Aproximadamente diez minutos más tarde, Qin Lingling regresó a la tienda a paso de tortuga, mientras que Yin Rongyan ya se estaba impacientando. Justo cuando estaba a punto de decir algo, vio la cara de Qin Lingling pálida como un fantasma, pareciendo un muerto viviente, y las palabras que tenía en la punta de la lengua se tragaron profundamente.
Debía haber sido el doloroso vómito del embarazo.
Frunciendo el ceño, dijo, "He escogido algunas cosas para ti y las he pagado. Vamos a casa ahora."
La mente de Qin Lingling estaba en un torbellino, como si hubiera perdido el juicio y solo quedara un cuerpo entumecido. No podía discernir lo que Yin Rongyan decía; lo único que resonaba en su mente eran las palabras de Yi Jiafei.
Realmente no sabía qué hacer...
¿Por qué el destino tenía que hacerla sufrir tanto?
———
En el hospital.
