El viento acaricia unos largos pastizales blancos que se ondulan en grandes colinas a lo largo del trayecto. Un hombre montando un caballo se ve cabalgar sobre las colinas, expectante y vigilante, mantiene una mirada atenta y agresiva y su armadura lo hace resaltar. La brigantina roja y blanca junto con el casco de barbuta con visor resaltan sobre las placas de su pesada armadura, la espada que carga en su cintura resaltada por las decoraciones en plata reluciente. El caballero se detiene por un momento, mirando a sus alrededores como si buscara algo, entonces, al no ver nada o nadie alrededor, decidió seguir cabalgado, ahora a su izquierda. El galope de su caballo hace sonar las placas de su armadura. Entonces, el hombre llegó a una alta colina donde desde la cima miró hacia abajo, observando los cientos, quizá miles de tiendas de acampar que seguían y seguían recorriendo kilómetros. El caballero se dispuso a galopar cuesta abajo, ahora trotando con su caballo entre las tiendas de campaña, las cuales izaban una bandera roja con un águila blanca al igual que los bordes. Llegando a una tienda de campaña adornada con dos estandartes fuera, el caballero bajó de su caballo, dejando que un hombre resguardando la tienda se lo lleve. Sir Julen se quitó el yelmo, ahora adentrándose en la tienda de campaña.
- Los prados están despejados.
Indicó el Sir a un hombre extravagante, quien ahora se dió la vuelta y le miró.
- Bien hecho, Sir. Debería descansar un poco, no ha parado desde que llegó.
Dijo el Duque con una sonrisa alegre mientras se disponía a verter un poco de vino en dos copas, una de las cuales entregó al Sir.
- Me temo que no puedo descansar, mi Lord.
Indicó el Sir, dejando un espacio para su siguiente declaración tomando la copa de vino que le entregó el duque.
- Si me permite serle honesto... La guerra me ha afectado, mi Lord. Hace días que no puedo conciliar el sueño debido a... Las visiones. Cuando mi cabeza intenta relajarse... Los veo.
La declaración de Sir Julen fué recibida con una mirada de preocupación por parte del duque. Era obvio que Sir Julen de Velon no se encontraba bien.
- Escuche, Sir. Entiendo que el quitarle la vida a un hombre pueda ser duro, sobre todo hombres con los que alguna vez luchamos a la par, pero tiene que centrarse, Sir Julen.
Julen tomó un trago de su copa, tratando de despejar sus ideas a lo que el duque respondió.
- Sir, yo una vez lideré a un caballero como usted. A principios de la Guerra Civil del Este, cuando el Rey Savon estaba dispuesto a intervenir... Lideré un ejército a las Tierras del Este. El Sir era muy obstinado para ser un caballero, y también sufrió por lo mismo que usted.
El duque se detuvo por un momento, tomando un poco de su vino, mirando hacia abajo ahora, algo conflictuado.
- Sus demonios lo atormentaron hasta el final de sus días. Los demonios que ahora lo atormentan a usted, Sir Julen. No deje que esos demonios lo destruyan, o será su último error.
El duque dejó la duda en el aire, pero fué bastante obvio lo que quiso indicar con su mensaje, y también bastante obvio el final del Sir. Las palabras del Duque Bolan de Forestvale resonaron en la cabeza de Julen, dándole un momento para pensar y reflexionar.
- Gracias por sus sabias palabras, mi Lord.
Dijo cortantemente el Sir aún perdido en sus pensamientos, entonces dejó la copa a un lado y prosiguió.
- Si me disculpa, mi Lord, sus palabras me han dado mucho para pensar.
Declaró Julen, pidiendo permiso para retirarse. Bolan le miró atentamente antes de tomar un trago de su vino, ahora una pequeña sonrisa de dibujó en el rincón de sus labios.
- Adelante, Sir. Recuerde descansar.
El duque admitió la retirada del Sir, quien ahora se inclinó a forma de respeto antes de girarse y salir de la tienda de campaña. Sujetando su casco y con una mirada aterrorizantemente cansada Sir Julen camina entre las tiendas de campaña mirando hacia abajo. Durante su trayecto, Julen lanzó una mirada al cielo, observando como un puño de nubes grisaceas se aproximaban desde el noroeste. Con la tormenta que se aproximaba, las probabilidades de que los enemigos atacaran pronto serían escasas, y eso es lo que todos dieron por hecho. El caballero ahora entró en su tienda de campaña personal, dejando su casco de lado mientras ahora miraba alrededor, aún preguntándose que hacer antes de que sus pensamientos fuesen interrumpidos por un intruso, quien entró a su tienda de acampar.
