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Chapter 3 - Capitulo 2: Xanders.

 

La Tierra sigue girando, implacable, y la humanidad avanza sin detenerse. Los deseos egoístas y los sueños sinceros se entrelazan en la vida de cada persona, mientras buscan una verdad que parece desvanecerse en sus manos. A pesar de los obstáculos y desafíos que enfrentan, cada ser humano está inevitablemente destinado a encontrar su propio final, ya sea de una manera u otra.

Esta inevitabilidad plantea una pregunta profunda: ¿Cuál es la razón del existir? Tal vez el verdadero propósito de la vida es enfrentarse a estas pruebas y, al hacerlo, descubrir el sentido que a menudo parece esquivo. La humanidad, nacida en medio de conflictos y sufrimientos, parece enfrentarse a una lección oculta que solo se revela a medida que avanza.

En particular, aquellos nacidos después de una guerra cruel, en tiempos de desesperanza y agonía, llevan en sus rostros una historia de dolor y resiliencia. Aunque parezcan humanos, para algunos observadores, su apariencia y la tristeza en sus ojos generan dudas sobre su humanidad. Estos individuos, marcados por las cicatrices de un pasado turbulento, representan la lucha y la esperanza en un mundo que sigue girando, indiferente a su sufrimiento.

A través de sus vidas, estos seres muestran cómo el dolor y la adversidad pueden moldear a las personas de formas inesperadas. A pesar de la lucha interna y la carga emocional que llevan, siguen adelante, enfrentando los retos de un mundo que no se detiene. En su travesía, buscan algo más allá de su propia existencia: quizás una forma de redención o simplemente un propósito que dé sentido a su sufrimiento.

Es un castigo en espiral. El ser humano está destinado a ser castigado una y otra vez por el principio y fin de sus días, eternamente.

—17 de febrero, 2~12

"Eso sonó como una… ¿entrada de diario?" Ansoku se detuvo en seco. La señal holográfica frente a él mostraba a una mujer con una pose provocativa, su dedo índice posado frente a sus labios. "¿Febrero?" El chico se inclinó más cerca para examinar el texto, frunciendo el ceño al darse cuenta de que la fecha estaba incompleta. "No puedo ver el año", pensó mientras un pitido resonaba en sus oídos.

La mujer en el holograma movió los brazos con elegancia y lanzó un beso hacia los que esperaban avanzar. Las pocas personas alrededor de Ansoku estaban absortas en sus propios asuntos y comenzaron a moverse. Ansoku, por su parte, hizo lo mismo, sosteniendo el libro en sus manos mientras algunos transeúntes lo miraban de reojo.

El chico, que no debía tener más de quince años, parecía estar bastante distraído desde hacía un rato. Tras haber salido del mar de gente que había dejado atrás, Ansoku encontró un respiro al liberarse de la asfixiante multitud. Aprovechó el tiempo en su camino hacia su destino para investigar el libro que llevaba consigo.

 

No había pasado mucho tiempo, ni siquiera había llegado a la segunda página, cuando se topó con algo curioso. Agité las páginas rápidamente.

"Es una entrada", confirma al ver que, después de la quinta página, los textos que hablaban de la historia comenzaban a ser seguidos por firmas y fechas diferentes. Sin embargo, había algo peculiar: las fechas estaban borrosas, faltaban números, y algunas estaban completamente ausentes.

Esto resultó sumamente intrigante para el joven de cabello azabache, quien continuó pasando las páginas en busca de una fecha clara. Pero no pasaron más de veinte páginas cuando un sentimiento de remordimiento lo atormentó. No quería seguir de esa manera; Sentí que estaba "haciendo trampa". Aunque sabía que no era así, la sensación era lo suficientemente fuerte como para que cerrara el libro de golpe, deteniéndose en seco.

Algunas personas a su alrededor lo miraron con curiosidad mientras él bajaba la mirada y sostenía el libro entre sus palmas.

 *Hfff…*

Estaba resoplandando con fuerza, casi como si el vapor saliera de sus narices. La emoción lo invadía. "¡Esto es tan excitante!" Pensó, con un rubor en su rostro y una gran sonrisa.

Abrazó el libro con ambos brazos y movió su cadera de lado a lado, como si estuviera acunando a un bebé, aunque con bastante más fuerza.

No pasó más de medio segundo cuando Ansoku se dio cuenta de que estaba parado junto a un grupo de personas que disfrutaban de un cigarrillo durante un breve descanso. Las miradas curiosas de los fumadores lo hicieron sonrojar aún más, esta vez de vergüenza. Se apresuró a alejarse, caminando con rapidez para escapar de la atención no deseada.

Después de recorrer unas calles, la sensación de vergüenza se desvaneció y su mente comenzó a centrarse nuevamente en lo que tenía en las manos: el libro. Su ensimismo se desvaneció por completo, y volvió a sumergirse en su investigación, ansioso por descubrir más.

Ansoku caminaba hacia una zona interesante del barrio. Se encontró con un puente elevado que cruzaba la calle, sus grandes columnas de metal y cristal proyectando una sombra amplia sobre el suelo. El puente en sí estaba bien cuidado, con plantas enredadas en jardineras a lo largo de la pasarela, que le daban un toque de verde a la vista.

