Había llegado a pensar que yo era la mujer mas afortunada del mundo, la mas amada, y que tenía al mejor hombre amándome, pero todo era una vil mentira.
Yo no era esa mujer afortunada, y él no ese gran mejor hombre, tan solo era un desgraciado que creyó poder burlarse de mí todo para despojarme y dejarme a mi suerte.
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Había mucha confusión en medio de la iglesia, todos los presentes estaban murmurando, el novio había desaparecido y al final todos me veían a mí, con toda esa confusión llegué a sentirme pequeña por las miradas inquisidoras de todos los invitados presentes a mi boda.
Al final, hubo una boda, más ya no fui yo la novia, sino mi hermanastra.
Les confieso que, en ese momento al ver el rostro de cada invitado mirándome me desmoronó como se desmorona un castillo de naipes.
Mis emociones fluctuaron como si una bomba atómica explotara en medio de mi ser, mientras no terminaba por entender nada.
Todavía estaba en conmoción cuando entró el padre de Roberto, mi prometido.
Su semblante mostraba ansiedad, pero no me miró directamente a mi, contuvo la respiración antes de anunciarse ante todos los presentes.
Mientras decía a todo pulmón. "¡No habrá boda!" Lo dijo sin pensar en mi.
Su sentencia dicha fue como si miles de agujas pincharan sobre mi pecho, hasta ese momento, yo no sabía que se podía sentir tanto dolor sin estar con una herida.
El padre de mi prometido siempre me pareció un hombre justo, así mismo el era un hombre amable, siempre me había brindado un trato considerado , a excepción de ese día.
—Señor Randolf, ¿Porque anuncia que no habrá boda? —pregunté en total desconcierto.
Él no se atrevió a mirarme, simplemente se encogió de hombros y siempre dándome la espalda dijo:
—Roberto ya no quiere casarse contigo, es por eso —dio la vuelta sin más explicaciones y se fue.
Sin entender lo que pasaba aún, lo seguí atrás de él gritando.
—¿Qué está pasando? ¿Puedes explicarme por favor? —como siguiera adelante sin prestarme atención, todavía seguí insistiendo.
—¡Espera! —grité sintiendo mucho miedo, pues la ignorancia de no saber lo que pasaba devastaba mi propia paz.
Entre los presentes, el ruido se hizo más ensordecedor, la gente murmuraba, hacían sus propias conclusiones y cada segundo me culpaban mas y mas.
Ciertamente me estaba volviendo loca de desesperación, así que hice lo más viable que pude pensar.
Salí corriendo de la Iglesia. —¿Tú eres Victoria? —la voz todavía lechosa de un niño me hizo volver de mi confusión.
Como no respondiera en seguida , el chico que oscilaba unos nueve a diez años, habló de nuevo, pero esta vez dijo lo siguiente:
—¡Claro tu eres Victoria! —lo miré fijamente consternada, pues este chico siendo un extraño, me llamaba por mi nombre.
—Si estás buscando a tu ex novio, él está allí —me señaló a lo lejos hacia la pequeña capilla, sus palabras me dejaron mas confundida aún.
Sin embargo, el hecho de que apuntase hacia la dirección de la pequeña capilla, me dejó inquieta.
—Niño —lo llamé alzando la voz, —¿Eres de por aquí? — cuestioné.
—Mi familia y yo mendigamos en esta zona —respondió el jovencito.
—Dime, ¿Quién te dijo que me mostraras dónde está mi "novio" —enmarqué esa palabra para que el jovencito se diera cuenta que éramos un par de novios a punto de contraer matrimonio.
—Lo siento señorita Victoria, pero la paga fue muy buena para que te guiara a ese lugar —dijo el o niño mirando hacia esa dirección.
Como me viera parada ahí, rígida, el jovencito dijo:
—Fue una dama muy linda, ella está con el novio.
No sabia que en el mismo lugar, tan solo a metros de donde estaba yo tratando de comprender lo que pasaba, estaba Roberto en una discusión con la "otra", la mujer que me había robado su corazón.
Bueno, en realidad, lo de "robarme" eso es una paradoja. Nadie quita nada si es tuyo en absoluto.
Solo se van las personas que no son para ti, lo entendí de la forma más cruda e implacable.
"La verdad duele, pero no mata" Aún cuando sea doloroso una verdad, siempre será preferible la verdad, antes que la dulce, pero venenosa mentira.
Levanté el largo de mi vestido y corrí por el jardín, dando la vuelta hacia la pequeña capilla.
La nieve empezaba a caer desde lo alto y los copos de nieve que caían, adornaban mi larga cabellera recogida en medio moño adornado con flores silvestres traídos desde Colombia.
