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La Niña y el Gato: Cazadores de Yōkai

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Synopsis
¿Tu crees en fantasmas? Makoto sin duda lo hace. Cuando el gato de la joven Makoto Doumeki fallece, este vuelve en forma de un espíritu conocido como Yōkai, y lo hace con un deber. Los Yōkai malignos tratan de invadir el mundo humano, y es el deber de Gato el detenerlos. Ahora que ha quedado involucrada, la vida de Makoto jamás volverá a ser normal. Aventúrate a esta historia, y olvida el mundo que antes conocías.

Table of contents

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Chapter 1 - ¿Tu crees en fantasma?

Ese fue el peor día de mi vida. 

Gato, mi mejor amigo, acababa de morir. Puede sonar tonto, lo sé. Algunos pierden padres, otros hogares… algunos lo pierden todo. Pero cuando perdí a Gato… creí haberlo perdido todo. 

Y cuando creí que todo estaba perdido, una luz de esperanza apareció frente a mi.

Ahora, les advierto. Si les gustan sus vidas normales, no lean esto. Una vez lo hagan, el mundo que conocen se irá para siempre. 

Comenzarán a notar rarezas donde antes no lo hacían. Sentirán confusión hacia cosas que no lo sentían antes. Y el miedo… el miedo a lo que podría estar siempre detrás suyo podría consumirlos.

Sin embargo, si están dispuestos a correr el riesgo, entonces sigan leyendo, pero yo les advertí.

Mi nombre es Makoto Doumeki.

Soy una joven de doce años que vive en la desconocida ciudad de Kugami, en Japón. Sin embargo, no soy normal.

Oye… ¿Tu crees en fantasmas? Yo lo hago. ¿Que dices? ¿Que si lo haces? Entonces permíteme reformular la pregunta.

¿Tú crees en los Yōkai? Espectros, espíritus,

demonios; como sea que los conozcas… ¿Tu crees en ellos? Adivina que, yo si lo hacía.

Creía tanto en ellos que, cuando era pequeña, solía verlos como mis amigos. Gato y yo solíamos ir en toda clase de aventuras junto a ellos. No había día que no fuera divertido. Sin embargo, los niños son crueles, y comenzaron a decir cosas.

"Miren, es la niña rara otra vez." Decían unos. "¿Que te dicen tus amigos fantasma ahora? Rara." Decían otros. "Si tanto quieres a tus amigos invisibles, ¿por qué no te les unes?" Solían decir los más crueles. 

Me gané rápidamente el apodo de "La niña rara de los fantasmas". Ni siquiera lo decían bien, ¡Son Yōkai, por un demonio…! Pero tenían razón, lo que hacía no era normal, era extraño, y para los adultos, era aterrador. Incluso mis propios padres me temían, y al final, se deshicieron de mí.

A mis ocho años, mis padres me enviaron a vivir con mi abuelo a Kugami, a quien categorizaban como una de las ovejas negras de la familia, yo siendo ahora la segunda, claro.

Mi abuelo vive en un viejo monasterio, así como los budistas, aunque estoy bastante segura de que no lo es. Al igual que yo, decía ver espectros. Pero desde que me mudé aquí, decidí mantenerme lo más alejada de todo ello, de esa forma no volvería a ser la rara. Dejé de creer en Yōkai, y con el tiempo desaparecieron, estaban solo en mi mente, tal como todos decían.

Pero la cosa es que, cuando pasas toda tu vida hablando con seres imaginarios, uno no sabe que hacer cuando es turno de hablar con los reales. Así que ya se lo imaginan, ahora no solo no tenia a mis amigos mentales, si no que tampoco tenía reales.

Pero a pesar de todo, seguía teniendo a Gato, mi mejor y único amigo. Por cierto, solo para aclarar, su nombre es literal, se trata de un gato negro con manchas blancas. Y sí, su nombre es literalmente Gato, no soy muy original, y ni vengas a decirme ahora que tú si lo eres. ¿Como lo habrías llamado? ¿Machas? ¿Blanquito? Por favor.

Pero sí, siempre tuve a Gato a mi lado… hasta que ESE día llegó. Como todo día normal, yo me encontraba caminando en dirección a la escuela. Y como todo día normal, Gato me acompañaba. Por supuesto no permitía gatos en el instituto, por lo que este solía esperarme fuera todos los días… aunque entre nos, estoy segura de que se iba y volvía.

Como todo día normal, sobreviví a las misma clases aburridas. Y, de nuevo, como todo día normal, no hablé con absolutamente nadie. Entonces, sucedió la primera rareza del día. De camino hacia la salida, escuché esas palabras.