Debajo del puente, el ambiente cambiaba completamente. La luz natural no llegaba aquí, así que el espacio estaba en una penumbra acogedora. Las paredes de concreto estaban decoradas con grafitis coloridos y arte callejero que le daban un aire más vibrante y dinámico. Las luces instaladas en el suelo y en las paredes proyectan un brillo suave, creando un ambiente cálido y acogedor.

La zona bajo el puente estaba llena de pequeños comercios y cafeterías. Las vitrinas de las tiendas mostraban una variedad de artículos interesantes y únicos, mientras que los letreros de neón daban una sensación de vida y movimiento. Los cafés tenían terrazas al aire libre, con mesas y sillas que invitaban a quedarse un rato y disfrutar de una bebida o de una buena comida.

La gente aquí se mueve con tranquilidad. Algunos paseaban por las tiendas, mientras que otros se relajaban en las terrazas de los cafés, disfrutando del ambiente. Había un aire de calma y sofisticación, pero sin la rigidez que a veces se siente en otras partes de la ciudad.

El suelo estaba cubierto de losas y mosaicos, dándole un aspecto elegante pero relajado. Había bancos cómodos para sentarse, y algunas fuentes y esculturas pequeñas.

Pagina 3~

[Los cuerpos de mis hermanos cayeron. Sus ideales persistieron, pero el dolor de su pérdida opacó las voluntades que habían heredado hacia sus hijos. El vacío que dejó era insondable. Pensé que quizás, con algo de paciencia y el amor de nuestras hermanas, se podría encontrar un rayo de esperanza en medio de la oscuridad. Pero en el vasto y sombrío entorno en el que vivíamos, la tristeza se había convertido en el pan de cada día, una sombra constante que nos envolvía. Fue una espiral de dolor que lentamente se transformó en ira, una llama que crecía sin cesar. Y la ira, como una tormenta desatada, desembocó en una búsqueda implacable de venganza.]

Una gran avenida apareció ante sus ojos, abriéndose como un umbral hacia un nuevo mundo. Dos imponentes torres se erguían hacia el cielo, sus fachadas de cristal reflejando los últimos rayos del sol, dándoles un brillo casi etéreo. Bajo estas torres y extendiéndose a sus alrededores, se alineaban pequeñas construcciones que conformaban un paisaje urbano vibrante: hoteles de lujo con sus luces parpadeantes, casinos deslumbrantes llenos de neón y restaurantes bulliciosos donde la gente reía y charlaba animadamente.

 Ansoku seguía inmerso en su lectura, ajeno a la vida que pulsaba a su alrededor, y no se dio cuenta de que una mujer, con una expresión de urgencia en su rostro, estaba negando con un dedo al cruzar la calle.

[El dolor desembocó en ira, y la ira en venganza—

*¡¿QUÉ-BAAAAAN?!*

Un sonido aturdidor sacudió el aire, como si un trueno hubiera estalado en medio de la ciudad. Ansoku dejó de leer de manera abrupta, sintiendo como si el mundo se hubiera detenido en ese instante. Sus pies se quedaron pegados al suelo, inmóviles. Giró rápidamente hacia su derecha, y un auto pasó a una velocidad frenética, su estela de viento sacudiendo su cabellera oscura.

En el panel holográfico frente a él, una mujer, cuya imagen parecía distorsionada por la urgencia, sacudió la cabeza con desesperación. Una gran y monstruosa boca en la pantalla se abría en un grito mudo de "¡NOOOO!" Apenas había puesto un pie sobre las líneas amarillas de la calle cuando se dio cuenta de que el peligro era inminente.

El alto estaba aún.

Rápidamente volvió su pie encima de la cera. El holograma de la mujer se distorsiono y esta volvió a ese movimiento repetitivo donde ella negaba el paso.

Ansoku pensó sobre lo descuidado que había sido. La realización le golpe con fuerza: había estado tan absorto en su lectura que había perdido de vista el mundo que lo rodeaba. En ese momento, comprendió que seguir leyendo de manera tan descuidada no era prudente. La idea de seguir en su burbuja de concentración le pareció imprudente y potencialmente peligrosa. La preocupación se deslizó en su mente, llevándolo a la conclusión de que debía actuar.

No era buena idea seguir así. Con un movimiento decidido, cerró el libro—se lo dejaría para después—y lo arrojó hacia atrás, en dirección a su mochila. En un segundo, la mochila se abrió automáticamente, recibiendo el libro en su interior antes de cerrarse herméticamente, como si la misma mochila entendiera la urgencia de la situación. Ansoku ajustó las agarraderas de la mochila sobre sus hombros, apretándolas con firmeza. La sensación de seguridad al ajustar las correas le proporcionó una ligera calma, una preparación para volver a la realidad que le había estado esquivando.

En medio de su ajuste, una voz alcanzó sus oídos. Mientras continuaba su camino, el alto sonido provenía del otro extremo de la calle, donde un gran cartel mostraba imágenes vibrantes de productos: «Los grandes herejes del auge. ¡Si su deseo es el alcance del éxito! ¡Disfruta de unos grandes auges! ¡Su vitalidad será monstruosa!» El cartel parecía anunciar unas galletas enigmáticas, pero el mensaje era lo suficientemente intrigante como para captar la atención incluso del más distraído.

A su lado, una mujer abrazaba un gran pilar de metal que parecía moverse como si olas de partículas lo rodearan. La voz anunciaba: «No olvides el paraíso que puedes tener. Después de todo, tus deseos son nuestras órdenes. El nuevo Fúngico de nuestros amigos Leirous. Disfrútalo ahora.» La promoción era claramente para un artefacto dirigido a adultos, pero lo que realmente llamaba la atención era la voz que poco a poco se volvió tan limpia por Ansoku.

