Antes de nuestra era, antes de que el mismo tiempo existiera, no había nada.
Era un abismo sin fin ni forma, con la única finalidad de torturar eternamente a las miserables existencias que de ella emergieron.
Los conceptos que ahora damos por sentados, no tenían relevancia en medio de la nada.
Pero, de ese abismo infinito emergió el caos.
La fuerza primordial que lo moldeo todo.
Del caos emergió Gaia, un ser primordial que representa a la tierra, y junto a los cielos estrellados; Uranos, dió a los luz a los primeros habitantes de esta tierra..., los Titanes.
Y en ese entonces, el reinado de los Titanes, Cíclopes y Hecatónquiros comenzó.
Su reinado se extendió por miles de años, había paz y armonía en ese reino tan... Majestuoso.
Pero...
Todo lo bueno, siempre tiene un fin.
Y este fin, nació con una profecía.
Una profecía que dejaría malditos a los descendientes de Uranos.
La profecía afirmaba que.
"Los hijos, derrocarán o matarán a sus propios padres para tomar sus lugares hasta el fin de los tiempos"
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Uranos tenía miedo, tenía miedo de ser derrocado por sus propios hijos.
Así que, en medio de su temor, encerró a su descendencia dentro del Tártaro.
El cuál es, una representación, de lo que alguna vez, fue el vacío del universo.
Y de esa manera, su destino fue sellado.
Y el ciclo comenzó.
Una guerra a gran escala estalló en su reino, una guerra provocada por el miedo de Uranos y el descontento de Gaia.
Y después de esa guerra, Uranos fue castrado y encerrado por uno de sus hijos.
Cronos, el cuál tomó el poder y el lugar de su propio padre ahora desterrado del reino que el mismo creó junto a su esposa, Gaia.
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Cronos, ahora rey de los Titanes, gobernó con su hermana y esposa Rea.
Pero, al igual que su padre, él también temía ser derrocado por uno de sus hijos.
Y entonces, una macabra idea surcó por su mente.
El... se comería a su propia descendencia para evitar el mismo destino de su padre.
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Sin embargo, Rea, al dar a luz a su último hijo, Zeus, engañó a Cronos, dándole una piedra envuelta en pañales en lugar del bebé.
Zeus creció en secreto y, cuando alcanzó la madurez, obligó a Cronos a vomitar a sus hermanos y hermanas.
Los cuales, junto a los Cíclopes y Hecatónquiros, se unieron a su causa para derrocar a los Titanes en una lucha sin piedad alguna.
La guerra que se libró, ahora es conocida como la Titanomaquia.
Cada uno de los Titanes, fue derrotado y encarcelado en el Tártaro por el resto de la eternidad, junto a los Cíclopes y Hecatónquiros, los cuáles, fueron traicionados por los Olímpicos.
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Ahora con Cronos derrocado, Había un puesto libre, un lugar de poder el cual fue tomado por el incitador de esta rebelión.
Y así, Zeus se convirtió en el rey de los olímpicos.
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Pero él, no podía liderar todo el universo por si mismo.
Es así, qué el decidió dividir sus dominios, con sus hermanos mayores.
Zeus tomó el cielo, Poseidón tomó el mar, y yo... tomé el Inframundo.
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Pero entonces, surgió un nuevo conflicto.
¿Cómo gobernaremos un reino vacío?
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Fue entonces que, Prometeo uno de los pocos Titanes que se salvaron, modeló a los primeros seres humanos usando barro, dándoles una forma similar a la de los dioses.
Ante tal acción, Atenea, la diosa de la sabiduría, sopló vida en estas figuras de barro, dándoles alma.
Y Así, los hombres fueron creados.
Pero eso, fue el inicio de mi descenso a la locura.
El ser humano, fue bendecido con el Don del libre albedrío.
Zeus creyó, que los seres humanos serían buenos y afectuosos entre ellos.
Pero, no eran más que sucios y repugnantes animales.
Su salvajismo y nula moral, inundó el Olimpo de almas perdidas.
Ante ello, un deber fue impuesto ante mí.
