La muerte, el principio de algo mas.
"Se dice que aún cuando lo que sucede, es doloroso, es tan solo una lección que la vida te da, amoldándote a tu verdadero objetivo".
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Cuando me di cuenta que estaba sola, un pensamiento negativo inundó mi mente , me di cuenta que nadie me amaba porque nadie vino conmigo a consolarme, ni siquiera por hipocresía.
Todos habían estado fingiendo, a todos les interesaba nada mas la fortuna que me respaldaba.
En el pasado …
Aurora Salcedo, mi madre, había muerto en un accidente de automóvil, en aquel entonces, yo había cumplido diez años, y a esa edad me di cuenta de lo cruel que podía ser las personas.
Así como me di cuenta que nadie había echado de menos la ausencia de madre, su fallecimiento había sido mas bien los nuevos comienzos para muchos, mi padre no había perdido y ya había traído a su nueva novia ante el resto de la familia.
La partida de mi madre solo pareció afectarme a mí y a mi abuelo.
Franchesca, la nueva mujer de mi padre, pretendió ser muy amable al principio, pero no había pasado ni unas cuantas semanas cuando ya se había vuelto petulante y autoritaria conmigo.
Después de la muerte de mi madre, mi padre estaba muy entusiasmado creyendo que la fortuna que mi abuelo tenía para mi madre, ahora lo recibiría el, pero eso no sucedió, mi abuelo le negó esa posibilidad.
Mi abuelo fue claro en al aclarar a mi padre que todo lo que alguna vez era de mi madre, eventualmente yo los tendría para mi.
Mi padre empezó a verme con malos ojos. Y a tratarme mal, me trató como a uno mas de sus enemigos.
Cuando todo esto sucedía, la flagrante esposa de mi padre persuadió de arrebatarme todo cuanto llegara posteriormente a mi. Como aún yo era una niña menor de edad, mi padre exigió a mi abuelo para ser el albacea de mi fortuna, algo que no permitió mi abuelo, porque sabía que mi padre estaba detrás de la fortuna familiar que él había trabajado tanto por ganar.
Mi abuelo me había declarado como su única heredera universal, y puso de manifiesto que, tomaría posesión de toda la fortuna, solo después de casarme y mantener mi matrimonio por tres años.
Al contrario, si mi matrimonio no duraba el tiempo estipulado por él, el 97 por ciento de toda la fortuna pasaría a identidades benéficas y solo el 3 por ciento volvería a mis manos.
Cualquiera diría que eso era una enorme desgracia, pero mi abuelo no lo veía así, y con el tiempo, yo también terminaría dándome cuenta que era la mejor idea.
Por supuesto, esa decisión tomada por mi abuelo, no le cayó en gracia a mi padre, quien de inmediato tomó represalias en contra de mi abuelo, no permitiendo que él y yo tuviésemos contacto.
Después de todo eso, mi padre acabó siendo muy distante conmigo y me trataba peor que a un extraño.
Mi padre, en su afán por vengarse de mi abuelo, no me permitió frecuentarlo, nos separó deliberadamente por la rabia de haber sido excluido de la fortuna familiar de mi madre.
Cuatro años después, mi madrastra Franchesca trajo a vivir a su propia hija a casa, ella se llamaba Isabel, enseguida la chica adoptó la identidad de hija de mi padre y a mí me trató como una chica de procedencia vergonzosa.
Cuando Isabel llegó a casa y se adueñó hasta de mi propia habitación, yo ya había cumplido mis catorce años.
A esa edad, Isabel ya tenía las miles de malas, era una chica egocéntrica y rápido había percibido que yo era marginada por mi propio padre, lo que le valiera para hacer juegos sucios y trampas conmigo.
Isabel le gustaba victimizarse para luego acusarme, en el pasado, yo creía que eran solo juegos de adolescente inmadura, pero con el paso del tiempo me di cuenta que no era solo juegos, sino pura maldad.
Por ello, cuando entré a la universidad, me mudé de casa dejando el campo libre para Isabel, algo que la reconfortara en gran manera a sus propósitos, pues ella decía a todos que era la única hija de la familia Ross.
A mí en lo personal, no me daba ni frío ni calor lo que Isabel pretendía, yo sabía quién era yo y mi verdadera identidad, y eso me bastaba.
En la universidad conocí a Roberto, quien llegara a cortejarme al poco tiempo de conocernos.