"Noticias de ultima hora" anunció la voz de la presentadora, que parecía surgir de las entradas del mismo cartel. "En esta mañana han surgido una serie de eventos sísmicos menores. Quizás para aquellos habitantes de las subdivisiones superiores desde la 87 hasta la 46 no haya se hayan percatado de esto. Sin embargo para aquellos fuera de los mencionados, la DUIS en conjunto con la SSNCS ya han comenzado a movilizarse".

¿Qué era la DUIS y la SSNCS?

Department of Urban Infrastructure and Sustainability—o mejor conocido como el DUIS—es la agencia encargada de la planificación, construcción y mantenimiento de la infraestructura. Se ocupa de todo, desde la gestión de redes de transporte y el mantenimiento de puentes hasta la implementación de soluciones sostenibles para el desarrollo urbano. Esta agencia fue desarrollada por Kein Ludbaghen en el invierno de la era 1.

 

El DUIS fue diseñado con el propósito de centralizar los esfuerzos de todos aquellos diseñadores, ingenieros y demás trabajadores que deseaban contribuir a la mejora o creación de infraestructuras. A diferencia del mundo antiguo, donde el trabajo se divide entre distintas empresas y personas, en el presente tiempo, el DUIS es la única agencia responsable de fomentar y coordinar el desarrollo de la infraestructura en la gran nación. Su enfoque centralizado permite una mayor cohesión y eficiencia en la construcción y mantenimiento de la ciudad, facilitando un progreso más ordenado y efectivo en el desarrollo urbano.

Sampūrṇa Surakṣā aur Nāgarik Surakṣā Nideshalay—o mejor conocido como el SSNCS—es la agencia encargada de la protección y seguridad de los ciudadanos en la vasta y dinámica metrópoli. Esta dirección supervisa la seguridad pública, maneja las respuestas a emergencias e implementa medidas preventivas para salvar a la población contra diversas amenazas. Creada por Arjun Viraaj en el tiempo antiguo cuando La Gran Nación estaba en sus prematuros años.

El SSNCS fue creado con el objetivo de centralizar las operaciones de seguridad y protección en un solo organismo, facilitando una respuesta más coordinada y efectiva ante cualquier crisis. Utiliza tecnología de vigilancia de última generación y equipos de respuesta rápida para asegurar la integridad y el bienestar general de los habitantes. Esta agencia refleja el compromiso con la diversidad y la integridad en la administración de la seguridad, asegurando que las estrategias y recursos estén alineados para proteger a la población de manera integral.

El sonido de la mujer sacudiendo sus caderas y lanzando un beso llamo su atención. Aquel holograma finalmente dio con finalizado el "Alto" ​​y permitió que Ansoku siguiera su camino poniendo un pie sobre aquellas líneas amarillas.

Se alejo del panel de noticias, el eco de la advertencia todavía se avivaba en su mente. Con paso decidido cruzo la calle y siguió su camino con aquellos enormes muros de metal a su derecha y la avenida a su izquierda. Poco a poco el cromo en el muro se vio remplazado por ventanas azules y vidrios en vertical brillantes. Cambiaban de color.

Las personas iban en la cercanía y se alejaban en la lejanía. Ansoku giro hacia su derecha, continuo por la calle larga hasta el final. Habia carteles, maquinas expendedoras que mostraban promociones con rostros deformados.

Podía escuchar el sonido metálico de los coches magnéticos deslizándose por la avenida. Los grandes edificios cubrían el sol y apenas los rayos del sol iluminaban aquella calle, proyectando sombras largas y pesadas que se mezclaban con el resplandor artificial de los anuncios.

—Dame algo de valor… Un poco de Valorix. —La voz quebrada de un hombre tirado en el suelo junto a una gran maceta metálica interrumpió el ritmo urbano. Con su cuerpo medio recostado contra el muro de acero, extendiendo una mano temblorosa hacia Ansoku. La expresión en su rostro era una mezcla de desesperanza y fatiga, y sus ojos imploraban algo más que un simple gesto de caridad.

Ansoku desvió la mirada, sus pensamientos turbados por la imagen del hombre y el resplandor crudo de la realidad que contrastaba con el brillo de la avenida. El murmullo de desaprobación de los transeúntes, como un eco distante, se hizo evidente: "¿Por qué están aquí? No se supone que los de la 84 debían estar fuera". Los comentarios despectivos se mezclaban con el sonido del tráfico, marcando un círculo de desdén alrededor del hombre en el suelo.

—Ojalá se lo lleven antes de que siga ensuciando nuestras calles. Miserable… —La voz cargada de repugnancia de una mujer arrastró a Ansoku de vuelta al presente. Las palabras, duras como el acero de los edificios que los rodeaban, resonaron en su mente, acentuando la creciente sensación de desasosiego que sentía.

Un sonido de promoción rompió la tensión momentánea. «¡Nuevos reemplazos! ¡Reemplaza tus ideas!» El hombre en un traje llamativo giraba su cabeza en un remolino de colores saturados, promoviendo un producto con la misma intensidad con la que el hombre en el suelo pedía ayuda.

La disparidad entre los dos mundos, uno de consumismo brillante y otro de desesperación palpable, parecía casi surrealista.

