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Chapter 4 - episodio 4

Los días pasaron en la mansión de Alessandro, y poco a poco, la rutina de Rosa se fue entrelazando con la del Dragón. Sus conversaciones nocturnas en la biblioteca se volvieron habituales, un espacio seguro donde ambos podían dejar caer sus máscaras, aunque fuera solo por un rato. Sin embargo, una nube oscura empezaba a formarse en el horizonte, algo que Rosa no pudo prever.

Una mañana, mientras Rosa caminaba por los jardines, sintió una perturbación en el aire. Los guardias estaban más tensos de lo habitual, sus miradas vigilantes parecían doblarse en intensidad. Algo estaba pasando. Decidió regresar a la mansión, preocupada por Alessandro, pero antes de que pudiera llegar a la puerta, escuchó el rugido de varios motores acercándose.

Un convoy de autos negros entró por la entrada principal, el sonido de los neumáticos resonando en el suelo de grava. Rosa sintió su corazón acelerarse al ver las puertas de los autos abrirse y salir de ellos hombres vestidos de negro, todos con una expresión severa que le heló la sangre. Sabía que no eran aliados.

Sin pensar, corrió hacia el interior de la mansión, buscando a Alessandro. Lo encontró en su despacho, de pie junto a la ventana, mirando el convoy con el ceño fruncido. Al sentir la presencia de Rosa, Alessandro giró la cabeza y la vio con preocupación.

—¿Quiénes son? —preguntó Rosa, sintiendo la urgencia en el aire.

—Mi hermano, Vittorio —respondió Alessandro con una voz cargada de resentimiento—. Y no viene solo.

Rosa sintió un escalofrío recorrer su columna. Nunca antes había escuchado a Alessandro hablar de su familia, y ahora, un hermano desconocido había llegado sin previo aviso. La tensión en la mirada de Alessandro le decía que esta visita no sería placentera.

Antes de que pudiera hacer más preguntas, la puerta del despacho se abrió bruscamente, y un hombre alto y robusto, con una sonrisa maliciosa en el rostro, entró sin ser invitado. Tenía el mismo porte imponente que Alessandro, pero donde Alessandro era frío y calculador, Vittorio parecía alimentarse del caos.

—Hermano —saludó Vittorio, su tono goteando sarcasmo—. Qué gusto verte después de tanto tiempo.

Alessandro no respondió de inmediato, sus ojos evaluando a su hermano con una mezcla de desconfianza y desaprobación.

—Vittorio —respondió finalmente, con una voz controlada—. ¿Qué estás haciendo aquí?

—¿Qué? ¿Ni una bienvenida? —Vittorio se rió, pero sus ojos se clavaron en Rosa, que permanecía cerca de Alessandro. Su sonrisa se amplió, volviéndose aún más peligrosa—. Y veo que has encontrado una nueva compañía interesante.

Rosa sintió la mirada de Vittorio como un veneno, pero antes de que pudiera retroceder, Alessandro se interpuso entre ellos, su postura protectora era inconfundible.

—Rosa no es asunto tuyo, Vittorio —dijo Alessandro con una voz firme—. ¿Qué quieres?

Vittorio soltó un suspiro teatral y se dejó caer en una silla frente al escritorio de Alessandro.

—He venido a hablar de negocios, hermano. Hay ciertos territorios que creo que deberíamos reconsiderar... Pero claro, esto es algo que podemos discutir en privado. —Sus ojos volvieron a posarse en Rosa, como si ella fuera un simple peón en su juego.

Alessandro no apartó la vista de Vittorio, su mandíbula apretada.

—Rosa, ve a tu habitación —dijo Alessandro, sin girarse hacia ella, pero su tono no dejaba lugar a dudas. Quería mantenerla alejada de cualquier peligro.

Rosa dudó por un instante, pero al ver la determinación en el rostro de Alessandro, decidió obedecer. Sabía que quedarse solo complicaría las cosas. Mientras se dirigía hacia la puerta, Vittorio habló una vez más.

—Hasta luego, querida. Estoy seguro de que nos volveremos a ver muy pronto.

La amenaza velada en su voz hizo que Rosa apretara los puños mientras salía del despacho. Aunque se dirigió a su habitación, su mente estaba en Alessandro, preguntándose qué tipo de tormenta se estaba desatando entre los dos hermanos.

Una vez en su habitación, Rosa se sentó junto a la ventana, observando cómo los hombres de Vittorio se dispersaban por la propiedad. Sabía que la llegada de Vittorio no presagiaba nada bueno. Alessandro siempre había sido reservado sobre su familia, pero el rencor entre él y su hermano era evidente. Y ahora, Vittorio había traído ese conflicto a su puerta, poniendo en peligro no solo la vida de Alessandro, sino también la de Rosa.

Los minutos se convirtieron en horas, y el sol empezó a ponerse en el horizonte. La mansión, que había sido un refugio seguro para Rosa, ahora se sentía como una trampa. No podía quedarse de brazos cruzados mientras Alessandro enfrentaba solo a su hermano.

Finalmente, tomó una decisión. No importaba lo que Alessandro le hubiera dicho, no iba a quedarse encerrada mientras él enfrentaba a Vittorio. Sabía que su presencia podía ser una distracción o incluso una debilidad para Alessandro, pero también sabía que juntos eran más fuertes.

Tomando aire profundamente, salió de su habitación y comenzó a caminar hacia el despacho, lista para enfrentar lo que fuera que se estuviera desatando detrás de esas puertas cerradas.