Ojalá Qin Lingling pudiera encontrar la felicidad.
Qinqin parpadeó curiosa —Mami, ¿a dónde fue Hermana Ling?
Miaomiao también preguntó —Si la Hermana Ling no regresa, voy a morderle las orejas a la piruleta de conejito. Entonces ella no verá la piruleta de conejito completa.
Rong Shengsheng sonrió —Ella no volverá esta noche. La próxima vez, Mami te comprará piruletas de conejito para que puedas mostrárselas a la Hermana Ling, ¿de acuerdo?
—¿Podremos tener piruletas de conejito la próxima vez? ¡Eso es genial, eso es genial!
La felicidad de los niños es tan simple, sintiéndose extremadamente felices solo por comer un dulce más.
Rong Shengsheng esperaba que sus dos tesoros siempre fueran felices.
Pero, aún no había encontrado trabajo, y si se quedaba sin dinero, solo podría llevar a sus hijos a la calle, donde podrían pasar hambre...
¡Absolutamente no podía permitir que sus hijos sufrieran con ella!
