—También sabes que tu propio gusto es terrible. ¿Crees que puedes recomendar algo bueno la próxima vez? —dijo él.
—Presidente Li, yo... —respondió el otro.
—¡Fuera! —ordenó Li.
Qi Hefeng no se atrevió a decir nada más. Continuar hablando pondría en peligro su trabajo, así que rápidamente recogió cola y se alejó abatido.
Los demás en el salón privado tampoco se atrevieron a hacer ningún ruido. Al mirar a Rong Shengsheng, ahora tenían una mezcla de miedo en sus ojos. Este asesino parecía ocupar un lugar diferente en el corazón de Li Hanxian.
Una hora más tarde.
Rong Shengsheng finalmente encontró una excusa para salir del salón privado a tomar un poco de aire fresco.
Realmente no quería ver las caras de esas personas, siempre arrastrándose, asintiendo con lo que Li Hanxian decía.
¡Era tan hipócrita!
Aunque despreciaba a esas personas en su corazón, sabía que todavía tendría que servirles obedientemente más tarde.
