Dejen su piedras de poder ayudan mucho.
Es un capítulo con un poco de comedia espero lo disfruten.
Aquí tiene el nuevo capítulo:
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En este momento, yo, Stephen Flamel, estoy frente a lo que podría decirse es mi destino. ¿Diablos, no?
¿De verdad pensé que podría vivir una vida tranquila, sin preocupaciones, nadando en dinero? Pero lo que tengo frente a mí es lo que definitivamente llamaría una preocupación.
Una joven, podría decirse, bastante hermosa. Bueno, tengo que admitirlo: su cara es un 75 a 80% parecida a la mía, lo que sube su nivel, aunque obviamente con rasgos más femeninos y un largo cabello rojo que cae hacia su espalda.
Lo más interesante son sus ojos, idénticos a los míos: de un azul brillante y con la misma intensidad, una muestra de cómo la magia hace cosas interesantes. Por supuesto, mis ojos tienen el mismo problema, así que debo usar un poco de magia para ocultar el brillo. No quiero estar caminando de noche con dos linternas por ojos, ¿verdad? Sería raro.
Bueno, me estoy yendo por las ramas. El problema aquí es bastante abstracto, como una broma del universo. La persona que tengo delante podría decirse que es literalmente mi hermana gemela.
Después de todo, tuvo el mismo tipo de nacimiento que yo. Sí, si consideramos la magia como el padre y al mundo como la madre, técnicamente nacimos de los mismos "padres".
Normalmente estaría feliz de encontrar un hermano consanguíneo, en este caso hermana, pero el problema es quién es específicamente mi hermana. Yo nací después de que Stephen Strange murió.
Y, sí, como ya habrán deducido, la persona que tengo frente a mí es Wanda, o más específicamente, una versión alterna de Wanda. Esa loca llena de caos y destrucción, la misma que me obligó a autodestruirme para detenerla, está aquí, sentada frente a mí, con una sonrisa inocente.
Me dan ganas de golpearla, pero sé que mi abuela me destrozaría el cráneo por hacerlo.
"Por cierto, Strange, ¿por qué me miras haciendo esas muecas raras?" preguntó Wanda, interrumpiendo mi monólogo interno.
Para explicar qué pasó, necesitamos retroceder un día, después de mi charla con la tía Maxime.
— *Flashback* —
Luego de que mi trato con la tía Maxime terminara de manera grandiosa, me disponía a volver a Hogwarts para poder juga... digo, estudiar como se debe.
"Stephen, tu abuelo y yo iremos a conocer a la nieta de mi amiga. Si necesitas algo, puedes llamarme", dijo la abuela Perenelle mientras sujetaba a mi abuelo por la solapa. Posiblemente estaba creando algún objeto inútil para competir con los gemelos.
"Está bien, abuela. Voy a volver a Hogwarts; tengo algunas cosas que terminar", dije rápidamente mientras me marchaba antes de que me pidieran que fuera con ellos.
Luego de transportarme a Hogsmeade por la chimenea, que siempre deja a las personas llenas de hollín (algo que detesto), me quejé mentalmente. No veo la hora de cumplir 17 años y poder usar portales.
Por alguna razón, cuando estás apurado, siempre algo te detiene. Mi problema es mi popularidad.
"Jefe, necesitamos tu ayuda para entender el hechizo de Tao Mandala", dijo Seamus acercándose con Neville. Algunos otros compañeros los acompañaban para hacerme preguntas.
Popularidad y sabiduría...
Estos chicos siguen luchando con los mismos hechizos desde el año pasado. Por ejemplo, Seamus sigue haciéndose estallar. En serio, ¿cómo lo logra? Intenté hacerlo mal para ver si también explotaba, y no pude. Así no funcionan las artes místicas. Es increíble... en el peor sentido.
Después de unos minutos explicando como buen maestro, me harté y los dejé a su suerte. Seguí mi camino, y el sonido de la explosión detrás de mí no tiene nada que ver conmigo.
Luego me encontré a Hermione, que tenía preguntas sobre la magia astral; a Lee Jordan, que buscaba a los gemelos; a Angelina Wood y los demás, que querían crear un juego parecido al rugby, pero con magia.
Después, aparecieron Ron y Harry. Para entonces ya estaba cansado, así que les golpeé la cabeza con un cuaderno que el profesor Flitwick me había pedido que entregara a McGonagall.
"¿Y eso por qué fue?" preguntó Ron, enojado y confundido.