Y fue guiar las almas de los muertos a la condena eterna o a un descanso sin igual.
Y eso, es a lo que me llevó a mi estado actual.

A diferencia de mis hermanos, yo... He envejecido.
Alguna vez, tuve la mayor fuerza entre mis hermanos.
Yo era el mayor, y el más fuerte de todos.
Pero... Ahora no soy más que un viejo cansado de la vida.
Aún así, sigo aquí sentado observando las almas, ya que, es mi único deber y la forma en la que puedo cuidar indirectamente a mis hermanitos.
Sin mi, las almas atacarían el Olimpo una vez más.
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Ciertamente, ni siquiera un Dios que ha vivido por tantos miles de años, se puede escapar del cauce del tiempo y la soledad.
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Yo... Alguna vez tuve una esposa, una hermosa flor de primavera.
Su encanto, su aroma, su felicidad, todo de ella, me enamoró hasta los huesos.
Y, a diferencia de mis hermanos, yo nunca le fui infiel, nunca me fijé en otras mujeres, porque... Yo tenía a la más hermosa junto a mi.
Pero... En el ciclo de 6 meses que negocié con su madre para tenerla junto a mí, me llegó una desastrosa carta por parte de uno de mis sobrinos.
"Ya nunca más volveré a esa pocilga sin futuro"
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Hermes trató de persuadirme, creyó que estallaría de ira.
Pero simplemente, me retiré a mi trono.
Simplemente, me envolví en mi trabajo para tratar de olvidar a la única mujer a la que he amado.
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Eso pasó... Hace más de 2000 años.
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Pero..., conocí a una ninfa, una hermosa chica, que me ayudó en mi duelo.
Era amable y servicial, yo... La consideraba como mi propia hija.
La pequeña Minte...
Mis ojos se humedecieron levemente, recordando el horrible castigo que mi hermana, Deméter le impuso a la pequeña ninfa al creer, que le era infiel a su hija con una ninfa.
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Ella... Se convirtió en una planta.
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De mis ojos salen pequeñas lágrimas con solo recordar la alegre y optimista actitud de la pobre niña.
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Si tan solo, fuera un poco más fuerte, si tan solo no me hubiera alcanzado la vejez, yo..., ¿podría ser feliz?
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No lo sé.
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Ahora... Solo puedo funcionar en piloto automático, viendo los inumerables pecados de la humanidad.
Tantas muertes injustas, tanta sangre derramada por el capricho de los que según ellos, tienen poder Político.
Eso... Me repugna.
Cuántas familias han sido devastadas por simples caprichos, simple coincidencia.
El infierno está lleno de almas, el Tártaro, hace mucho tiempo que se llenó de las almas más corruptas que la humanidad pudo haber engendrado en estos miles de años de historia.
Soy conciente de las guerras, que matan a un sin número de humanos.
Tantas atrocidades que ocurren allí, no me hace más que sentir lastima por la jóven generación que pasa por mis manos al momento de morir.
Tantos niños que solo necesitan olvidar.
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Y gracias a ello, los campos elíseos al igual que su contrapartida el Tártaro, se llenó hace mucho tiempo.
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Ya no había lugar para las almas.
Ya no había espacio en el infierno para albergar a cientos de miles de millones de almas.
En ello, Zeus, mi hermanito me recomendó pasar esas almas por el río del olvido, Rio Leteo.
Sin importar los pecados de esas almas, yo... Tenía que pasarlas por el río del olvido para lavar sus más repugnantes pecados.
Pero... Esa maldad tenía que irse a algún lado.
El cause del río, se dirigía a la superficie, a los campos del Olimpo.
Ese fue, el inicio del fin.
Cada alma que mandaba a otros mundos o dimensiones gobernadas por otros dioses, siempre cometían atrocidades.
Siempre recaían en el pecado sin importar qué tan pura era el alma al momento de pasar por el Leteo.
Los dioses de esos mundos, lejos de estar enojados, estaban extasiados.
Lo consideraban una monumental fuente de entretenimiento.
