Levi Argent:
Le doy un beso cálido en la frente a la pelirroja que reposa a mi lado, con suavidad quito mi brazo y dejo su cabeza reposar en la almohada. Admiro su hermoso rostro, su piel blanca y suave como la porcelana, adornada por unas tenues pecas, acaricio su mejilla con el dorso de los dedos.
Mi celular vibra en la mesita de noche, me aproximo a cogerlo. La pelirroja se remueve un poco, pero continúa dormida. Veo la pantalla, la llamada de Morgan me resulta normal, seguro paso algo en el club. «Siempre se las arregla solo», pienso y vuelvo a dejar el celular en la mesa de noche. No se demora en volver a vibrar como loco. «Merda»
Acerco el celular y respondo la llamada.
Jefe — la voz no me resulta familiar.
Alejo el dispositivo de mi oreja para poder ver quién es, es un número desconocido.
Jefe, soy Alessandro — se identifica después de que no respondo.
Me incorporo y apoyo la espalda en el cabezal de la cama.
Son las putas tres de la mañana, Alessandro — Digo un poco irritado.
Todos saben que las únicas llamadas que recibo después de las doce son las de Morgan y sus hermanos.
Señor, su hermana… Mi hermana está con Maddox, si no la encontraste en su casa, no te preocupes, sé donde está. Toma la noche libre — le interrumpo. Su hermana acaba de ser ingresada al hospital — Mi corazón se detiene al escuchar esas palabras —, ella y el señor Ghost se accidentaron.
Me levanto de inmediato y empiezo a buscar mi pantalón.
¿A qué hospital se la llevaron? — deslizo el pantalón en mis piernas.
La mano de Addison se desliza por mi espalda, me muevo para que no me toque.
En el Hilltop Hospital — responde y yo termino la llamada, tiro el teléfono a un lado.
Giro la cabeza y veo a la pelirroja cubriendo sus voluptuosos senos con la sabana. Me ve expectante, pero no digo nada, al contrario, continúo vistiéndome.
Nunca sales a estas horas, algo grave tuvo que haber pasado — Se levanta y busca su ropa en el suelo.
La ignoro y me calzo los zapatos, me levanto y paso la mano sobre la tela del traje para quitar cualquier arruga. Agarro el celular y envió un mensaje a mi guardaespaldas, no sé demora en responderme.
Vuelvo en unas horas — Digo mientras me giro para ver a Addi.
Se ha puesto el vestido verde esmeralda, que llevaba puesto hace unas horas antes de que se lo quitara y lo tirara como si no costara más de diez mil dólares. Me acerco a ella y poso mi mano en su cintura.
¿A dónde crees que vas? — pregunto serio y con la mirada fija en ella.
Addi se alisa el vestido en su abdomen.
Contigo — Responde concentrada en la apariencia del vestido.
La agarro de la mandíbula con fuerza y la obligo a verme, esbozo una sonrisa fría.
Te vas a quedar aquí y me esperarás — la empujo a la cama, la observo de pies a cabeza —. Te queda hermoso, pero cuando vuelva quiero encontrarte desnuda.
Aprieta la mandíbula y sus ojos llenos de rabia y sumisión, me llenan de lujuria y de mil ideas para follar y hacerla gemir como una gata en celo. Le guiño el ojo y me alejo dejando los pensamientos lujuriosos, y volviendo a la preocupación de como puede estar Liana.
Cierro la puerta tras de mí. En el pasillo, está una de las señoras del servicio arrastrando un carrito de limpieza por la alfombra negra que cubre todo el pasillo. Paso completamente serio y con las manos metidas en los bolsillos, la señora me saluda y yo devuelvo el saludo.
En los cuartos de ese piso no hay huéspedes, ya que este es mi piso del hotel. Digito la clave del elevador para que se abra, entro en él y me veo en el espejo. Abrocho el último botón del cuello de la camisa y noto que tengo un chupetón muy marcado, suelto, un suspiro, molesto. «Mi reina, te gusta hacerme enojar», digo en mi mente pensando en Addi.
El elevador comienza a descender hasta el sótano sin detenerse. Las puertas se abren y todos mis hombres están ahí parados, esperando mis órdenes. Salgo del elevador y camino hasta el auto que me espera con la puerta abierta.
Addison no puede salir — doy la orden —. Denle lo que ella quiera, pero no puede salir de aquí hasta que vuelva.
Todos sienten y entro al auto, uno de ellos cierra la puerta y mi guardaespaldas acelera. La incertidumbre de que le paso o como está mi hermana me carcome, a pesar de que no lo demuestro, pues debo mantener mi imagen frente a todos mis subordinados, tal cual y como mi padre lo decía: Aunque te estés muriendo, la debilidad no es fuente de respeto, nunca muestres eso.
El auto se mueve a gran velocidad por todo la autopista, dejando atrás a los pocos vehículos que transitan a esta hora. El viaje es corto y callado, durante el mismo recibo unos mensajes de Addison los cuales prefiero no abrir. Belmont se baja y rodea el auto para abrirme la puerta.