"Cállate o meteré tu asquerosa rata donde no te llegue el sol", le respondí mientras la rata se asustaba y se metía en su bolsillo. En ese momento, sentí que estaba a punto de recordar algo, pero justo sonó mi teléfono, así que lo dejé.
"Hola".
"Hola, Stephen. Necesito que vengas. Te enviaré la dirección… y trae a Harry contigo", era mi abuela.
"¿Sucedió algo?"
"Es difícil de explicar, solo apúrate", dijo y colgó. Genial. Parece que hoy no podré divertirme.
Debo admitir que desde que creé la cabina de realidad virtual, me volví un poco adicto a jugar. Pero oigan, no pueden decirme nada. Los únicos recuerdos que tengo son de entrenar toda mi vida en un monasterio, donde solo podíamos usar celulares, y antes de eso, la consola más avanzada era la PlayStation 3.
"Harry, vamos. La abuela quiere vernos", le dije, ya resignado porque claramente había perdido esta batalla. Por alguna razón, tenía un mal presentimiento.
"Espero que este mal día no empeore", pensé.
Tomé al confundido Harry, y salimos a Hogsmeade. Obviamente, Harry tenía su permiso firmado por la abuela, aunque los profesores no querían que saliera mucho por eso de Sirius Black.
¿De verdad pensaron que un Flamel saldría sin protección? Literalmente, hasta mis calzoncillos tienen defensas.
Llegamos a la casa que tenemos en Hogsmeade, que ahora es una sala de transporte. Nadie vive allí, aunque Misty envía a Dobby a limpiarla de vez en cuando. De ahí fuimos a la Isla Flamel y a la Chimenea Internacional, modificada por mi abuelo.
"Harry, si te confundes otra vez con la dirección, te patearé el trasero", le dije mientras él entraba nervioso a la chimenea. Ya estaba bastante molesto y no tenía ganas de ir a buscarlo donde fuera que terminara, como aquella vez en casa de uno de los vecinos de los Weasley.
Nos transportamos rápidamente a Francia. Podríamos haber usado el portal permanente, pero igual teníamos que usar la red Flu, así que daba lo mismo.
Llegamos a una mansión antigua, bastante bien decorada. Delante de la chimenea nos esperaban el abuelo y la abuela.
"Llegamos, abuela. ¿Qué es eso tan difícil de explicar?" pregunté al ver la extraña expresión en su rostro.
"Es difícil de explicar, pero creo que encontramos a tu hermana gemela", dijo la abuela, dejando a Harry y a mí atónitos. Obviamente, Harry sabía que fui adoptado, aunque no le contamos toda la historia.
"Abuela, creo que deberías saber que eso es imposible", le dije.
"No. Creo que no es tan imposible como creíamos, niño", interrumpió el abuelo, con una sonrisa burlona en el rostro, claramente disfrutando la situación.
"Será mejor que la veas por ti mismo", dijo la abuela, señalando una puerta.
"Bien… supongo", respondí, acercándome lentamente a la puerta que me señalaron.
Pensé que era una broma tonta, así que entré confiado. Pero cuando vi lo que había dentro, volví a salir sin decir una palabra o gesto.
Miré a mis abuelos y las primeras palabras salieron de mi boca.
"¡No!" Luego apunté hacia la habitación y volví a decir: "¡No! No, no, no".
"Jajaja, buena broma, abuelo", dije riendo como un loco, ignorando las miradas que me estaba dando mi familia.
"No es una broma, Stephen", dijo mi abuela, seria.
"¡No!" Tomé rápidamente mi teléfono y llamé.
"¿A quién llamas, hermano?" preguntó Harry, extrañado y sin entender nada.
"A los militares. Les pediré que bombardeen el lugar. Les recomiendo que se alejen unos cientos de kilómetros", dije mientras intentaba recordar el número de los militares muggles franceses.
"Dame eso", mi abuela me arrebató el teléfono.
"Creo que ese era el número de los bomberos", dijo Harry, mirando por encima del hombro de la abuela.
"Cállate, cuatro ojos. Tal vez estaba llamando a los bomberos para que se preparen para el fuego del bombardeo", ya ni siquiera sé lo que estoy diciendo.
"Está bien, no te desquites con tu hermano. Entra allí y habla con ella", dijo mi abuela, cansada de mis payasadas.
"¿Entrar ahí? ¿A ese lugar? ¿Estás loca, abuela?"