"Valor… quiero valor". La voz del hombre, arrastrándose con cada palabra, se volvió un murmullo constante en el oído de Ansoku. Cada intento del hombre por moverse parecía una lucha contra el peso de su propia impotencia.

Ansoku, sintiendo el peso de la situación, presionó las agarraderas de su mochila y continuó su camino. Su mente se aferraba a la imagen del hombre, una sombra persistente en su camino.

No parecía contento. Ansoku por primera vez en el día comenzaba a despertar en aquel mundo en el que vivía. La emoción y sentimiento de ensueño que el libro le había proporcionado se estaba desvaneciendo en un susurro casi inaudible.

Era triste. Se pregunta si debía haber caminado por esa calle. Ese día, Ansoku se preguntó si no hubiera perdido su Epoch, ¿Él hubiera caminado por esa calle? Pero entonces recordó una frase:

"Él hubiera no existido…"

Junto a esa frase, la memoria de un hombre fresco en su mente vibraba. Ansoku frunció el ceño y alcanzo un rayo de sol en la calle. Sus opacos ojos grises parecían brillar como algo aperlado.

[…]

—Llegué… —murmuró Ansoku, su voz perdida en el bullicio urbano. Delante de él, un gran cartel se erguía en el muro de un edificio hotelero, mostrando una imagen cruda: un grafiti de un hombre de tez oscura con una mirada amenazante, flanqueado por dos cadáveres en huesos. La pintura vibrante parecía intensificar el desolado entorno.

Ansoku descendió las escaleras a la derecha, sus pasos resonando en el vacío. Cada escalón era un eco de su creciente malestar, mientras la extensión de calle al final de las escaleras se desvelaba como un escenario de reuniones desordenadas. En la esquina, un grupo charlaba animadamente, su conversación y risa resonando en el aire desolado.

—¡Ey, Villalín! —Una voz chillona rompió el silencio. Un hombre de tez morena y mohicana verde, con un chaleco de cuero oscuro y púas fosforescentes, alzó su brazo en un saludo exagerado desde el barandal junto a una máquina expendedora con la frase "¡MOTELERO!"

Ansoku contuvo una mueca, su rostro esbozando una reacción involuntaria ante el apodo "Villin" que resonaba con una familiaridad incómoda.

— ¿Villin? —Un hombre de saco y cabello blancos, con un peinado anticuado que parecía fuera de lugar, dirigió una mirada inquisitiva hacia él. El apodo parecía una marca, una forma de distinguirlo o quizás de humillarlo.

—¿El niño está aquí? —Dos de los cuatro se giraron hacia Ansoku, su atención ahora completamente centrada en él. La mujer de afro a un lado del hombre con la mohicana se inclina sobre el barandal, su actitud despectiva evidente en su postura. El otro hombre, de cabello rubio y sonrisa inquietante, observaba a Ansoku con una mezcla de curiosidad y burla.

— ¿H-Hola…? —El saludo de Ansoku era titubeante, su incertidumbre reflejada en su expresión. La necesidad de interactuar con ellos era clara, pero su incomodidad lo mantenía a la defensiva.

*PAF*

Antes de que pudiera reaccionar, un hombre se balanceó sobre él, golpeando su hombro con una familiaridad que no deseaba.

—Zogbot, no deberías de pegarte mucho al chico. Aric no estará contento si nos ve. —El tono de Reno, forzado y amistoso, hacia que la presión en el hombro de Ansoku se sintiera aún más agobiante.

—¡Tranquilo! —Zogbot, con una risa estridente, levantó su palma y golpeó el hombro de Ansoku una vez más—. Es solo un saludo de amigos o no, ¿Villin?

Ansoku tragó saliva, sintiendo cómo cada golpe en su hombro incrementaba su incomodidad. La sonrisa forzada que intentó mantener no era suficiente para convencer al grupo, y la tensión en su rostro se volvió palpable.

—Parece que apestas, Zogbot —la mujer de afro dijo con una sonrisa burlona—. Mira al chico, parece que va a vomitar.

*¡JIJIJI-JAJAJA!*

Las risas estridentes del grupo, especialmente la del hombre rubio con la sonrisa desquiciada, llenaron el aire con un sonido irritante. La dentadura metálica del hombre, oxidada y grotesca, provocó una ola de repugnancia en Ansoku. La risa, más que un sonido, se sintió como un ataque directo a su paciencia.

—¿Asco? No lo creo. Los amigos no se pueden preguntar de sus otros amigos, ¿verdad? —Zogbot presionó aún más su mano en el hombro de Ansoku, el tono fingiendo camaradería pero cargado de una amenaza velada.

Ansoku no pudo evitar que una mueca de molestia emergiera en su rostro. La sonrisa que había intentado mantener se desvaneció, y su mirada se desvió al suelo. Zogbot, con su altura imponente y su cuerpo corpulento, parecía una sombra dominante que se cernía sobre él. La comparación con un "maldito" gorila resonaba en su mente, y la incomodidad se hacía cada vez más intensa.

Ansoku se esforzó por enfocar su mirada más allá del abrumador Zogbot, intentando no perderse en la inmensidad de su presencia. A medida que sus ojos se movían hacia los otros tres miembros del grupo, cada uno de ellos aportaba su propia presencia distintiva a la escena.

