El sol de la tarde caía sobre el campo abierto, pintando de tonos dorados y rojizos el paisaje donde un joven de apenas once años de edad se encontraba practicando con uno de sus mentores el manejo de la espada y el combate cuerpo a cuerpo. Su cabello rubio, una herencia directa de su madre Lyria, caía en suaves ondas que enmarcan su rostro juvenil, acentuando sus ojos verdes intensos que parecen reflejar la profundidad de su determinación y curiosidad, Aldia Doria era su nombre y con fuerza blandía su arma contra Dreyard un imponente dragón de figura semihumana el cual estaba siendo bastante estricto con su discípulo ese día.
— Aldia necesitas concentrarte en tu oponente, deja los pensamientos y preocupaciones a un lado, si esto fuera una misión de aventureros ya estarías muerto — Las palabras del Dragonkin eran frías pero precisas para su joven discípulo. — Recuerda que el estilo de la espada del Dios dragón requiere de una voluntad fuerte y máximo compromiso.
—Entendido Dreyard — Respondió Aldia con algo de agotamiento en su voz, estaba bañado en sudor, había entrenado todo el día diferentes doctrinas, por la mañana practicó magia, al medio día había estudiado acerca de lo arcano y su día no estaría completo sin un buen entrenamiento en el manejo de la espada.
Con furia se enfocó en atacar a Dreyard con todo lo que tenía, sus movimientos eran agiles y en su mayoría precisos, pero tenía varias aperturas que lo dejaban vulnerable. Era más que obvio que aún le faltaba perfeccionar su técnica.
—Vamos Dreyard son seas tan duro con mi querido sobrino — Una voz femenina se escuchaba en las cercanías proveniente de una hermosa elfa que irradiaba una belleza etérea y una gracia inigualable. Su nombre era Jibril y era la mentora de Aldia en todo lo relacionado con la magia y lo arcano — Si te atreves a hacerle mucho daño prometo que no la pasaras bien y tu muerte será rápida de acuerdo. — Dijo inclinando su rostro a un costado y con una bella sonrisa y entrecerrando la mirada. — Es más ya va siendo hora de ir a comer así que por hoy el entrenamiento queda terminado.
— Esta bien de acuerdo — A regañadientes el Dragonkin volteo a ver a Aldia y le dijo lo siguiente
—Niño, tienes un gran potencial. Pero el camino de la espada es largo y siempre hay margen para mejorar. Permíteme darte algunos consejos. Tu postura, por ejemplo, es buena, pero a veces te inclinas demasiado hacia adelante. Mantén el equilibrio, no te expongas innecesariamente. — Aldia asintió, tomando nota mental de las palabras de su maestro. —También veo que tus movimientos pueden ser algo rígidos, necesitas más fluidez, como un río que fluye sin interrupciones. Practica tus transiciones hasta que sean naturales, como si fueran una segunda naturaleza.
—Gracias, Dreyard tus consejos son invaluables, seguiré practicando y mejorando. — Estaba agotado y hambriento, en el fondo agradeció la intervención de su mentora Jibril por interrumpir el entrenamiento.
Con esto dicho el grupo estaba a punto de irse a comer a una taberna cuando de pronto una figura pequeña se les acerca desde la lejanía corriendo a toda velocidad. Se trataba de Arno otro de los mentores del joven perteneciente a la raza de los Medianos quien tenía una expresión de seriedad en el rostro.
—Aldia, me alegra verte, — Dijo Arno, deteniéndose frente al joven. —Necesitamos hablar sobre tu madre.
Aldia dejó sus cos
as a un lado, dirigiéndose hacia el Mediano con una mezcla de preocupación y curiosidad en sus ojos verdes.
—¿Qué pasa Arno? ¿Está bien mamá?
Arno suspiró profundamente, su mirada seria reflejaba la gravedad de la situación y la impotencia de saber que no podía hacer nada.
—Lyria no está bien, Aldia. Su salud ha empeorado ya he consultado con varios sanadores, pero parece que su enfermedad es más compleja de lo que pensamos — Hizo una pequeña pausa pensando en las siguientes palabras que le diría al niño — Probablemente esta sea su último día.
Aldia sintió un nudo formarse en su estómago y una ansiedad que poco a poco le empezaba a carcomer por dentro, era muy joven, pero entendía la seriedad en el tono de voz de Arno. Esto también alarmó también a Dreyard y a Jibril que con apuro fueron hasta su hogar a ver a su vieja amiga de aventuras.
Al llegar a casa se encontraron a más de sus compañeros, entre ellos Anastasia pereciente a la raza de los hombres bestia, Sora de la raza de los gigantes y Calíope de la raza demoniaca, todos eran mentores de Aldia y a la vez cuidaban del niño por el estado de salud de su madre quien en juventud había sido una maga prodigiosa y miembro fundador del grupo de aventureros conocidos como "Los Colmillos de Arythya".
La habitación estaba envuelta en una calma casi palpable, iluminada por la suave luz de las velas que parpadeaban levemente sobre las paredes. Lyria yacía en su lecho, su figura aún conservaba algo de la gracia y fortaleza que la había caracterizado en vida. Su cabello rubio, opaco y algo desordenado, seguía enmarcando su rostro con suavidad. Los ojos verdes, cansados y algo apagados, aún mostraban un destello de la vitalidad y el amor que siempre había tenido por la vida.