- No te ves muy bien.
Exclamó Sir Farlane en una reluciente armadura de placas quien ahora se adentró en la tienda, mirando de frente a Julen.
- Bueno, no estoy precisamente fantástico.
Declaró Sir Julen ahora con una pequeña sonrisa en sus labios.
- Bueno, me lo esperaba. ¿Cómo estuvo la pelea con Lord Werly? Escuché que no dejaron restos de su ejército en Meadowbrook.
Preguntó burlonamente Farlane quien ahora se dispuso a tomar asiento dentro de la tienda de campaña.
- El viejo truco del falso punto débil. Cayeron redondos, su caballería no fué muy útil contra los jinetes acorazados de primera línea. Perdimos unos cuantos, no lo negaré, pero comparados a perder un ejército completo como lo hizo Werly...
Farlane soltó una pequeña risa ante las atrevidas palabras de Julen. Entonces, el hombre le miró atentamente.
- Atrevidas palabras para un caballero novato, pero bueno, Sir. Werly nunca fué un gran estratega, me sorprende que no cayera en la tragedia de Alcynt.
Las sonrisas de ambos se desvanecieron de a poco cuando Farlane mencionó la Batalla de Alcynt. Un verdadero matadero.
- Si... Aún recuerdo los rostros de los hombres cubiertos en brea y llamas...
Los caballeros compartieron un momento de silencio ante los caídos en Batalla. Recuerdos llegan a la mente de ambos mientras que la nieve comienza a caer sobre el techo de la tienda.
- Tenemos que honrar sus muertes, joven Sir.
Dijo Sir Farlane interrumpiendo el silencio, ahora con un tono más calmado.
- Me gustaría honrarlos a mi manera, no asesinado y quitando más vidas.
Declaró Sir Julen, dejando un momento de tensión entre ambos. Tienen diferentes perspectivas, y eso crea un conflicto entre ambos, pero a pesar de ello, siguen siendo amigos y compañeros.
Entonces, la situación es interrumpida por el sonido de decenas de campanas tocando al mismo tiempo, una tras otra. Las campanas significan agresión, por lo que los caballeros de disponen a tomar sus cascos y rápidamente dirigirse fuera de la tienda de campaña. La ligera capa de nueve que antes cubría el suelo ahora se hacía más densa a medida que más partículas caían del cielo. Los caballeros apresuradamente se aproximaban a la pequeña sección de establos donde se mantenían a los caballos. Ambos Sires tomaron sus corceles y procedieron a cabalgar lentamente hacia la gran colina que cubría la vista mientras la infantería, los arqueros y jinetes ahora también se preparaban para subir la colina. una vez arriba, ambos caballeros observaban a lo lejos estandartes azules con la silueta de un felino en negro. Cientos de soldados y jinetes ahora marchaban entre la nieve con la confianza de que lograrían llegar a tomarnos por sorpresa. Un jinete explorador con vestimenta en cuero se acercó a los caballeros ahora.
- Mis señores... El ejército del Duque Larissan se aproximan del norte. Se estiman unas mil doscientas tropas.
Julen admiraba el panorama, revisando las tropas del enemigo.
- Nos iban a emboscar. La caballería se dispersa.
Declaró Julen antes de apuntar hacia la caballería la cuál ahora se dividía en dos, nos querían flanquear, pero gracias a la observación de nuestras tropas exploradoras se evitó una gran perdida.
- Los superamos en número, y ante la amenaza de la nevada supusieron que bajaríamos la guardia... Sir Farlane, debe guiar una brigada al flanco izquierdo, detenga el avance de los jinetes enemigos. Explorador, avise al Duque Bolan.