El primer miembro era el hombre de cabello rubio. Su cabello estaba cuidadosamente peinado hacia atrás, con un brillo artificial que resaltaba bajo las luces de la calle. A pesar de su sonrisa desquiciada, su rostro tenía un aire de deliberada perfección. Su piel era pálida, contrastando con la negra de sus ojos. Vestía una chaqueta de tela sintética de alta tecnología, ajustada y reluciente, que se veía como un intento de mantener una imagen de sofisticación a pesar de la sonrisa distorsionada que mostraba. Cada movimiento suyo parecía una combinación de precisión meticulosa y descontrol, y su dentadura metálica y oxidada añadía un toque grotesco a su ya inquietante presencia.

A la izquierda del hombre rubio, la mujer de afro tenía una presencia llamativa por derecho propio. Su cabello, recogido en un voluminoso afro, estaba adornado con pequeñas trenzas que brillaban con un tenue resplandor azul, como si tuvieran vida propia. Su piel era de un profundo tono marrón, acentuado por el resplandor de la luz artificial. Llevaba un vestido ajustado y brillante que cambiaba de color con cada movimiento, mostrando destellos de púrpura y verde. Sus ojos, grandes y brillantes, observaban a Ansoku con una mezcla de diversión y desprecio. Cada gesto y risa de ella era una expresión de confianza y superioridad, subrayada por su actitud relajada sobre el barandal.

El último miembro del grupo proyectaba una imagen de refinada sofisticación. Llevaba un saco blanco inmaculado que destacaba notablemente entre la ropa más casual de los otros miembros del grupo. A pesar del desorden y la suciedad del entorno, el saco se mantenía sorprendentemente limpio y elegante, confiriéndole un aire de distinción y autoridad.

Su cabello blanco, cuidadosamente peinado hacia atrás, complementaba su atuendo de manera impecable. La camisa negra de seda que llevaba debajo del saco acentuaba el contraste con el blanco puro de la chaqueta. Aunque su apariencia era pulcra, su actitud no lo era; sus ojos, de un gris claro, examinaban todo con una mezcla de desdén y evaluación.

Su rostro, enmarcado por una barba de unos días, proyectaba una sensación de desinterés calculada. Cada gesto, desde el ajuste meticuloso de su saco hasta el leve movimiento de su cabeza, emanaba un aura de control y sofisticación. A pesar de la informalidad que lo rodeaba, su presencia imponía una autoridad silenciosa que contrastaba con el ambiente caótico.

Zogbot era el primer hombre, Xyllian era la mujer y Reno era el hombre de sonrisa psicótica. Pero, aquel hombre de cabello blanco, el era diferente. Su nombre era Xanders. Y pese a que Ansoku lo conoció, le pareció raro verlo por aquí, verlo justamente ahora, justo en este momento en que él estaba ahí.

Zogbot, Xyllian y Reno estaban en medio de una conversación animada, mientras Ansoku permanecía al margen, claramente incómodo y distraído por la presencia de Xanders.

—¡Vamos, Villín! —exclamó Zogbot, lanzando una risa estruendosa. Su mano todavía estaba en el hombro de Ansoku, apretando con fuerza. —¿No vas a unirte a la diversión?

Xyllian se inclinó hacia adelante, con una sonrisa maliciosa en los labios.

—Sí, ¡dile a Zogbot que te suelte! No quiero que te ahogue antes de que podamos divertirnos.

Reno se río a carcajadas, mostrando su dentadura metálica oxidada.

—¡Vamos, no mares aguafiestas! ¿No quieres ver qué hemos planeado para hoy?

El grupo parecía realmente disfrutando de la situación, sus risas y comentarios llenaban el aire. Zogbot hizo un gesto hacia un pequeño cubículo cercano donde había una colección de aparatos electrónicos y juguetes.

—Mira esto. Aric nos dio acceso a algunos gadgets nuevos. ¡Estamos probando la última tecnología en juegos!

Xyllian se acercó al cubículo, su vestido cambiando de color en un espectáculo de luces.

—Ah, sí, lo he visto. ¿Qué tal si hacemos una pequeña competencia? ¿Quién gana se lleva el premio? —Su mirada se volvió hacia Ansoku con una mezcla de desafío y burla pero también de algo más.

[Un premio mayor.]

Zogbot soltó su hombro y toco su espalda, alcanzo su mochila.

[El premio mayor.]

Se le tensaron los hombros a Ansoku. La sangre se le helo y entonces alzo su mirada. "¿Por qué esta aquí…" se pregunto para sí mismo, aunque el murmullo de los otros hacia que la pregunta parecieran más una reflexión que nada.

Zogbot noto el cambio en el animo de Ansoku y miro hacia donde él estaba mirando.

—¿Qué pasa Villin? ¿Xanders te está poniendo nervioso?

Mentiría si dijera que no. El azabache de ojos grisáceos mirada intercaladamente a Xanders y la parte derecha del barandal observando grandes palabras en neón sobre una puerta de metal.

Xyllian lo noto.

—A dónde estás mirando niño? No me digas que estás esperando a Aric, ¿O sí?

Ansoku trago saliva, sintiendo el peso de la mirada de todos sobre él. El constante escrutinio y la presión de Xanders hacia que su situación se sintiera aún más desesperante.

—N-No… no estoy esperando a Aric —Mintió. Era lo que más quería en el mundo, ver a ese hombre. Ahora mismo… ¡Ya! —. Solo… ¡S-Solo! Estoy pensando en algo…

La mirada de Xanders, fría y calculadora, seguía fijada en él, mientras el grupo parecía continuar con sus bromas y comentarios, ajenos a la creciente tensión que sentía Ansoku.

