En una habitación que parecía haber sido atacada por varias tormentas, rodeado de libros y papeles con escrituras ilegibles, se encontraba un joven niño de 8 años.
"¡Aaah, maldición! Falta poco, solo una runa necesito, ¡solo una!" gritaba el niño mientras sacudía sus manos sobre su cabeza.
"Step, ¿por qué no sales a jugar con tus amigos? Has estado toda la semana encerrado estudiando, ¿por qué no descansas un poco, querido?" Entró una anciana a la habitación después de escuchar los resoplidos del niño, trayendo una bandeja con galletas.
"Sí, abuela, ya termino. Solo necesito acomodar la última runa y ya está", decía Stephen, tratando de engatusar a su abuela para que le diera un poco más de tiempo.
"Stephen, sabes que no puedes activar las runas sin tu abuelo o Misty presentes. No queremos que vuelvas a hacer explotar algo", decía Perenelle mientras miraba a su nieto fijamente con un aire de regaño.
"Ya sé, abuela. Solo estoy calcu— ¡Espera, eso es, lo encontré! Abuela, voy a buscar al abuelo y a Misty para que lo comprueben. ¡Sí! Creo que al fin lo logré", exclamó el niño rubio mientras saltaba feliz de su asiento y salía corriendo de la habitación, dejando atrás a su abuela.
"Ay, este niño... Bueno, luego tendrá que limpiar su habitación, ¡qué desorden!", murmuró Perenelle mientras miraba a su alrededor y se marchaba lentamente.
En otra habitación, Nicolas Flamel, el más grande alquimista de todos los tiempos, se encontraba disfrutando de sus tiempos de descanso, jugando con algunas de las baratijas que había creado.
*Clash* "¡Abuelo, lo logré! Ayúdame a comprobarlo, necesito una varita y a Misty para que me observen", dijo el niño, entrando con alegría, pateando la puerta.
"Otra vez, chico, te dije que no patees la puerta de mi oficina. ¿Y qué lograste esta vez, otra bomba? Jajaja, ¿una varita, eh? Creo que la dejé por aquí", respondió el anciano, dándose vuelta lentamente mientras buscaba la varita que había creado para que su nieto probara sus hechizos.
Normalmente, una varita se le da a los magos que empiezan la escuela de magia y hechicería, ya que es el momento óptimo para controlar su crecimiento y su poder. Pero Stephen, a los 5 años, tenía el control completo como un niño de 11, incluso mejor. Así que un día, Stephen le pidió a su abuelo una varita para probar los trabajos en runas que venía haciendo.
Desde muy pequeño, Stephen se encerraba en la biblioteca a estudiar los libros de Nicolas Flamel. A los Flamel no les parecía importar, ya que creían que cuanto más se sabe, menos daño puedes hacerte. Obviamente, también porque no tenían libros de magia negra, así que mientras estuviera vigilado en sus experimentos, no habría mucho problema.
O eso creían, hasta que Stephen empezó a explorar runas para crear, según él, hechizos de un lugar llamado Kamar-Taj, un lugar que los Flamel nunca conocieron, pero que les llamó la atención. Con eso, creó un círculo de chispas que luego explotó. Por suerte, el único daño que causó fue quemarse todo el cabello, pestañas y cejas, que como castigo tuvo que lucir durante una semana.
"Aquí está, toma. Espera a que active el círculo de prueba mientras acomodas mis libros, por favor", dijo Flamel, acercándose a un círculo mágico que había creado para que su nieto no destruyera la propiedad, y colocando sobre una runa en la esquina una especie de roca brillante.
"¡Misty!" Con un pequeño grito, se escuchó un *plop* y apareció una elfa doméstica vestida elegantemente como una criada. Esta era Misty, la elfa doméstica de la familia Flamel. Aunque a los Flamel les costó convencerla de vestirse, ya que cada vez que querían darle ropa, ella se largaba a llorar hasta que le explicaron que era para que se viera bien y la engañaron diciendo que solo se las prestarían. Después de varios años de trabajar para los Flamel, Misty ya no era tan nerviosa, e incluso se sentía orgullosa de trabajar para ellos.
"Bien. Misty, abuelo, al fin podrán ver el verdadero hechizo de Eldritch", decía Stephen mientras con la varita en una mano apuntaba hacia adelante y con la otra mano trazaba un círculo. Al principio, este movimiento les pareció extraño a los Flamel, pero luego Nicolas Flamel observó bien y se dio cuenta de que creaba el mismo efecto que el movimiento de varitas, e incluso parecía mejorarlo. Esto atrajo la atención de Flamel por el novedoso método de control.
Mientras el niño se concentraba, lentamente se formó un círculo de chispas frente a ellos, el cual se fue abriendo hasta alcanzar el tamaño de una puerta circular. Sí, una puerta, porque a través de él se podía ver a una sorprendida Perenelle que estaba en la cocina.
"Oh, abuela, ahí estás. Ven, pasa con nosotros", dijo Stephen, muy feliz de que su magia finalmente funcionara, mostrando una sonrisa tan brillante como el sol.
"No, amo. Hu, permítale a Misty comprobar primero", dijo la pequeña elfa mientras se envalentonaba y se tiraba de cabeza hacia el portal.
Causando una risa a la familia y también sorpresa por el magnífico hechizo que tenían frente a ellos.
Luego de que Misty probó que no había problema, Perenelle entró lentamente por el portal, mientras Nico, con la varita en mano, observaba fijamente el funcionamiento del portal, por si acaso.
"Así que este es el hechizo que querías lograr, chico. Bien hecho, aunque creo que sería un poco problemático si saliera a la luz", decía Nicolas después de sorprenderse y pensar un poco, con una expresión que pasaba de la felicidad a la preocupación.
"¿Por qué, Nico? Creo que es una magia fantástica. Cualquier mago querría aprenderla", dijo Perenelle, mirando a su marido con duda.
"Sí, todos los magos querrían aprenderla, e incluso cambiaría el mundo mágico. Pero...", respondió Nicolas, mientras miraba la habitación con tristeza.
"Es un hechizo de transporte, pero la barrera anti-aparición ni siquiera fluctuó, así que cualquier mago oscuro con este hechizo podría hacer muchas cosas e incluso usarlo para cometer crímenes", decía Nicolas Flamel, tratando de sonar suave para no desilusionar a su nieto.
"Lo sabía, abuelo, no te preocupes. Esta runa que creé es la base para muchos otros hechizos que luego se podrán usar fácilmente. Y este hechizo fue el más difícil de crear, así que, a menos que sepan lo que yo sé, es poco probable que alguien tenga el mismo logro", decía el niño, con cansancio y un poco de orgullo en su voz.
"Entonces, al fin puedo desc... an... zar..." Mientras decía las últimas palabras, el niño comenzó a cerrar los ojos y a caer lentamente hacia adelante, pero por suerte la pequeña elfa, con el chasquido de sus dedos, impidió que cayera de lleno al piso.
"Ay, este niño... ¿Hace cuánto no descansa? Misty, por favor, llévalo a su habitación", pidió Perenelle, preocupada por su nieto, que levitaba con los ojos cerrados pero con una gran sonrisa en su rostro.
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