—¿Estás lista? —preguntó Julián, tocando a la puerta de la habitación de Anastasia.
—Estoy lista —dijo ella. El sonido de objetos cayendo al suelo lo inquietó, así que no pudo resistir entrar para ver qué estaba pasando.
Dentro, Anastasia estaba de pie vistiendo un traje de negocios a rayas blanco y negro que transformaba su presencia completamente. Las líneas definidas del atuendo exigían atención y irradiaban autoridad, exudando un aire tan dominante que cualquiera en su camino podría voluntariamente inclinarse a su voluntad.
Llevaba un maquillaje pesado que resaltaba sus nuevas y llamativas facciones faciales mientras ocultaba las cicatrices dejadas por la cirugía. No estaba dispuesta a dejar que sus nuevos frenemies siquiera atisbaran un poco del tormento que había soportado. Por un fugaz momento, Julián olvidó respirar mientras asimilaba su transformación.