—Villin.

La voz apacible de Xanders cortó el bullicio en el aire. Su tono, tranquilo pero cargado de autoridad, captó la atención de todos en el grupo. Xanders levantó el mentón con soltura, su postura erguida y segura, con los brazos colgados relajadamente a los costados. Su mirada fija en Ansoku tenía una matiz de inquisición que hacía que la atmósfera se volviera más densa.

— ¿Qué haces aquí? —preguntó Xanders, su voz implacable y directa, atravesando el murmullo del grupo. Bajo su mentón—. ¿Por qué estás aquí?

Su mirada atravesaba al chico, Xanders veía más allá del chico.

Ansoku no supone que responda en ese instante. Zogbot había detenido su mano en la mochila, apretándola con sus grandes dedos marrones. Mirando por el rabillo de su ojo y con una gota de sudor cayendo por su frente, el azabache presionó los puños.

—Oye…

—Y pensar lo mucho que se esfuerza la institución por brindarte un buen ambiente para, ¿Ya sabes? Vivir. Hmph… me apena verte en estas situaciones Villin. Tanto para nada —movió su mirada de lado a lado con un gesto de pena—. ¿Qué diría la señorita Villin de esto?

La gota de sudor cayó.

Los hombros de Ansoku se tensaron aún más y parecían que sus puños crujían. La comisura en sus labios se unió a un gesto desaprobatorio.

No estaba contento con la última pregunta.

—¿Cómo sabes que estaba aquí? —pregunto sin tartamudear.

Xanders notó el cambio de actitud en el chico—dio en el clavo—y con una sonrisa interior volvió su mirada al chico.

—Tu Época —respondió—. Parece que lo perdiste ¿No? Pese a lo mucho que te decimos que lo cuides, vas y lo pierdes. Y no solo eso. Te aseguraste de vaciar los fondos antes de que se te pierda. ¿Sabes lo mucho que se preocupó la señorita Trorom? Parecía que estabas en medio de una huida. Además recibimos una notificación de la academia. Volviste a saltarte las clases de esta semana.

La mirada de Xanders se endureció aún más, como si estuviera evaluando cada aspecto de Ansoku con una precisión clínica. La tensión en el aire se volvió casi palpable.

 

—Dime, Villin —volvió a preguntar Xanders, su voz adquiriendo un matiz de desdén—, ¿qué haces aquí realmente? ¿Por qué te empeñas en rodearte de estas… cosas?

Ansoku frunció el ceño, su incomodidad creciendo con cada palabra de Xanders. El desprecio en la voz de Xanders estaba dirigido no solo hacia su presencia, sino hacia sus preferencias y pasatiempos. Zogbot, Xyllian y Reno observaban, sus miradas cambiando entre el enfrentamiento y los gadgets, sin mostrar demasiado interés en la conversación que se desarrollaba.

—¿Qué te atrae de "esas cosas"? —continuó Xanders, su tono cargado de una repulsión apenas disimulada—. No puedo entender por qué alguien con un mínimo de buen juicio encontraría fascinación en cuentos… aberraciones.

La pregunta de Xanders, aunque formulada de manera indirecta, tenía una carga de crítica que resonó claramente. Ansoku sintió cómo el enrojecimiento se apoderaba de su rostro, su cuerpo tensándose en respuesta a las palabras hirientes.

—A mí me parecen interesantes —logró decir Ansoku, tratando de defender su interés con una voz que temblaba levemente—. Hijo… diferentes.

Xanders soltó un resoplido de desdén, moviendo la mano en un gesto de deseo.

—¿Interesantes? —repitió Xanders, su voz cargada de incredulidad—. ¿Diferentes? No puedo comprender cómo alguien puede desperdiciar su tiempo con semejantes curiosidades. ¿Qué te lleva a buscar entretenimiento en estas… rarezas? Es patético, la verdad.

Ansoku sintió un peso en el pecho, sus esfuerzos por mantener la compostura se estaban desmoronando bajo el ataque verbal de Xanders. Miró hacia los lados, buscando apoyo en los otros miembros del grupo, pero solo encontró miradas distraídas o desinteresadas.

—No te das cuenta de lo absurdo que es? —siguió Xanders—. Estos gustos extraños… ¿Acaso es culpa de tu padre, tal vez? Alguien tenía que influenciarte de esta manera. Es un verdadero milagro que hayas desarrollado esta inclinación hacia lo insólito, y me atrevería a decir que es directamente proporcional a las malas decisiones que ha tomado él en su vida.

La referencia al padre de Ansoku fue el golpe final. Xanders había golpeado en el centro de la herida, y el chico sintió cómo una ola de frustración y rabia se acumulaba dentro de él. La insinuación de Xanders sobre la influencia negativa de su padre no solo era una afrenta personal sino también un recordatorio doloroso de la complicada relación que tenía con su figura paterna.

— ¿Qué te hace pensar que es culpa de él? —preguntó Ansoku, con voz firme, aunque su enojo se mezclaba con tristeza.

La tensión se volvió casi tangible cuando las palabras de Xanders resonaron en el aire. Su expresión, aunque calmada, estaba impregnada de un desprecio tan evidente que parecía contagiarse a todo lo que tocaba.

