Selene levantó su mano y acarició suavemente a Michelle en la cabeza, como si fuera una niña que acababa de ganar una competencia escolar.
—Dime, mi querida y adorable hermana, ¿me reconoces ahora?
Michelle miró fijamente a Selene, como si acabara de ver un fantasma, y tuvo que controlarse para no gritar fantasmas en voz alta.
Selene continuó sonriendo, acariciando el cabello de Michelle una vez más.
—Ahora que sabes quién soy realmente, será mejor que te prepares, porque cuando ataque, será rápido e implacable. No digas que no te advertí cuando llegue el momento —terminó Selene, su voz impregnada de una amenaza tranquila.
Las comisuras de sus labios se extendieron en una sonrisa lenta y calculada mientras un brillo maligno destellaba en sus ojos. La intensidad de su mirada envió un escalofrío por la columna de Michelle, y ella pudo sentir el peso de la amenaza no dicha de Selene.
Selene caminó junto a Michelle, que aún no podía decir una palabra, y siguió su camino.