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Chapter 3 - Alex 1

Una fuga "memorable"

De repente, Alex se encontró en un lugar desconocido: un baño majestuoso, con paredes de mármol y una atmósfera impregnada de vapor. Antes de poder procesar lo que estaba sucediendo, notó que no estaba solo. Frente a él, una chica desnuda y con la piel aún húmeda por la ducha estaba en estado de shock. La sorpresa inicial lo abrumó, pero la fuerza mental que ahora poseía le permitió mantener la calma y centrarse en la situación. La joven dejó caer la toalla que sostenía.

Alex comprendió que su aparición no solo era un error, sino una grave violación de la privacidad de la joven. Aunque no sentía debilidad, estaba consciente de la incomodidad que debía estar experimentando. Decidió actuar con rapidez. Con un movimiento ágil y casi instintivo, se agachó, recogió la toalla del suelo y, apartando levemente la mirada de la chica, la envolvió alrededor de ella con un gesto decidido.

—Lo siento mucho —dijo Alex con voz firme—. No sé cómo he llegado aquí. Lo primero que pensé fue en cubrirte.

Mientras sus pensamientos giraban en torno a la confusión y al temor de la situación, no pudo evitar captar la intensidad del miedo y la vulnerabilidad en los ojos de la joven. Aunque la situación era incómoda, su fuerza mental le permitió centrarse en resolver el problema.

—¿Por qué estás aquí? —preguntó la joven, su voz temblorosa.

Alex sabía que no podía quedarse mucho tiempo. El riesgo de ser descubierto era alto y debía encontrar una manera de escapar antes de que la situación empeorara. Con un ágil movimiento, tomó otra toalla del suelo y la envolvió alrededor de su propia cintura.

—No tengo idea —respondió con determinación—. Pero necesito salir de aquí antes de que alguien nos encuentre.

—¿Cómo piensas escapar? —susurró la joven, con el miedo evidente en su voz—. El castillo está lleno de guardias. Te atraparán.

La preocupación en los ojos de la joven le hizo sentir una mezcla de culpa y empatía. Aunque su prioridad era su propia seguridad, no podía ignorar el miedo evidente en ella.

—Haré lo mejor que pueda para evitarlo —respondió Alex con la mayor tranquilidad que pudo.

Se dirigió hacia una ventana en el baño, manipuló el marco con cuidado y se deslizó fuera del baño con la mayor rapidez posible. La ventana se cerró suavemente detrás de él, y Alex se encontró en el exterior, rodeado por la fría noche.

Al aterrizar en el tejado, que estaba dos pisos más abajo, pudo amortiguar la caída gracias a su notable agilidad. A medida que avanzaba, enfrentándose a las dificultades del terreno irregular, las tejas sueltas y las pendientes complicadas, experimentó un cambio notable en sus habilidades. Su fuerza y agilidad, ya destacadas, se intensificaron de manera sorprendente. Sin embargo, este aumento de habilidades trajo consigo un desafío inesperado: el control de su poder.

A medida que se movía, su energía se volvía cada vez más difícil de controlar. Sus sentidos se agudizaron, permitiéndole percibir cada detalle del tejado con una claridad extraordinaria, pero también haciéndole más consciente de cada desliz. Sus movimientos, aunque más fluidos y rápidos, se volvieron impulsivos, dificultando mantener el equilibrio y el silencio. Alex sintió que estaba al borde de perder el control, y el riesgo de hacer ruido o desestabilizarse era inminente.

Finalmente, llegó a la base de la chimenea y se preparó para descender. Justo cuando comenzaba su descenso, la alarma del castillo resonó en la distancia, cortando el silencio de la noche. Mientras bajaba, su poder continuaba creciendo, envolviéndolo en un aura mística que parecía pulsar con energía. Esta aura complicaba cada movimiento, y el flujo de energía casi desbordante incrementaba la dificultad para mantener la concentración y el equilibrio.

El eco de la alarma y el bullicio en el palacio se filtraban por la chimenea, creando un ambiente de creciente inquietud. La combinación de su fuerza mejorada y el desafío de mantener el control seguía marcando cada uno de sus movimientos. Cuando finalmente llegó al suelo, Alex se preparó para escapar rápidamente por las puertas de las rejas que rodeaban el palacio. Sin embargo, justo cuando estaba a punto de cruzar la salida, una patrulla de guardias apareció de repente, moviéndose con rapidez por el área.

—¡Alerta! —gritó uno de los guardias—. ¡Intruso en el jardín! ¡Busquen por todas partes!