 "Oye, Doumeki." dijo una voz familiar. Al voltearme pude ver a ese chico pelirrojo que escuchaba recurrente mente en clase… sin embargo, por supuesto, no recordaba su nombre. "Oh, hola… erm… tu…" dije vergonzosamente mientras intentaba recordar su nombre.

"Llevamos siendo compañeros los últimos cuatro años." dijo el entre risas, "Soy yo, Ishimoto."

Entonces lo recordé, Kei Ishimoto, un chico raro del salón, pero, a diferencia mía, raro del tipo que le cae bien a los otros niños.

"Oh, claro, Ishimoto." dije con una sonrisa incómoda, "¿Que sucede?".

"Oh, si, verás, este fin de semana es mi cumpleaños, y como todos los años toda la clase está invitada." respondió mientras sacaba una invitación de su bolsillo, "Como nunca vas, quería entregarte esta vez personalmente una invitación."

"Ya entendí, es esa temporada del año otra vez." pensé. No lo tomen a mal, no es como que no quisiera ir, pero ir a un cumpleaños significa rodearme con muchas personas en un ámbito fuera del académico. Y por ende, finalmente empiezan a notar tu verdadero yo… la última vez no salió muy bien, y ahora que me había dado cuenta del hecho de mi nula habilidad social, digamos que no estaba dispuesta a correr riesgos.

"¿Y bien? ¿Vendrás?" pregunto Kei con una sonrisa de punta a otra. No tenía el corazón para decir que no.

"Bien, lo intentaré." respondí, sin estar aún seguro de que fuera a cumplir con mi palabra.

"¡Genial! Mi dirección está en la invitación. Te estaré esperando. Habrá pizza, no faltes. ¡¡¡Nos vemos, bye!!!" y así como apareció, desapareció súbitamente. "Menudo bicho raro" pensé, sin embargo, podía ver por qué le agradaba a otros.

Salí del instituto esperando ver a esperándome gato en la entrada, como ya era usual. Pero, para mi confusión, el no estaba allí aquel día. Revise los alrededores, no había pista alguna de Gato. Me preocupé, pero luego recordé que Gato sabía como volver a casa por su cuenta, por lo que decidí tranquilizarme y volver, esperando verlo allí.

El camino a casa fue distinto a lo usual, sin Gato a mi lado, no podía nada más que escuchar el sonido de los autos en la calle, o los niños jugando e el parque. Entonces, a unas cuantas calles de llegar a mi casa, me crucé con un contratiempo. La calle estaba cerrada, al parecer un camión había chocado y había tapado toda la calle, menuda mi suerte. Me ví obligada a tomar un desvío, por lo que decidí cruzar por un callejón.

El día era soleado, ni una sola nube podía verse en el cielo, y aún así, ese callejón era tan oscuro que parecía ser de noche. No mentiré, sentí miedo, pero quería llegar lo más rápido posible a casa para saber si Gato estaba allí, por lo que comencé a caminar.

El callejón no solo era oscuro, también era largo… muy largo. Entonces, cuando por fin pensé que estaba por llegar a la salida… sentí ese escalofrío.

En el momento no sabía como, pero sentía que, no alguien, si no que algo estaba detrás mía. Mi cuerpo se paralizó, mi pulso se aceleró, y aunque no podía verlo, estoy segura de que mis pupilas se dilataron.

En ese momento debí de salír corriendo, lo sé bien, pero la curiosidad pudo conmigo. Lentamente recuperé la compostura, y comencé a girar… poco… a poco… a poco… y entonces… 

No había nada.

Era un callejón vacío. El mismo callejón vacío por el cual había llegado.

"Fue mi cabeza." pensé.

*Tras*

Y entonces, parte de mi largo cabello cayó al suelo. Nuevamente me paralicé, moví lentamente mi mano hacia donde solía haber pelo… por supuesto, no estaba.

Volteé la cabeza, y pude ver la mitad de mi cabello en el suelo. Traté de tomarlo, pero comenzó a flotar lejos de mi. Entonces, enfoque mi mirada, y pude finalmente observar a aquella criatura extraña que había robado un trozo de mi cabello.

Era horrorosa. Su cuerpo, desnutrido. Su piel, completamente gris. Su boca, un afilado pico, como el de un ave. Y sus manos… sus manos eran dos enormes tijeras. 

Además, sus ojos eran completamente amarillos, a excepción de sus pequeñas pupilas, de las cuales emanaba un aura rojiza.