—La manera en que actúas, tus elecciones… no es difícil hacer la conexión. A veces, las debilidades de los padres se reflejan en los hijos, y tú eres una prueba viviente de ello. Tantos sacrificios de nuestra institución para que el hijo de Mirai Villin termine rodeado de ineptos en un callejón lleno de… basura. —Xanders lanzó una mirada despectiva hacia el entorno que rodeaba a Ansoku, su rostro distorsionado en una mueca de desdén.

Su mirada se desvió hacia la gran tienda cercana, que parecía un faro de modernidad en medio de la decadencia del área. Xanders sacudió la cabeza con una mezcla de aburrimiento y repugnancia.

—Pero era de esperarse. Si no fuera por ese hombre, quizás el nombre de tu madre no se habría manchado de esta manera.

La declaración cortante parecía no dejar lugar a dudas sobre la falta de respeto que Xanders sentía hacia el padre de Ansoku. Cada palabra era una puñalada dirigida directamente a la herida abierta de su orgullo.

—¡Cállate! —gritó Ansoku, su voz rompiendo el silencio tenso que se había instalado entre ellos.

El grito de Ansoku resonó con una intensidad inesperada, cargada de furia reprimida. El grupo observó con sorpresa, el sonido rompió el frenesí que Zogbot, Xyllian y Reno estaban provocando con su distracción. Los ojos de Xanders se entrecerraron ligeramente, su expresión cambiando a una mezcla de sorpresa y satisfacción por la reacción provocada.

Ansoku sintió una oleada de frustración, su cuerpo temblando ligeramente mientras trataba de controlar el torrente de emociones. La confrontación había alcanzado un punto crítico, y las palabras de Xanders seguían golpeando con precisión cada uno de sus puntos vulnerables.

— ¿Qué fue eso? —preguntó Xanders, con un tono casi divertido—. ¿Eso es todo lo que tienes? O es acaso…

Xanders afilo su mirada, Zogbot lo entendió.

[¿Qué tienes más?]

La mochila la presionó, tiró de ella y Ansoku se sorprendió.

—E-Espera... —balbuceó, el temor reflejado en sus ojos mientras sentía una ola de desesperación. Esa mochila contenía algo extremadamente valioso para él, algo que no podía permitir perder.

*RRIIIIP*

El sonido desgarrador llenó el aire cuando Zogbot, con un movimiento brusco, arrancó la mochila de la espalda de Ansoku. Las luces blancas de la mochila parpadearon con intensidad antes de apagarse en un parpadeo inquietante. Ansoku cayó al suelo de cara, soltando un quejido de dolor y sorpresa mientras se desplomaba.

Las risas del grupo se extinguieron momentáneamente, reemplazadas por un silencio expectante mientras todos miraban a Ansoku, que se retorcía en el suelo.

Xanders miró a Zogbot con una expresión que combinaba aprobación y cálculo. Su balanceándose con la cabeza, y sin dudarlo, Zogbot lanzó la mochila hacia adelante, estrellándola a los pies de Ansoku. El impacto produjo un crujido metálico que resonó en el aire mientras la mochila se rompía por la parte delantera.

La mochila se abrió de par en par, dejando caer una serie de aparatos esparcidos por el suelo. Entre los dispositivos y objetos desparramados, algo captó de inmediata la atención de todos.

—Un libro. —La voz de Xanders, tranquila pero cargada de una intensidad palpable, paralizó el momento.

El libro cayó en medio del caos, sus cubiertas agrietadas y sus páginas algo arrugadas, pero claramente intactas.

Xyllian se inclinó hacia adelante, su expresión una mezcla de sorpresa y decepción mientras sus ojos se posaban en el libro.

—Un libro? —preguntó, su tono reflejando una sorpresa apenas disimulada. —No puedo creer que todo este alboroto sea por un simple libro. ¿Esto es lo que tanto valoras, Villin?

Reno, aún con su sonrisa psicótica, dejó escapar una risa seca mientras miraba el libro esparcido entre los gadgets.

—¿En serio? ¿Eso es todo? No puedo creer que hayas pagado una fortuna por esa cosa. ¿Qué puede tener de tan especial? —se echó hacia atrás, cruzándose de brazos mientras se reía. —Debió de ser una estafa monumental.

Zogbot, con su risa resonante, añadió su comentario final con un tono burlón.

—¡Ja! Mira esto. ¡Parece que el mocoso fue engañado como un tonto! —se inclinó hacia adelante, mirando a Ansoku con una sonrisa de satisfacción. —Cómo te sientes ahora, sabiendo que has sido estafado por algo tan... ¿antiguo? ¿Eso es papel? ¡¡Jajaja!!

Xanders miró el libro con una mezcla de incomprensión y desdén, su ceño fruncido mientras examinaba el objeto que había causado tanto revuelo. Sus ojos se desplazaron por la portada, tratando de encontrar alguna señal de su valor oculta.

—...un maldito libro de papel —murmuró Xanders, su voz cargada de incredulidad. La frustración se hizo evidente en su tono. — ¿De verdad creíste que esto justificaría todo este alboroto?

Con un movimiento brusco, Xanders se inclinó hacia adelante y tomó el libro del borde de una esquina. Con un gesto áspero, lo levantó, provocando que algunas páginas se rasgaran con un sonido desgarrador. La reacción de Ansoku fue inmediata; su rostro se enrojeció de rabia y angustia mientras intentaba levantarse para detener a Xanders.