Yo... Me convertí en el simple dueño de un circo de psicópatas.
Pero no sé detuvo allí.
Zeus al ver el éxito de su idea, me convenció de llevar a las almas más justas directamente a la reencarnación sin previamente pasarlas por el Leto.
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Yo tenía fe, tuve fé en que esas puras y blancas almas, harían el bien en ese nuevo mundo.
Pero para mí horror, fue todo lo contrario.
El alguna vez blanco de sus almas, se convirtió en el más oscuro de los abismos.
Tantas atrocidades ocasionadas por ellos, tantas muertes, tantas inocencias arrebatadas por esos animales.
Pero no sé detuvo allí, mi hermanito complacido por el entretenimiento de los humanos, me pidió que les cumpliera algún deseo.
Y ellos desearon reencarnar en mundos los más parecidos a la ficción que ellos mismos crearon.
Pero, esto ocasionó que las atrocidades se duplicaran.
Esas acciones, me hizo perder la fé en la humanidad.
Y supe, que el ser humano es malvado desde su nacimiento.
Ya que, aunque fuera bueno en vida, ellos simplemente usaban un disfraz de cordero para ocultar sus verdaderas formas.
Estoy cansado... Cansado de la gente, cansado de la vida.
Quise presentar mi renuncia, quise alejarme de este abismo para poder descansar en paz.
Pero... Mi hermanito ya no era el mismo de antes.
Ahora... Estaba corrompido por el placer, la violencia, el odio y la desconfianza.
Él, tomó mi renuncia como una rebelión contra él, y llevando al Olimpo, fue en mi casería
La casería no duró mucho tiempo, ya que, yo no sabía que mis propios hermanitos, vendrían a matarme.
Cuando los ví, me sentí feliz, creí que ellos vendrían a visitarme y ver cómo estoy.
Y de entre todos ellos, pude ver a mi amada.
Persefone estaba junto a Zeus, yo creí que volvería conmigo, creí que por fin los milenios que había esperado, valieron la pena con solo ver lo joven y hermosa que se veía mi amada.
Pero... Mi amada Persefone, me clavó una flecha en uno de mis hombros.
"¿Un viejo asqueroso quiere revelarse contra mi amado esposo?" Habló Persefone, lo que me dejó confundido y a la vez, horrorizado.
"¿Que que quieres decir amada mía?
Pero mi pregunta llegó a oídos sordos cuando otra flecha, fue clavada en una de mis manos.
"¡Nunca más vuelvas a decir algo tan asqueroso!" aclamó Persefone abrazando el torso de Zeus.
Mis ojos se abrieron como platos al percatarme lo que sucedió.
Sentí ira, sentí impotencia ante ello.
Así que, en un arranque de ira, recuperé mi casco de la invisibilidad, y quise ponérmelo para atacar a mis insolentes hermanos menores.
Pero... Un rayo por parte de Zeus destruyó mi viejo y oxidado casco.
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"¿Qué sucede hermano mayor, acaso no eres nadie sin tu pobre casco?" Habló Zeus formando un rayo de entre sus manos.
"¡Veo que olvidan quien es el más fuerte entre los olímpicos!" Aclamé a todo pulmón, generando un orbe color azabache entre una de mis manos.
"¡Detenganlo ahora!" Gritó Persefone conociendo de sobre manera el poder que estaba invocando.
Y ante el grito, todos los Olímpicos me lanzaron su poder.
Y yo... No pude ser más rápido que ellos.
Una gran explosión emergió y mi viejo y cansado cuerpo, salió volando hasta las orillas del Ríos Leteo.
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Los Olímpicos se miraban ligeramente temerosos pero al mismo tiempo felices, ya que evitaron que mi poder, pueda emerger y con ello, matarlos a todos.
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Yo... Me siento cansado.
Mis ojos se cierran lentamente, mis viejos pulmones están tirando su último aliento, mientras que mi corazón, no deja de latir en un intento de mantenerme con vida.
Pero... Yo quiero morirme ahora.
Quiero dejar este mundo de mierda y poder descansar por fin.
Quiero dormir.