No era muy grande, pero tenerlo frente a mi era aterrador.

"¡¡¡MIO, TU CABELLO ES MIO!!!" dijo aquella criatura con su chillona y aterradora voz. "¡¡¡DE KAMIKIRI, Y SOLO DE KAMIKIRI!!!"

"¿Kamikiri?" pensé. Era un nombre familiar.

"¡¡¡TU CARA, TAMBIÉN QUIERO TU CARA, EL QUIERE QUE LE DE TU CARA!!!" exclamó mientras me observaba fijamente.

En cuanto dijo eso, un escalofrío recorro todo mi cuerpo, uno como nunca antes lo había sentido.

"Mi… ¿mi cara?" dije aterrada.

"¡¡¡DAME TU CARA!!!" gritó el Kamikiri.

Este se abalanzó hacia mi, pero logré moverme a tiempo. Comencé a correr en dirección opuesta a este, hacía la salida del callejón. Corrí como nunca había corrido, ni siquiera sabía que era capaz de correr tan rápido. No sabía si aquella criatura seguía detrás mía, pero no me atrevía a voltear. Entonces comencé a oír nuevamente su voz diciendo "¡Tu cara, quiero tu cara!", así que seguí corriendo. Cada vez, de pronto, el callejón se veía aún más eterno.

Y entonces, cuando estuve a nada de llegar a la salida… me atrapó, esa cosa me atrapó. Tomo lo que quedaba de mi cabello, y me jaló hacia el suelo. Fuertemente la pateé, pero se recompuso y me atacó.

"¡¡¡TU CARA!!!" gritó la criatura.

Me cubrí con mi brazo, pero eso solo causó que recibiera un corte en este. El dolor era horrible, como si una tijera cortara contra el. La sangre chorreaba de el. Fue entonces cuando finalmente me di cuenta del hecho… iba a morir.

"¡¡¡QUIERO TU CARA!!!" gritó aquella criatura una vez más.

Fue entonces cuando alzó el brazo. Era mi fin, no tenía salida… pero entonces, sucedió.

*¡MEOW!*

Escuché aquel maullido molesto que se lanzaba contra la criatura. Era Gato. Ambos salieron volando fuera del callejón hacia la calle. Y entonces, oí aquel sonido.

*¡CRASH!*

…Y después, silencio.

Me puse de pie rápidamente, y pude observar a la criatura agonizando en el pavimento bajo la luz del sol. Estaba en llamas, y gritaba de dolor… y después, se desintegró.

Al ver a esa cosa desaparecer solté un resoplido de alivio.

"Se acabó." pensé. Pero entonces, giré la mirada, y mi corazón se saltó un latido.

Gato, mi mejor amigo… mi único amigo, aquel que había estado junto a mi toda mi vida… ahora yacía inmóvil e el suelo. Intentando salvarme de aquella criatura, había sido atropellado por un auto.

"¿Gato?" dije con miedo. "Gato, no es gracioso."

Comencé a caminar lentamente hacia su cuerpo inmóvil. "Gato… maúlla Gato, por favor, maúlla, despierta, ¿si no quien me acompañara a la escuela?" dije al borde de las lágrimas.

Pero tenía que aceptar la realidad… Gato… Gato no respiraba. Lloré allí en el pavimento, en medio de la calle, mientras los autos hacían sonar sus bocinas detrás mía. Me aferraba a su cuerpo inmóvil, con mi brazo aún ensangrentado. Las lágrimas no dejaban de salir, y finalmente, grite.

"¡¡¡GATO!!!"

… El día terminó. 

Mi abuelo, quien estaba casi ciego, uso su pala, y me ayudó a enterrar a Gato en el patio del monasterio.

El intentó consolarme. Dijo cosas como, "Los vivos nunca mueren mientras estén en tu corazón.", o "Gato siempre te cuidará, incluso si no puedes verlo.", pero eso no me importaba.

… Mi amigo se había ido.

Esa noche fue horrible. Y el día siguiente no fue distinto. El camino a la escuela fue silencioso, las clases ya no importaban, y el regreso a casa, más de lo mismo. La vida sin Gato ya no era la misma… mi vida normal había terminado… o al menos pensaba que lo había hecho e ese momento.

"¿Que era esa cosa?" una pregunta que no para de repetirme en mi cabeza.

Esa tarde decidí volver al callejón. Necesitaba respuestas. Quizá algo podría hallar allí. Y… necesitaba distraer mi mente.

Pero antes de salir, mi abuelo me detuvo, y me preguntó a dónde iba.

