—Las sábanas estaban llenas del fluido de mi cuerpo y del de Miguel. ¿Cómo podría beberlo?
La lujuria de Miguel me sorprendió y lo miré incrédula.
Miguel vio mi expresión y se rió. Al principio, su risa era suave, pero luego empezó a reírse a carcajadas.
Solo entonces me di cuenta de que solo estaba bromeando conmigo. Giré la cabeza avergonzada.
—No te preocupes. Me gusta cómo me tratas —Miguel me guiñó un ojo.
Lo miré fijamente, y mi mirada cayó sobre la camisa desparramada en su pecho. Los fuertes músculos pectorales de Miguel eran apenas perceptibles. A pesar de que Miguel era a menudo desagradable hasta el punto de ser frívolo y molesto, era un hombre sexy. Solo que realmente hoy no podía soportarlo más.
Miguel notó mi mirada y suspiró.
—Si no quieres seguir haciéndolo, no sigas mirándome así. Pensaré que todavía estás intentando seducirme.
—¿Cómo te miré? —pregunté a cambio.
—Con esa clase de mirada.