—No puedes salir de aquí.
Anastasia se sobresaltó cuando escuchó esa voz repentina proveniente de la nada.
Instintivamente, dio un paso hacia atrás, su espalda golpeando el marco de la puerta, mirando cautelosamente el pequeño cuarto que solo consistía en la litera colocada a un lado. Los poco espacios contenían solo un pequeño armario y dos sillas.
Las paredes no estaban pintadas, lo que sorprendió a Anastasia ya que la casa parecía estar en buen estado.
—Estás atrapada aquí como el resto de nosotros —escuchó de la misma voz que habló la primera vez—. ¡Nunca podrás escapar!
—¿Quién dijo eso? —exclamó Anastasia, luego lamentando sus acciones cuando su cabeza de repente dio un golpe, como si un reloj de torre acabara de sonar en sus oídos.
Tuvo que colocar su mano en su cabeza vendada y tomó unas cuantas respiraciones para soportar el dolor mientras continuaba escaneando la habitación.