En la mansión Harrison,
El ambiente era sombrío, con el leve tintinear de los cubiertos contra los platos rompiendo el pesado silencio. Todos trataban de concentrarse en su desayuno, pero no importaba cuánto masticaran, la comida se asentaba incómodamente en sus estómagos, haciéndolos revolver. La tensión en el aire era palpable, haciendo que cada bocado se sintiera forzado y pesado, como si estuvieran tragando más que solo comida—tragando secretos y verdades no dichas.
Nadie se decía una palabra, mientras Amelia y Robert intercambiaban miradas sospechosas. Solo había pasado un día desde que recibieron la llamada de Anastasia y a Amelia le resultaba difícil confiar de nuevo en Robert. Y al mismo tiempo, se preguntaba por qué él parecía estar recuperándose.
Robert todavía tosía sangre como de costumbre, pero sucedía con poca frecuencia. Además, su piel también había comenzado a aclararse.