Cruzo la puerta de entrada al hospital, los de seguridad intentan detenerme, sin embargo, Belmont los detiene antes de que puedan ponerme una mano encima. Llego a la recepción con mi cara de pocos amigos y por supuesto de nula paciencia.
Marie Liana Davis, ¿Dónde está? — pregunto demandante.
La enfermera me escanea y teclea algo en su computadora.
¿Es familiar? — no despega la vista de la computadora. Soy su hermano. Permítame su identificación — la chica estira la mano sobre el mostrador.
Legalmente, Liana y yo no tenemos los mismos apellidos, ella nunca pudo ser reconocida por mi padre gracias a la perra de Casandra. Hago a un lado el bléiser de mi traje y saco la nueve milímetros, y la pongo en el mostrador. Ella se tensa por completo.
Quédate quieta, no me importaría tener que atravesar tu pequeña cabecita con una bala — Le sonrió —, me vas a decir donde está mi hermana y luego me acompañaras a verla ¿ok?
Sus manos comienzan a temblar y la mirada no se aparta de mis ojos. Ella se levanta y sale de la recepción.
Sígame, por favor — Dice y es pésima ocultando sus nervios.
Sin levantar sospechas vuelvo a guardar mi arma, me giro para ver a Belmont, quien sigue deteniendo dos guardas de seguridad.
Vuelvo en un momento — le informo.
Me acerco un poco a la enfermera que me espera y le rodeo el cuello con el brazo derecho.
Diles a tus compañeros que se relajen, no quiero que el pobre Belmont esté ahí parado todo el tiempo — La chica asiente y les hace una seña, los guardas se relajan y vuelven a su puesto —. Buena chica.
Cruzamos los pasillos y subimos un piso hasta llegar al cuarto, en la silla junto a la camilla está Maddox con el brazo vendado, la camiseta rota y llena de sangre que en algunas partes sigue fresca y en otras no. Halo a la enfermera para que entre y cierro la puerta.
Vas a quedarte aquí — la posiciono frente a la camilla y Maddox solo se levanta al verme —. Dime el diagnóstico de mi hermana mientras arreglo un asunto.
La enfermera hace caso y comienza a leer.
Me acerco a Maddox y lo agarro del cuello apretándolo, termina pegado a la pared con mi mano aún en su cuello.
Fue un accidente — se fuerza a decir mientras sostiene mi muñeca y hace muecas de dolor.
Mis ojos se oscurecen ante sus palabras y giro la cabeza sobre mi hombro para ver a mi hermana. Está llena conectada a algunos aparatos, en su frente hay un cardenal y tiene un brazo enyesado.
¿Quieres que te devuelva a una de tus hermanas en el mismo estado? — arqueo la ceja y vuelvo la mirada a él —. Las amo a ambas, pero amo más a mi hermana. No te atreverías — responde tembloroso.
Suelto una risita sarcástica.
Claro que lo haría — anuncio y lo suelto.
La enfermará termina de hablar y la volteo a ver, ella sigue nerviosa sosteniendo el expediente de Liana en sus manos. La apunto con el índice.
Me agradas — digo y me acerco a ella —, no quiero que mi hermana reciba visitas no autorizadas por mí y quiero que la cuides muy bien — Le sobo la espalda —, voy a recompensarte muy bien, si no hay fallas en tu trabajo.
Ella solo asiente.
Maddox solo me observa desde el mismo lugar donde lo deje, le hago señas para que me siga y abandono la habitación. Hago el mismo recorrido de regreso al auto, pero con el novio de mi hermana siguiéndome.
Los dos entramos al auto y Belmont se queda parado apoyado en la puerta. Me organizo el cabello con la mano y me acomodo para quedar frente a frente con Maddox.
¿Qué mierda paso?
Aprieta su pierna con la mano ilesa.
Ella se enteró de lo de Addison… ¿Cómo mierda se enteró de eso? — pregunto más tenso. Recibió una llamada de alguien desconocido, le informo de todo, ella quería hablar contigo. Antes del accidente íbamos camino al hotel… Quería que tú le resolvieras sus dudas, pero ese maldito borracho se atravesó.
Suspiro al darme cuenta de que esto no fue culpa ni irresponsabilidad de Maddox.
¿Un borracho? — Pregunto bastante interesado.
Él asiente sin mirarme.
Después de hacernos caer y todo lo que paso, el idiota siguió derecho y choco con un poste de luz — Me informa. ¿Resulto herido?
Su mirada se queda fija en mi rostro y entrecierra los ojos. Me conoce muy bien para saber que es lo que planeo.
Segundo piso, habitación 115. Gracias — Le palmeo la espalda.
Me bajo del auto y vuelvo a entrar al hospital, en este punto nadie me detiene ni me pregunta nada. Busco la habitación y la encuentro, entro y cierro con llave. Saco mi pistola, del bolsillo interno del bléiser saco el silenciador se lo pongo. El maldito borracho se despierta ante mi presencia y se petrifica por el arma con la que le apunto. Pongo el índice en mis labios y le guiño un ojo, seguido disparo.