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El agarre de Samantha en Anastasia se apretó sorpresivamente.
—Sé que debes estar pensando en formas de escapar de aquí. Pero te aconsejaría que lo pienses dos veces.
Anastasia se tensó cuando escuchó a Samantha.
Anastasia sintió una revuelta nauseabunda en su estómago cuando el señor Steven se acercó, un recordatorio del trauma que había soportado. La esperanza que había mantenido se sentía ahora frágil, erosionándose con cada paso que él daba más cerca. La ironía de la situación le carcomía; el mismo hombre que una vez la había lastimado ahora estaba a cargo de examinarla por enfermedades transmitidas.
Samantha empujó a Anastasia para que se sentara.
El señor Steven miró a Anastasia, evaluándola.
—No te sorprendas si ya se ha contagiado de todas las enfermedades terribles conocidas por la humanidad —bromeó el señor Steven, pero ni siquiera Samantha se rió de eso.