Pero en medio de agonía, escuché unos cuentos pasos que venían a mi dirección.
Y abriendo ligeramente mis ojos, pude ver a mi hermanito.
Zeus se acercaba a mi con una gran sonrisa orgullosa por su casería exitosa.
"Por qué lo hiciste... Hermanito"
Susurré con mis últimas fuerzas, mientras sentía como mi propio cuerpo se volvía cenizas lentamente.
Ante ello, Zeus sonrió macabramente y susurrando en mi oído habló.
"Eres una amenaza que debo suprimir para reinar en paz"
Y sin detenerse, volvió a hablar.
"Tu ciclo, termina ahora"
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Me quedé sin fuerzas para tan siquiera poder hablar una vez más.
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Ante la vista de mi impotencia, Zeus me lanzó por el río Leteo como si no fuera más que un saco de basura.
Y entonces con mis últimas fuerzas, pude oír.
"¡A partir de ahora, yo controlaré el curso de la vida y la muerte!"
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Caí en el río Leteo.
Al caer, pude sentir como mi alma me era desgarrada y destrozada lentamente mientras mis recuerdos me abandonaban lentamente.
Pero... Una cálida voz me llamó de entre las turbulentas aguas del río.
No pude reconocer el dueño de esa voz, simplemente, me dejé guiar por ella.
...
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Un eterno abismo de oscuridad se sirvió sobre mí.
Un abismo casi infinito, pero, era diferente al Tártaro.
Esta oscuridad, tenía una luz al final del camino.
En ese momento, yo... Simplemente caminé, caminé rumbo a esa pequeña luz que paso a paso, se hacía más y más grande.
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Entonces, oí gritos, escuché fuertes gritos a mi alrededor mientras fuertes explosiones crecían en número.
Yo me sentí aturdido, me sentí enojado ante tal cosa.
Entonces vociferé.
"¿¡No ven que este anciano solo quiere dormir!?"
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Mi voz, mi voz era diferente, se escuchaba más joven, más vivaz.
Entonces abrí mis ojos, y pude ver una enorme ciudad en ruina.
Era una ciudad sumamente diferente a la que alguna vez visite hace miles de años atrás.
Las casas alguna vez hechas de madera y barro, ahora eran cientos de metros más altas y hechas de roca.
Me quedé sorprendido ante ello.
Y curioso, me acerqué a lo que parecía un enorme espejo.
Y para mi sorpresa, no ví al viejo Hades.
Pude ver a un jóven con el cabello negro y ojos rojizos.

"¿Que, qué es este cuerpo?" susurré para mi mismo incrédulo por la vista.
Pero el entendimiento llegó a mí.
Había reencarnado en un nuevo y mas jóven cuerpo.
Mi cara se partió con una enorme sonrisa y sentí el furor y juventud que alguna vez perdí.
Entonces por todos los cielos que atestiguan mi llegada grité.
"Jajajaja malditos Dioses bastardos ¿¡creyeron que podrían matarme solo con eso?!"
Pero sin detenerme allí, volví a gritar.
"¡Yo Hades, Dios del Inframundo, juro por mi nombre que mataré a todos y cado uno de los dioses que osaron intentar acabar con mi existencia!"
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Pero, al hacerlo, una explosión llegó justo detrás mío.
Pero a diferencia de las demás, no fue una explosión.
Fue el aterrizaje de una masa muy pesada contra el suelo.
Al disparse el humo y el polvo, una fuerte voz masculina dió a saber de su presencia.
"¡Jaja no se preocupen! ¿por qué?"
Habló el hombre señalándose a él mismo.
"¡Porque yo estoy aquí!"
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....
....
CONTINUARÁ.
NOTAS DEL AUTOR.
Hola mis queridos lectores, es mi gusto presentarles está nueva historia que espero que sea del agrado de todos ustedes.
Si desean, pueden dejarme ideas de los universos a los que el prota viajará.
Pero, también, crearé mis propios universos para que el viaje y no sea tan repetitivo.
Sin más que decir, tengan un gran día.!
Yami fuera.