Julián se había asegurado de que la habitación en la que trataban a Anastasia fuera insonorizada para que nadie, incluida su hija, escuchara el pequeño alboroto que ocurría dentro.
—Vamos a dormirte, cariño —dijo, llevándola a su habitación.
Julián colocó a Emma en la cama y solo se fue cuando la escuchó roncar suavemente.
Sabía que era peligroso que trataran a Anastasia en su casa, tanto como lo era tratarla en un hospital.
Si Emma veía al doctor o a alguna de las enfermeras, surgirían preguntas. Si veía a Anastasia, surgirían más preguntas. Afortunadamente, Julián ya había pensado en qué respondería cuando Emma hiciera tales preguntas.
Salió de la habitación con un suave clic en la puerta, luego se dirigió a la misma habitación en la que trataban a Anastasia.
—¿Dónde está el doctor? —preguntó a Alex cuando no vio al hombre de la bata blanca.
—Pediste que el doctor trajera su equipo aquí, así que ha ido a buscarlo —respondió Alex, con las piernas cruzadas en el sofá.