El tono de mi cabello negr0 azabache, hacía contraste con los copos de nieve blanco que se pegaban sobre mi brillante melena
Al acercarme, escuché las voces de tanto Roberto como de una mujer, me acerqué más para ver que era lo que pasaba, así justo cuando mis ojos pudieron ver, distinguió a ella, era mi hermana menor.
Isabel, mis labios pronunciaron ese nombre aterrador.
…
—Isa, ¿sabes que yo te amo tanto? ¿Porque todavía haces estos desplantes cariño? —dijo Roberto atrayendo a mi hermana a su pecho.
—Debes entender, Isa mi amor, debo casarme con Victoria.
—¡No, eso jamás! —sentenció ella.
—Ya estoy comprometido con Victoria.
—Si si si, Victoria, siempre es Victoria, ¿no? —clamoreó Isabel.
Poniendo cara de infelicidad dijo con toda la intención.
—¿Acaso no te importa la vida de nuestro bebé en mi vientre?
—¿Que dices Isa?, claro que me importa. Solo espera un año por mi, después me divorciaré de Victoria y me casaré contigo —dijo tratando de tranquilizar a su insatisfecha amante.
—¡Roberto Mackarthy! —exclamó Isabel.
—No me veas como si soy una mujer tonta!
—No mi amor, como crees que puedo pensar eso de ti —le susurró al oído.
—Tu y yo estaremos juntos como una familia—prometió el vil mentiroso.
Quería dejarme ver, estaba a unos pasos de mostrarme, pero algo en mi mente me había hecho detener, todavía me quedé allí escuchando y tratando de digerir toda esa nueva realidad ante mi.
—Victoria fue la que se interpuso entre tu y yo …nuestro amor es mucho mas grande que lo que ella puede darte, cariño —dijo mi traicionera hermana.
Como no lograra su cometido, Isabel dijo a Roberto, tus padres ya saben de nuestro hijo, ellos están de acuerdo en que debes detener esta boda y casarte conmigo —vi como los ojos de Roberto salpicaba de furia.
—Solo cásate conmigo en lugar de Victoria y así tendremos nuestra gran boda sin ningún problema y nuestro hijo será un hijo muy bendecido, no un hijo ilegítimo —parecía que Isa quería ver cumplir su propósito.
Además de ver mi humillación ante todos los demás. Ella puso cara lastimera.
Di la vuelta lentamente y caminé hacia la salida del edificio. En ese momento había perdido la noción de todo, mi madrastra se había acercado a mí y me habíó, pero mi grado de desesperación no permitía escuchar lo que dijera.
Mi madrastra, quien me había exigido llamarla "madre" desde un principio, lo menos que tenía de amor genuino hacia mi, era consideración. Su nombre era Franchesca.
Ella giró su cabeza hacia el lado de la pequeña capilla e hizo un gesto de levantar los hombros, al parecer todo había sido un plan ya trazado y yo era la única en no saber lo que sucedía. Todavía ella dijo en tono molesto.
—¡Victoria!
—¡Debes renunciar a este matrimonio por el bien del pequeño inocente que viene en camino! —los ojos de Franchesca parecían sobresalir de su bowl y su mirada era fulminante al dirigirse a mi.
No estaba tratando de convencerme, sino de darme órdenes de lo que ella esperaba que yo hiciera. Jamás en ningún momento pensó en mí y en cómo me estaba sintiendo.
—Mi nieto necesita crecer junto a su padre, ¿Lo entiendes? No será llamado un bastardo —refunfuño Franchesca dejándome claro lo que ella y todos querían.
O sea, ella sabía de lo que estaba pasando, obviamente.
Me sentí la persona más humillada y sola en el mundo.
Había aprendido a no victimizarme, me decía a mí misma que yo era fuerte. Y que alguna vez no me dejaría amedrentar por nada ni por nadie, sin embargo mi propia familia y las personas en quien más confiaba, me habían apuñalado por la espalda.
Alli de pie, vulnerable, sintiendo que me moría, mis lágrimas recorrieron cuesta abajo y ya no pude detener mi llanto. Franchesca chasqueó la lengua y dio la vuelta y se fue.
Caminé sin rumbo fijo hacia la carretera abierta y transitada. Todos los vehículos que iban y venían, me miraban más de una vez.
Ellos y todos los transeúntes podían verme llorar y caminar como una loca, solo yo sabía el dolor que sentía en mi corazón. Al alejarme, nadie me siguió, y eso fue igual o más de doloroso.
Resulta que después de que yo siguiera sin rumbo fijo, mi madre había ido con ese par de traidores y les había dicho que yo ya lo sabía todo.
Mi hermana había planeado todo este drama tan meticulosamente que hasta ya traía su propio vestido de novia en un bolso y solo se cambiara de ropa para aparecer ante todos los invitados en mi lugar.
Hubo boda, si, pero yo ya no era la novia, yo había sido reemplazada como cualquier objeto o pieza de adorno que se cambia a conveniencia o capricho.