Justo cuando estaba a punto de levantarla, se dio cuenta de algo que brillaba donde su cabello estaba esparcido. Recogió el objeto, estudiándolo antes de dirigir su mirada a Xavier con los ojos inyectados de sangre.
—Este es tu anillo, ¿verdad? —preguntó.
Xavier miró el anillo en las manos de Xander, luego su dedo, porque no recordaba llevar un anillo cuando salió de casa más temprano.
Reconoció el anillo. Había sido un regalo de cumpleaños de su padre en su decimosexto cumpleaños.
—Ese es mi anillo, p-pero, ¿cómo llegó allí? —preguntó.
Los puños de Xander se cerraron a sus costados, sus nudillos se blanquearon mientras luchaba contra el impulso de golpear a Xavier. El aguijonazo de la traición le golpeó como un cuchillo en el pecho, agudo e implacable, dejándolo con la respiración entrecortada por la ira.
Rápidamente sacó su teléfono para llamar a una ambulancia.
—Ya he llamado a la ambulancia —dijo Xavier, deteniéndolo.