"Voy a olvidar que me llamaste loca, pero si no entras enseguida, te daré una paliza", respondió mi abuela, mirándome sin emociones.
Creo que cavé mi propia tumba.
"Lo entiendo, lo entiendo", dije, levantando las manos en señal de rendición. Luego volví a entrar, no sin antes darle una última mirada a mi familia.
"Bien. Pero por las dudas, llama a los aurores franceses, también a la tía Maxime, quizá también a los aurores ingleses y a Dumbledo—"
"Ya entra," dijo la abuela, interrumpiéndome, claramente enojada.
"Bien," respondí, abatido, mientras volvía a la habitación, ahora sin la confianza de antes.
"*Respiro profundo*," murmuré, y abrí nuevamente la puerta. Dentro encontré mi peor pesadilla y el peor enemigo que había enfrentado en cualquier nacimiento que haya tenido.
"Hola de nuevo, Stephen. Debo decir que te ves muy diferente a antes."
"Wanda. Y tú también, si no fuera por la ropa y el pelo, no te reconocería," dije, reconociendo a la persona frente a mí. Llevaba la ropa específica que usó cuando peleó conmigo: una mezcla del atuendo de la Bruja Escarlata con un fénix rojo en el pecho.
"Ah, esto," dijo, refiriéndose a la ropa. "Era para que me reconocieras fácilmente." Luego movió su mano y su atuendo cambió a un conjunto elegante, de estilo noble, como los que usarían los niños de la realeza.
"Es ropa incómoda, pero mi abuela hacía un escándalo si no la usaba," dijo, observando mi expresión cuando se cambió a un vestido.
"No es justo. Tú tienes tu maldita magia y yo tuve que empezar desde cero," dije, un poco celoso.
"Oh, bueno, yo también empecé desde cero, pero fue bastante fácil," respondió con una cara engreída.
"¿Cómo supiste que era yo?" pregunté, sin darle otro comentario más.
"¿En serio? Artes místicas bajo el seudónimo Strange, una empresa millonaria bajo el nombre de Tony… aunque, por un momento, dudé si sería el verdadero Tony. Pero conociéndolo, él sería bastante escéptico sobre la magia," explicó tranquilamente.
"¿Cómo llegaste aquí? No, espera, eso ya lo sé. ¿Por qué estás aquí?" pregunté, corrigiendo mi pregunta a mitad de camino.
"No lo sé. Cuando desperté, era una bebé frente a la puerta de una mansión. No sé el motivo o la razón de mi existencia aquí, pero lo que sí sé es que me alegra no seguir fuera de control."
Al escuchar eso, puse una cara de confusión.
"Primero que todo, debería disculparme y explicar un poco lo que sucedió."
"Soy todo oídos," respondí.
"Bueno, para empezar, desde niña fui marcada por un demonio cuyo nombre no mencionaré, porque aunque estemos en otro universo o lo que sea, no sé si podría llegar aquí."
"La magia del caos es suya, por así decirlo. Para poder escapar de mi destino de ser su recipiente, intenté controlar una fuerza más allá de lo que podía manejar: la Fuerza Fénix. Obviamente, fallé, y todo se complicó cuando también se mezcló en la pelea la Fuerza Goblin," explicó Wanda tranquilamente, sin apartar la mirada.
"Ahora súmale el Darkhold, y el resultado fue… yo."
Quedé un poco atónito. Con todas esas fuerzas combinadas, no era de extrañar que se hubiera convertido en una bomba atómica dimensional. Pero había algo que me molestaba.
"Entonces, en tu estado de locura, ¿viniste a buscar a Visión de mi universo y así terminó todo?"
"¿Visión? No, vine a buscarte a ti," dijo rápidamente.
"¿A mí?" Me quedé en shock.
"Sí. Entre dimensiones, los únicos que podían detenerme eran pocos, y tú eras uno de ellos," dijo, con calma.
"Si había otros, ¿por qué yo?" pregunté, un poco enojado. El hecho de haber tenido que morir antes de poder disfrutar de la vida era frustrante, ¿no?
"Bueno, para ser sincera, porque sentía que eras bastante molesto," dijo con una sonrisa.
"¡Maldición!" exclamé, enojado, y a punto de golpearla…
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Tal vez vean la personalidad de Wanda un poco diferente y es que básicamente la traje para ser la contra de Stephen dandole un poco más de comedia.
Y un enemigo no necesariamente necesita ser a muerte con molestar en la vida de alguien me basta.