Los guardias se movilizaron con eficiencia, coordinándose entre ellos. Alex sintió una oleada de tensión, sabiendo que debía escapar antes de ser capturado. Giró bruscamente en otra dirección para evitar la patrulla, pero su creciente poder hizo que sus pasos fueran más fuertes, provocando ruidos que atrajeron aún más atención.

—¡Por aquí! —gritó otro guardia al escuchar el ruido—. ¡No puede estar lejos!

Alex corrió desesperadamente hacia el jardín, su mente en un estado de confusión y tensión extrema. Notó que las patrullas de guardias se movían de manera coordinada, como si estuvieran en comunicación constante durante la persecución.

—¡Cerrad las salidas! —ordenó un guardia de mayor rango—. ¡No debe escapar!

El jardín estaba rodeado por una serie de arbustos y senderos, y Alex se sintió acorralado a medida que las patrullas se acercaban más. Aunque no podían verlo claramente, los guardias notaban la presencia de una figura envuelta en una intensa aura mística, que brillaba y se movía entre las sombras del jardín.

—¿Qué es eso? —murmuró uno de los guardias, observando la extraña luz que emanaba de la figura.

—No lo sé, pero sea lo que sea, no podemos dejar que escape —respondió otro, apretando con fuerza la empuñadura de su espada.

En medio de la persecución, uno de los guardias logró vislumbrar a Alex con más claridad.

—¡Es un chico! —exclamó—. ¡Y está casi desnudo, solo tiene una toalla!

La revelación dejó a los guardias momentáneamente confundidos, pero rápidamente recuperaron su compostura y redoblaron sus esfuerzos para capturarlo.

En un momento de total desesperación, Alex decidió que debía probar la magnitud de sus fuerzas. La necesidad de escapar lo llevó a una decisión audaz. Con la intención de aprovechar al máximo sus capacidades, se preparó para un salto impresionante, intentando superar los obstáculos y escapar de la persecución.

—¡Allí está! —gritó un guardia—. ¡No lo dejéis escapar!

Con un impulso frenético, Alex cargó todas sus energías en el salto. La sensación de su poder en ese instante era abrumadora, y sus facultades alcanzaron un nivel sin precedentes. Despegó del suelo con una fuerza tan violenta que el jardín pareció desmoronarse a su alrededor. La explosión de energía que generó su salto fue tan potente que perturbó el terreno, y el impacto de su salida arrasó con parte del jardín, lanzando escombros y tierra por doquier.

—¡Por los dioses! —exclamó uno de los guardias, retrocediendo ante la fuerza del salto.

Alex ascendió en el aire con una velocidad que parecía desafiar las leyes de la física, y mientras lo hacía, el suelo del jardín quedó a kilómetros de distancia. El salto lo llevó a través de una distancia de aproximadamente treinta kilómetros, alejándolo drásticamente del palacio. Finalmente, el impacto de su descenso en el bosque cercano fue igualmente violento. El suelo del bosque se sacudió bajo su aterrizaje, y los árboles cercanos se inclinaron por la fuerza del impacto.

El salto de Alex no solo había logrado alejarlo del palacio, sino que también había generado una perturbación significativa en el entorno circundante. La fuerza del aterrizaje lo dejó aturdido momentáneamente, pero el esfuerzo y el impacto del salto fueron demasiado, y el joven se desmayó, perdiendo el aura y el poder abrumador que había experimentado. El bosque alrededor de él estaba marcado por los efectos de su aterrizaje, con ramas rotas y huellas evidentes de su paso. El desmayo lo dejó vulnerable, sin la impresionante energía que lo había guiado hasta ese punto. Mientras yacía en el suelo del bosque, inconsciente, la luna iluminaba su figura, revelando la calma que contrastaba con la agitación de los eventos que acababan de suceder.

Memorias de una Familia 1

La noche se extendía sobre el bosque como un manto de estrellas en un cielo despejado. La caravana, con sus viejos carros arrastrados por caballos agotados, estaba estacionada en un claro. La familia, cansada de otro largo día de viaje, se acomodaba en su improvisado campamento. Las fogatas ofrecían un respiro cálido en el frío nocturno.

Aric, el patriarca de mediana edad, inspeccionaba los carros con una expresión de fatiga. Su esfuerzo era evidente, pero su falta de experiencia en la gestión de caravanas se hacía notar. Lydia se movía con agilidad en la cocina improvisada, tratando de mantener el ánimo alto con comidas sencillas pero nutritivas.

—¿Crees que el cordero esté listo? —preguntó Lydia, mirando el recipiente humeante sobre el fuego.

—No estoy seguro —respondió Aric, frunciendo el ceño—. La última vez salió bastante seco. Esperemos que esta vez sea mejor.