Indicó Julen ahora en un tono de comando mientras se colocaba su casco. Los jinetes que ahora llegaban a la cima de la colina se dividían en dos destacamentos los cuales se colocaron a los lados mientras la infantería formaba una clásica línea de escudos y los arqueros formaban dos secciones. Una vez organizado el ataque y los jinetes en posición, el último jinete acorazado subió la colina justo al mismo tiempo en el que se declaraba el avance. El enemigo ya estaba demasiado cerca cuando alcanzaron a ver a los destacamentos de caballería bajar la colina dispersando de a los lados, tomando como objetivo la caballería enemiga. Entonces, tomando desprevenido al enemigo, una lluvia de flechas cruzó los cielos desde el tope de la colina de donde ahora bajaba la infantería en líneas. El enemigo fué tomado desprevenido, el cazador se convirtió en presa en menos de lo que pudo haber imaginado. Los jinetes acorazados impactaron contra los jinetes enemigos, los cuales tras haber sido tomados por sorpresa se encontraron en grave peligro, pues fueron repentinamente flanqueados por los acorazados quienes los emperazon a masacrar. En ambos flancos, derecho e izquierdo los jinetes enemigos caían como mosquitos mientras la infantería ahora cargaba contra la infantería enemiga con una implacable fuerza. Sir Julen lideró el ataque a los jinetes en la derecha, al mando de un destacamento colisionó contra el enemigo, primero tomando un jinete desprevenido, clavando su espada en la costilla del mismo, el cuál cayó al piso inmóvil mientras se quedaba sin aire debido a la perforación en su pulmón y el desangramiento. Sir Julen entonces continuando su carga a una gran velocidad batió su espada en círculo cerca de otro jinete, golpeando contra el casco del mismo, aturdiendole un poco antes de girar su espada sobre su cabeza con velocidad acertando una segunda tajada contra el casi desprotegido cuello del jinete, la tajada de Julen atravesaría la cofia de malla que protegía el cuello del jinete, ahora clavando el filo de su espada en el mismo. Julen retira su espada antes de darle rienda a su corcel, continuando con la carga, pero antes de que pueda continuar, un jinete pasa cerca de el, impactando una lanza contra el cuello del corcel que montaba Julen, provocando que ambos caigan al suelo mientras el caballo se desangra, la lanza le había atravesado el cuello por completo. Julen escapa rápidamente, sacando su pierna de abajo del caballo con rapidez, bloqueando una tajo que venía directo hacia su cabeza, pero no sé libraría de el impacto que se llevaría en el torso a manos de un caballo enemigo. Julen queda junto a su caballo, tratando de recuperar el aliento después del impacto, Julen mira hacia abajo, viendo una abolladura en las placas de sus brazos y severos daños en su brigantina. Aún con dificultad para respirar, Julen ahora mira a los lados, admirando la masacre que ocurre a su alrededor y los cuerpos inertes de los enemigos que ahora yacen con falta de alguna extremidad. Ahora un poco más recuperado, Julen se dispone a levantarse de poco en poco y con algo de dificultad debido al peso de su armadura, pero entonces observa como se aproxima un jinete galopando hacia el. Julen consigue esquivarlo moviéndose hacia un lado y mientras el jinete galopa, Julen lo jala por su armadura, provocando que caiga del corcel, una en el suelo, Julen pisa con todas sus fuerzas la cabeza del hombre y esto combinado con el peso y material de la armadura, provocan que su cráneo se fracture y su cerebro sea vagamente pisoteado por Julen, un escenario macabro. Tras esto, un jinete desmontado mira horrorizado antes de intentar tomar valor y con una espada a dos manos se acerca a Julen tratando de atacarlo, Julen ante esto, mira al jinete mientras se acerca, antes de quitarse su casco y arrojarlo con fuerza hacia el jinete, el yelmo de Julen impacta contra la cara desprotegida del hombre quien curiosamente llevaba un casco sin visor. La nariz del hombre sufriría, causando que el jinete ahora se detenga gradualmente, ante el dolor en su nariz, pero entonces, Julen se acercaría mientras el jinete aún se recupera del golpe con una mirada llena de lagrimas de dolor y algo borrosa, Julen entonces atacaría, lanzando una patada a la pierna del jinete, derribandolo casi instantáneamente. Julen se arrodilló sobre el cuerpo del hombre, antes de comenzar a golpear la cabeza del mismo con los pesados guanteletes de su armadura. Después de unos instantes, el hombre ya estaba desfigurado, Julen se levantó antes de mirar alrededor. Ya no quedaban enemigos. La batalla duró tan poco que ni siquiera se sintió como un gran esfuerzo, pero entonces el jinete abajo de el comenzó a moverse, lo que llevó a Julen a tomar la espada con la que pretendía atacarle y la incrustó en el abdomen del jinete atravesando la fina brigantina de cuero que vestía.
- Maldito Larissan.
Exclamó Julen, mirando al hombre perder la vida y teñir la nieve de rojo antes de alejarse en dirección a los soldados de infantería y la caballería restante.