—Todas las personas que me importan están aquí conmigo acompañándome en mis últimos momentos, no podría estar más satisfecha — La respiración de Lyria era lenta y pausada, cada inhalación era un poco más difícil que la anterior, pero aún mantenía una dignidad tranquila. Sus labios, secos, se curvaban en una ligera sonrisa cuando miraba a su hijo Aldia y lo mucho que había crecido en estos años que lo había criado.
Aldia, a su lado, sostenía su mano con ternura. Los ojos de Lyria brillaban con amor y orgullo cuando lo miraba, sabiendo que había criado a un hijo fuerte y valiente. Su cuerpo estaba más débil, pero su espíritu seguía luchando, mostrando la fortaleza que siempre la había definido.
Lyria Doria, conocida como "La Dorada", no solo por su cabello, sino por su espíritu indomable y su habilidad en batalla, estaba ahora postrada en una cama, pero no completamente vencida por la enfermedad.
Aldia, con los ojos llenos de lágrimas contenidas, se arrodilló al lado del lecho de su madre, aun tomando su mano con suavidad mientras que los antiguos compañeros de Lyria solo observaban con tristeza e impotencia a su vieja amiga. Su voz temblaba ligeramente, tratando de mantenerse firme, pero quebrándose bajo el peso del dolor y la preocupación.
—Madre... no puedo soportar verte así — Murmuró, su voz ahogada por la tristeza. —Has sido tan fuerte toda tu vida, enfrentando cada desafío con valentía y gracia. Ver cómo esta enfermedad te ha debilitado... es insoportable — Aldia apretó un poco más la mano de Lyria, buscando consuelo en ese contacto, aunque fuera mínimo. — Te necesito, madre, no estoy listo para perderte, todo lo que soy, todo lo que he logrado, es gracias a ti. ¿Cómo voy a seguir sin tu guía?
Lyria, a pesar de su debilitado estado, esbozó una suave sonrisa al ver la angustia en los ojos de su pequeño hijo. Acarició suavemente su rostro con una mano temblorosa, su voz, aunque débil, estaba llena de ternura y amor.
—Aldia, mi querido hijo — Su voz apenas era un susurro, pero estaba llena de calidez — No llores por mí, he vivido una vida plena y maravillosa, y estoy tan orgullosa de la persona en la que te has convertido. Tienes un brillo especial que te caracteriza y se que algún día serás un gran mago, eres fuerte, más fuerte de lo que crees, y sé que seguirás brillando incluso cuando yo no esté así que no permitas que ese brillo desaparezca. — Lyria hizo una pausa, tomando un respiro profundo antes de continuar — Quiero que recuerdes siempre que mi amor por ti es eterno, y que nunca estarás realmente solo. Mi espíritu siempre estará contigo, guiándote y protegiéndote en cada paso de tu camino.
Con un esfuerzo visible, Lyria levantó un objeto pequeño y reluciente de la mesa a su lado. Era un cubo polimorfo un artefacto mágico heredado por la madre de Lyria con la capacidad de tomar diversas formas en el campo de batalla, su "vieja compañera de aventuras" como ella lo llamaba era de color morado profundo con toques dorados que brillaban suavemente a la luz. Las líneas doradas formaban intrincados patrones que parecían moverse y cambiar con cada parpadeo.
—Este cubo, Aldia — Dijo entregándoselo con cuidado — contiene todos mis conocimientos de magia. Todo lo que he aprendido y descubierto a lo largo de mi vida está aquí. Quiero que lo tengas, que uses su poder y sabiduría para alcanzar tus sueños y proteger a aquellos que amas, hay algunos hechizos que están sellados y que solo se desbloquearán en el momento correcto cuando vayas madurando.
Aldia tomó el cubo con reverencia, sintiendo el peso del legado de su madre en sus manos. Lyria continuó, su voz ahora un poco más firme con la determinación de transmitir su último mensaje.
—Te pido como último favor a ti mi querido hijo que vivas tu vida con libertad y alegría persigue tus sueños con toda tu determinación y nunca te rindas, por último, también recuerda no cerrar tu corazón a las personas, el amor y la amistad son los verdaderos tesoros de esta vida.
Aldia asintió con lágrimas en los ojos, escuchando cada palabra como si fueran las últimas enseñanzas de su madre.
—Y a mis queridos compañeros, Los Colmillos de Arythya — Continuó Lyria, dirigiendo su mirada hacia los presentes con una sonrisa serena. — Gracias por acompañarme en esta maravillosa aventura que ha sido la vida. Han sido mi fuerza y mi familia, sé que seguirán protegiendo y guiando a Aldia en mi ausencia confío en ustedes.
Jibril la mentora de Aldia se acercó con serenidad a la cama donde su vieja amiga de aventuras yacía mientras Dreyard, Arno y los demás se quedaban al borde de las lágrimas. — Lyria, tus enseñanzas vivirán en nosotros para siempre. Tu luz guiará nuestros pasos en las sombras — Dijo con voz temblorosa, mientras sus compañeros asentían solemnemente alrededor.
Con un último suspiro tranquilo, Lyria cerró los ojos y se sumió en la paz final. Sus compañeros la despidieron en silencio, sintiendo el peso de la pérdida, pero también el legado de amor y sabiduría que dejaba atrás para Aldia y para todos ellos.
—Hasta siempre madre. — Fueron las últimas palabras que Aldia dijo esa noche.