Elara, de 16 años, organizaba los suministros con visible frustración.

—¡Mira, papá! Encontré un par de sacos que podríamos usar para el grano. ¿Crees que aún sirven?

—¡Perfecto, Elara! —exclamó Lydia—. Pero si seguimos perdiendo cosas, nunca vamos a llegar a buen puerto.

De repente, un destello rompió el silencio del bosque. La familia, con los rostros iluminados por la fogata, miró hacia arriba, confundiendo el espectáculo con una estrella fugaz.

—¡Mira eso! —exclamó Elara, señalando el cielo.

—¡Nunca había visto algo así! —dijo Lydia, su sorpresa reflejada en el resplandor de la fogata.

—¿Qué es eso? ¿Una estrella fugaz? —preguntó Aric, frunciendo el ceño—. Nunca he visto una tan brillante. Debe ser algo raro.

El destello se intensificó, convirtiéndose en una línea de luz que atravesaba el cielo nocturno. La familia observó con asombro mientras el objeto descendía rápidamente. Un estruendo rompió la calma, como si el cielo hubiera estallado, y la vibración hizo temblar los carros y el suelo.

—¡Eso no puede ser bueno! —gritó Aric, preocupado—. ¡Vamos a ver qué ha pasado!

Lydia y Elara lo siguieron, mientras los caballos relinchaban inquietos. La familia se adentró en el bosque, guiados por el eco del estruendo y una columna de humo entre los árboles.

Encontraron un cráter humeante en el suelo, con un joven desnudo e inconsciente en el centro. La escena era surrealista: el cuerpo del joven estaba cubierto de polvo y su piel, aunque oscura, mostraba músculos atléticos.

Elara se acercó, conteniendo el aliento.

—¿Está bien? ¿Qué hacemos ahora, Aric?

—Primero debemos asegurarnos de que esté vivo —dijo Aric, examinando al joven—. Luego decidiremos qué hacer.

Lydia se inclinó, preocupada.

—¿Y si necesita ayuda?

—Vamos a necesitar una manta para moverlo —dijo Aric, mirando a su alrededor—. No podemos dejarlo aquí.

Lydia encontró una manta gruesa en uno de los carros y, con la ayuda de Elara, se acercó al cráter. Aric y Elara discutieron cómo mover al joven con cuidado.

—Debemos levantarlo despacio —sugirió Elara, ansiosa—. Si le damos la vuelta demasiado rápido, podríamos lastimarlo.

—Sí —asintió Aric—. ¿Estamos listos para moverlo?

—Sí —dijo Lydia, preocupada pero decidida—. No hagamos movimientos bruscos.

Con movimientos coordinados, Aric y Elara levantaron al joven, cubriéndolo con la manta. Lydia ayudó a sostenerlo mientras avanzaban hacia el campamento. Al llegar, prepararon una cama improvisada cerca del fuego. Lydia comenzó a limpiar al joven con una tela húmeda, mientras Elara trataba de calmar a los caballos.

—Esto es un verdadero misterio —dijo Aric, colocando una manta adicional sobre el joven—. ¿Quién es este chico? ¿De dónde ha venido?

—Lo importante ahora es asegurarnos de que esté bien —respondió Lydia con calma—. Ya veremos qué hacer después.

La noche cayó, y el cielo estrellado parecía aún más brillante. La familia trataba de distraerse alrededor del fuego, hablando sobre el extraño evento.

—Esa luz en el cielo… —empezó Aric, aún pensativo—. Nunca había visto algo así. ¿Qué opinas, Lydia?

Lydia, mientras revolvía el estofado, levantó la vista.

—Sí, fue extraño. Pero lo más importante es el chico.

Elara, organizando los suministros, se acercó.

—Se ve fuerte. Si está bien, podría ser útil. Solo debemos ver cómo despierta.

La conversación giró en torno a cómo ajustar las tareas para incluir al nuevo miembro. Elara y Aric discutieron cómo reorganizarse.

—Podemos dividir las tareas —sugirió Elara—. Yo me encargaré de los suministros y tú, papá, puedes ayudar a Lydia con la cocina. Así, si el chico se despierta, estaremos listos para integrarlo.

La familia continuó su conversación mientras la noche avanzaba. La preocupación inicial se transformó en intriga sobre el futuro.

Al día siguiente, el sol despuntaba sobre el horizonte. Aric, con la mirada fija en el camino, murmuró:

—Espero que esta ruta nos lleve a una aldea pronto. Si todo va bien, podríamos hacer algunos intercambios y reabastecernos.

Elara, asomándose por la ventana del carro, se encogió de hombros.