—¡Deja eso! —exclamó Ansoku, su voz cargada de desesperación y enojo. —¡No tienes idea de lo que estás haciendo!

Xanders, con el libro aún en la mano y algunas páginas desgarradas colgando, levantó la vista hacia Ansoku. Su expresión reflejaba una mezcla de ira y desconcierto, como si no pudiera comprender la magnitud de la reacción del chico.

— ¿Qué hay de especial en este pedazo de papel? —preguntó Xanders, con un tono que mezclaba incredulidad y desprecio. — ¿Cómo puede algo tan insignificante tener tanto valor para ti? ¿Es este tu preciado tesoro?

La incomprensión de Xanders era palpable, y su actitud despectiva solo aumentaba la tensión en el ambiente, mientras Ansoku observaba con frustración cómo el libro se deterioraba en las manos de su enemigo.

—¡Dámelo! —exclamó Ansoku, levantándose torpemente, su rostro reflejando una furia incontrolable.

Xanders ajustó el libro con ambas manos, la ceja arqueada en un gesto de escepticismo. Su mirada se posó sobre el objeto como si intentara desentrañar el misterio detrás de su valor.

—Gastate los Valorix de toda tu temporada por ¡¿esto?! —dijo, la incredulidad palpable en su tono. —Estuvimos dudando mucho de ti últimamente. Trorom pensó si era justo dejarte encerrado en la torre, pero decidió darte libertad y para esto usaste tu libertad. Mezclarte con estos sitios, por ¡estas! ¿cosas?

Su mirada se volvió hacia Ansoku, en el suelo, con una expresión cargada de desdén.

—Eres igual a tu padre. Inepto, estúpido y sobre todo arrogante —continuó Xanders, elevando su mentón con desprecio. Sacudió las páginas del libro, haciendo que algunas se desprendieran con un crujido sordo. —Un hombre puede ser arrogante, pero por las razones correctas. Sin por...

Xanders se detuvo en seco al leer una palabra en una de las páginas rasgadas. Sus ojos se ampliaron con una mezcla de sorpresa y desdén. Sin previo aviso, arrojó el libro hacia un lado. Ansoku escuchó el sonido desgarrador del papel siendo rasgado y el libro rompiéndose en el suelo. Su corazón se detuvo momentáneamente mientras decenas de páginas volaban en todas direcciones, el tiempo parecía haberse congelado en ese instante de devastación.

Ansoku miraba horrorizado mientras el libro, que había sido su preciado tesoro, se desplomaba en pedazos frente a él. Su mente se llenó de una desesperación creciente, cada página rota era una herida en su alma, cada fragmento de papel volador un golpe a su esperanza.

El azabache se quedó paralizado en el suelo, su mirada fija en los fragmentos dispersos del libro, cuando de repente, el murmullo de la multitud se desvaneció en el fondo de su mente. En ese silencio roto por el sonido de páginas rasgadas, escuchó el susurro familiar de su padre, resonando en su mente como un eco lejano:

 "Está bien, pensar en las cosas que otros no quieren pensar no es un pecado. Es el arte del ser humano, buscar comprender aquello que otros temen. Eso, cambiará el futuro."

Las palabras flotaron en el aire, envolviendo a Ansoku en una burbuja de introspección y dolor. El recuerdo de su padre le ofreció un breve respiro de la realidad cruel que lo rodeaba. En medio de la desesperación, encontró un atisbo de consuelo en la convicción de que el libro, aunque destrozado y deshonrado, representaba algo más grande, un propósito más profundo que trascendía el momento presente.

Xanders, ajeno a la tormenta interna de Ansoku, continuó su reprimenda con una mezcla de ira y desconcierto.

—Eres un inútil, un tonto que no entiende el valor de las verdaderas oportunidades —dijo, su voz cargada de desprecio mientras miraba el libro destrozado.

Xanders avanzó con pasos firmes hacia Ansoku, sus movimientos implacables y decididos. La rabia y la frustración eran evidentes en su rostro, cada uno de sus pasos resonaba como un eco de desprecio. La mirada de Xanders se endureció aún más al acercarse al joven, sus ojos penetrantes reflejaban una mezcla de desprecio y desdén. Ansoku, en el suelo, sintió un nudo en el estómago al ver la aproximación de Xanders. La presencia de este hombre era opresiva, como una sombra que se extendía para envolverlo en una oscuridad implacable.

Cuando Xanders estuvo lo suficientemente cerca, se detuvo y se inclinó hacia adelante, el aire cargado de tensión entre ellos. Su voz, fría y cortante, se deslizó con una precisión calculada, cargada de una desaprobación mordaz.

—Seguir con esas estúpidas ideas de comprender el mundo antiguo no es algo que deje buenos frutos —dijo Xanders, su tono cargado de un desdén palpable—. Mucho menos intentar entender a esas cosas, a los…

Xanders ajustó su postura, su cuerpo se erguía con una autoridad implacable mientras dejaba que sus palabras cayeran con la misma severidad que sus pasos. Su expresión facial mostraba una mezcla de ira y frustración, y sus ojos, al observar a Ansoku, estaban llenos de una intensidad que parecía querer desentrañar el mismo corazón del joven. Había algo en la manera en que Xanders se movía, en la forma en que su cuerpo se tensaba y sus manos se apretaban, que transmitía la magnitud de su desprecio hacia las obsesiones de Ansoku.

—————[Jiyu]—————