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En ese momento, justo cuando Rong Shengsheng llegaba a la puerta de la oficina, escuchó cada palabra de su conversación atravesarle el corazón, y la sonrisa en su rostro se volvió instantáneamente opaca, reemplazada por el autodesprecio.
Iba al trabajo en la empresa hoy y había planeado contarle toda la historia a Li Hanxian, pensando que tal vez entonces él no creería que fue intencional.
En cambio, escuchó sus comentarios fríos y cortantes.
Apoyada contra la pared, sus delicados y justos dedos se cerraron en puños, y sus ojos se enrojecieron en un instante, sintiendo la nariz agria.
—¿De qué servía decirle a Li Hanxian que la mujer que había dormido con él en el yate era ella? —se preguntó en voz baja—. Él había dicho que nunca le gustaría, incluso si fuera ciego —recordó sus palabras con amargura—. Solo parecería que ella se aferraba a una ilusión.
Zhou Kuan se acercó.