Como no llegué a sentir suficiente confianza con Roberto, le aclaré que no llegaríamos a comprometernos tan pronto, pues el hecho de ver la actitud de mi padre, me hacia desconfiar mucho.
El supo ser paciente para poder convencerme. Al cumplir mi mayoría de edad, le dije a Roberto que lo aceptaría como mi prometido, ese día él supo fingir muy bien su alegría.
Cuando traje a Roberto a casa, mi padre no mostró nada de interés. A él le daba lo mismo si el hombre que estaba delante de mí era bueno o malo.
Debo decir que para mi abuelo materno, Roberto no era alguien bueno para mi, lo que me hiciera ocultarle mas y mas nuestra relación.
Cuando terminé la universidad, elegí casarme de inmediato con Roberto a petición de él , pues él pedia que fuésemos esposos, alegaba que una vez ya de conocerme, no podía vivir sin mi.
Mi padre pareció recordar una cosa, al ver los preparativos de mi boda, quizás pensó que podía traerle algo bueno, él empezó a tratarme mejor. Aunque nunca sentí que ese trato fuera genuino.
Volviendo al día de mi boda, quien fuera el padre de Roberto y Franchesca mi madrastra, no perdieron tiempo en llevar a cabo la boda entre mi ex prometido e Isabel, aprovechando todos los preparativos llevados a cabo por mi.
Una semana antes del día de la boda, mi padre y mi madrastra me habían hecho firmar unos documentos, me habían hecho creer que todo esto era necesario para que la propiedad que estaban comprando, estuviera a mi nombre, todo era una gran mentira.
Me habían hecho firmar todos esos papeles porque estaban en su nefasto plan de despojarme de todo lo concerniente a la fortuna heredada por mi abuelo.
En realidad era una estafa, era un documento en el cual yo cedía el derecho a la herencia a mi hermanastra Isabel.
Mi padre se había esmerado en todo este tiempo en creer que toda la fortuna de mi madre, era para el y quería "recuperar" ese dinero y todas las propiedades.
Siempre repetía que lo que alguna vez fue de mi madre, ahora le correspondía a él.
Mi abuelo, el padre de mi madre se había retirado del ojo público, en su retiro hubo muchos rumores, entre ello, su falsa muerte, mi abuelo no dio la cara ante el eventual rumor que creciera como bola de nieve, mas bien, pensó que eso ayudaría a ver a unas cuantas alimañas salir de su escondite.
El abuelo estaba al tanto de todos mis planes de boda, estaba muy decepcionado y triste, pues él tenía buen ojo para ver la maldad de los demás y así como con mi padre y mi madre, se había dado cuenta que Roberto no era alguien que me mereciera.
Incluso mi abuelo había investigado la vida de Roberto y su familia, quienes en la superficie parecían ser buenas personas, pero por debajo de la piel, eran personas sin escrúpulos.
Bien se dice que lo que pasa conviene, no era mi suerte el casarme con Roberto, aunque en el momento mismo no me había dado cuenta, pronto el tiempo me enseñaría esa lección de vida.
Aquel día después de salir huyendo de la iglesia, mis pies habían sangrado de tanto caminar, el magullamiento me tenía los pies destrozados, pero el dolor que sentía en mi corazón mitigaba al dolor físico más que mis propias heridas.
A lo lejos, un par de ojos me miraron desde un auto de edición limitada, el conductor de aquel auto lujoso dijo a su jefe que iba detrás en el asiento de pasajero.
"Jefe, esa chica es una novia tan desafortunada a la que le rompieron el corazón"
El hombre desvió los ojos a su subordinado y simplemente movió la mano, este gesto le dio a entender que siguiera conduciendo y no prestara atención a la desdichada mujer, que era yo.
—¿Porque no la ayudas, jefe? —le preguntó Howard, quien conducía el coche.
—Señor Deviz, puede estacionar el auto e irte, así desempeñarás tu verdadera vocación, que es beneficencia.
—No señor. Así no son las cosas, solo es…
—¿Solo es qué, Howard Deviz?
—Si algún buen samaritano hubiera ayudado a mi hermana hace un año atrás , al verla caminar así sin rumbo seguro, igual que esa chica, quizás mi hermana todavía estuviera conmigo.
—¡Esta bien! Aparca el auto a un lado y ve a ayudarla! —el hombre de negocios al final había cedido.