seducir a Miguel con mi torpe técnica, y sentí que Miguel se pausaba, se giraba y succionaba mis labios aún más fuerte. Nuestras respiraciones fluían hacia la boca del otro, esparciéndose como veneno, adormeciendo cada nervio, y mi mente estaba vulnerable a la pasión de Miguel.
El deseo comenzó a invadir mi cerebro aún más profundamente.