—Sí, pero deberíamos asegurarnos de no quedarnos sin provisiones cuando paremos. No quiero que nos falte comida.

En el carro trasero, Lydia organizaba el desayuno mientras Elara pasaba el pan de una mano a otra.

—Aquí tienes, mamá. ¿Crees que el chico se despertará pronto? Me preocupa que necesite más cuidados.

Lydia, removiendo el contenido de una olla, levantó la vista.

—Espero que sí. Si no está bien, podría complicar las cosas. Pero ahora mismo, lo más importante es que esté bien y listo para seguir.

Aric miró a Elara desde el carro delantero.

—Me preocupa cómo se integrará el chico. Puede ser útil, pero también podría significar más complicaciones si no está bien.

Elara se encogió de hombros.

—Si está en condiciones, podríamos usar su ayuda. Solo necesitamos ver cómo está primero.

De repente, un movimiento en el carro trasero llamó la atención de Lydia y Elara. El joven, aún confundido y envuelto en mantas, comenzó a moverse. Lydia se levantó rápidamente, su rostro una mezcla de preocupación y alivio.

—El chico se está despertando —dijo Lydia—. Elara, ve a avisar a tu padre.

Elara, con el corazón acelerado por la emoción, corrió hacia el carro delantero.

—¡Papá, el chico se ha despertado! ¡Tenemos que parar!

Aric, al escuchar la noticia, frenó el carro y miró hacia atrás para ver los otros vehículos alineándose en el sendero. Con un gesto, indicó a todos que se detuvieran y descendió del carro junto a Elara. Lydia ya había bajado y se acercaba al joven con una mezcla de calma y urgencia.

Lydia se inclinó hacia el joven, que yacía envuelto en mantas y lucía desorientado.

—Buenos días —dijo Aric con voz firme pero amigable—. Parece que te has despertado. ¿Cómo te sientes?

Alex, aún aturdido y envuelto en las mantas, frotó su cabeza y miró a Aric con una expresión de confusión.

—¿Dónde estoy? ¿Qué ha pasado?

—Te encontramos anoche en el bosque —explicó Aric mientras le ofrecía un recipiente de agua y un trozo de pan—. Parecía que habías caído del cielo. Ahora estás a salvo, pero queremos asegurarnos de que estés bien.

Alex asintió lentamente, intentando ordenar sus pensamientos y dejar atrás el aturdimiento.

—Gracias. No estoy herido, solo… un poco confundido. ¿Dónde estamos?

—Estamos en camino a la siguiente aldea —dijo Aric con determinación—. Si estás en condiciones de viajar, podríamos necesitar tu ayuda. Pero primero, cuéntanos qué recuerdas. Eso podría ayudarnos a entender mejor la situación.

Alex cerró los ojos por un momento, tratando de recordar algo más que la luz deslumbrante que había visto antes de perder el conocimiento.

—Lo último que recuerdo es ver una luz brillante y luego… nada —respondió, su voz temblando con la incertidumbre—. No estoy seguro de cómo llegué aquí.

Lydia, con un gesto amable, le ofreció el agua y el pan.

—Toma esto. Necesitas recuperarte. Mientras tanto, cuéntanos más sobre ti si puedes. Cualquier información podría ser útil.

Elara, con los ojos llenos de curiosidad, se inclinó un poco más cerca.

—Nunca he visto a alguien llegar así, tan… inesperadamente. ¿Qué sentiste cuando viste la luz?

Alex aceptó el agua y el pan con gratitud. El alivio en su estómago vacío era inmediato. Tomó un sorbo y un bocado antes de responder.

—Mi nombre es Alex. No estoy seguro de cuánto tiempo estuve inconsciente, pero creo que necesito entender más sobre este lugar y cómo llegué aquí.

Lydia observó a Elara con una mirada comprensiva, y luego se volvió hacia Alex con un gesto de ánimo.

—Toma un poco más de pan, Alex. Necesitas recuperarte bien. Y no te preocupes por cómo llegaste aquí; estamos aquí para ayudarte.

Con el sol brillando en lo alto, Aric miró a Alex con una mezcla de interés y preocupación.

—Si estás dispuesto a ayudarnos, te lo agradeceríamos mucho. También estamos buscando respuestas y un lugar donde podamos descansar y reabastecernos.

Alex, aún envuelto en la confusión y el desamparo, asintió.

—Haré lo que pueda. Gracias por ayudarme.

Mientras las palabras se disipaban en el aire cálido del día, Alex sentía cómo el peso de la incertidumbre se aligeraba un poco. En medio de la confusión, al menos había un pequeño atisbo de esperanza, y con él, la promesa de un nuevo comienzo.