"Al callejón de ayer." le dije. "Se que ví una critura extraña, y necesito respuestas."

El solo se mantuvo callado por un rato, hasta que dijo. "Tu y tus cuentos de siempre, Makoto. Si que eres como yo."

¿Viejo y medio ciego? No lo creo. Aún así, me entregó algo.

"No se que sea lo que buscas, pero lleva esto contigo." dijo el mientras ponía lo que parecía ser un collar en forma de magatama en mi mano. "Solía pertenecerle a tu abula. Te protegerá a donde sea que vayas."

La abuela había fallecido mucho antes de que me mudara con el abuelo, y era la primera vez que lo escuchaba mencionarla. Acepte el regalo y me lo coloque, no lo parecía, pero realmente estaba agradecido con mi abuelo por aceptarme cuando mi familia no lo había hecho. Aceptar ese regalo era lo mínimo que podía hacer.

Volví al callejón, la noche estaba a minutos de caer. Mis piernas temblaban, tenía miedo, pero esta vez iba preparada. Llevaba un viejo bate de béisbol, una linterna, y un casco de bicicleta. Por supuesto, llevaba un brazo herido, pero no pensé mucho en ello en el momento.

Estuve buscando en el callejón por horas… nada ni siquiera quedaba el trozo de cabello que aquella criatura me había cortado el día anterior.

Me di por vencido, y me fui. Caminé de vuelta a casa, ya era de noche. Por mi cabeza no dejaba de pasar duda tras otra, y cada vez era más difícil dejar de pensar en… Gato.

Iba cruzando el parque cuando pensé en el, y me rompí. Caí al suelo y comencé a llorar. Quería a Gato, quería abrazarlo, quería escuchar sus maullidos una vez más.

*TRAS*

… Ese sonido.

*TRAS*

… Ese sonido familiar.

*TRAS*

Me volteé… y frente a mi, estaba el. Era aquella criatura de nuevo, pero no era igual. Era más grande… más aterradora.

"¡¡¡TU MATARA A AMIGO DE KAMIKIRI!!!" exclamó "¡¡¡AHORA KAMIKIRI VENIR POR TU CABELLO, Y POR TU CARA!!!" 

Tenía el bate aún conmigo, podría haber intentado atacarlo… pero me paralicé, me paralicé otra vez. Estaba cara a cara con aquella criatura que me mataría.

"¿De verdad el sacrificio de Gato sería en vano?" pensé.

La criatura alzó el brazo, y yo cerré los ojos. Entonces, sólo pude oír cómo bajaba rápidamente sus tijeras hacia mi, y entonces… nada, no paso nada. En cuanto abrí los ojos pude observar sus tijeras chocando contra lo que parecía ser un escudo.

"¿Qué?" exclamé.

"¡¡¡TRAMPA, TU ESTAR HACIENDO TRAMPA!!!" gritó el Kamikiri. Este comenzó a golpear el escudo una, y otra, y otra vez. Yo solo me cubría, pero poco a poco pude notar como el escudo comenzaba a quebrarse. Fuese lo que fuese, no era indestructible. Ahora si, había llegado mi fin.

El escudo estaba por romperse, ahora si, mi fin había llegado. Pensé un montón de cosas en el momento. En mi abuelo, en ese chico de la escuela… en Gato. Me iría, y probablemente algunos ni sabrían cómo había sucedido. Ya no importaba, de todas formas, yo iba a estar muerta. Me preparé para lo inevitable, y entonces, tuve suerte una vez más.

*ZAS*

"¡¡¡AAAAAAAAAHHHHHG!!!" chilló el Kamikiri de dolor.

La criatura salió volando hacia uno de los árboles del parque, y se estrelló contra este.

El escudo se apagó.

Frente a mi, yacía un pequeño ser, media poco más de la mitad de mi estatura. Usaba un sombrero de paja como el de los samurai, o los ronin, y llevaba puesta una bufanda roja. En su mano, llevaba lo que parecía una katana, una afilada, pero perfecta para su tamaño.

"¿Quien…? ¿Que eres?" pregunté a aquel ser.

Fue cuando por fin pude notar su forma. Tenía un pelaje negro con manchas blancas, y dos colas que salían detrás suya. Era la forma de un gato, no había duda.

Entonces, me ofreció la mano, y dijo. "Espero se encuentre bien, señorita Makoto."

Nunca había escuchado antes esa voz. Nunca había visto una criatura como esta en mi vida. Y nunca había sido llamada de esa forma. Y aun así, mi corazón lo sabia, y lo exclamé.

"Gato."