La noche caía pesada sobre el pequeño pueblo de Hollow Creek, cubriendo las calles con un manto de sombras. Las farolas parpadeaban con una luz tenue y mortecina, como si incluso ellas quisieran retirarse ante la llegada de la oscuridad. En una casa al final de la calle principal, dos figuras se movían sigilosamente, susurros y pasos suaves rompiendo el silencio. Era el hogar de los hermanos Blackwood, conocidos por su apariencia reservada y su distancia del resto de la comunidad.
Evelyn, de 17 años, tenía una belleza que escondía un alma oscura. Su piel pálida contrastaba con su cabello negro azabache, y sus ojos brillaban con una intensidad perturbadora que pocos podían sostener. Su amor por su hermano mayor, Michael, de 20 años, iba más allá de la mera fraternidad. Con una sonrisa que prometía caos y una mirada que destilaba una mezcla de locura y devoción, Evelyn era una fuerza imparable, un torbellino de emociones y acciones impredecibles.
Michael, por otro lado, era el equilibrio precario entre la humanidad y la oscuridad. Alto y con una presencia que imponía respeto, luchaba constantemente con la promesa hecha a sus padres en su lecho de muerte: proteger y apoyar a Evelyn en todo lo que hiciera. Esa promesa le pesaba en el alma como una cadena, arrastrándolo hacia las profundidades de las acciones de su hermana. Aunque compartía el humor negro de Evelyn y su inclinación por el canibalismo, una parte de él aún recordaba lo que significaba ser humano, una chispa de remordimiento que nunca se apagaba por completo. Esa noche, se preparaban para escapar de la vida que conocían.
"Evelyn, ¿estás lista?" susurró Michael, lanzando una última mirada a la casa que una vez fue su hogar. Sus ojos recorrieron las paredes desgastadas y los muebles viejos, cada rincón impregnado de recuerdos de una vida que se desmoronaba.
"Siempre estoy lista, hermano," respondió ella con una sonrisa torcida, sus ojos brillando con una mezcla de emoción y anticipación. "Vamos, la noche es nuestra aliada."
Se escabulleron por la puerta trasera, sus movimientos fluidos y silenciosos. El aire fresco de la noche los envolvió, llevándose consigo el olor a humedad y descomposición de la casa. Se adentraron en el bosque que bordeaba el pueblo, sus pasos amortiguados por la suave capa de hojas y musgo. La oscuridad los envolvió, pero eso no los detuvo. Habían planeado esto durante semanas, cada detalle cuidadosamente considerado.
Pasaron días vagando por el bosque, sobreviviendo con lo que encontraban. Evelyn, con su astucia y ferocidad, lideraba la caza, sus ojos siempre alerta para detectar cualquier señal de peligro o presa. Michael, aunque más retraído, complementaba sus habilidades con una fuerza y resistencia que lo hacían indispensable. Cada noche, se acurrucaban juntos bajo el dosel de árboles, susurrando planes y compartiendo historias de tiempos pasados.
Un día, después de una larga caminata, tropezaron con una vieja cabaña. Estaba escondida entre los árboles, cerca de un camino olvidado. La cabaña parecía abandonada, con ventanas rotas y madera podrida, pero ofrecía el refugio que necesitaban.
"Perfecto," murmuró Evelyn, inspeccionando el lugar con una mirada crítica. "Aquí podremos empezar de nuevo, Michael. Aquí, solo nosotros dos."
Michael asintió, sintiendo una mezcla de alivio y miedo. Sabía que la verdadera lucha apenas comenzaba. Pero mientras estuviera con Evelyn, cumpliría su promesa, sin importar el costo.
La cabaña se convirtió en su refugio, su fortaleza. Con paciencia y determinación, repararon las partes más dañadas, asegurándose de que el lugar fuera habitable. Encontraron muebles viejos y desgastados que aún podían usar, y construyeron otros con madera que recogieron del bosque. Cada noche, mientras el fuego crepitaba en la chimenea, hablaban de sus planes y sueños.
Evelyn, sentada en una silla de madera que Michael había reparado, observaba las llamas con una sonrisa enigmática. "Michael, ¿te acuerdas de lo que mamá y papá siempre decían?"
Michael, apoyado contra la pared, asintió lentamente. "Sí, decían que siempre debíamos estar juntos, pase lo que pase."
"Exacto," respondió Evelyn, girándose para mirarlo directamente. "Y eso es lo que vamos a hacer. Nadie puede separarnos, Michael. Nadie."
Las semanas pasaron, y los hermanos se adaptaron a su nueva vida en la cabaña. Cada día era una lucha por la supervivencia, pero también una oportunidad para fortalecerse. Michael cazaba y recolectaba, asegurándose de que tuvieran suficiente comida. Evelyn, con su mente afilada y sus manos hábiles, se encargaba de mejorar la cabaña y planear sus futuras acciones.
Un día, mientras exploraban un área más profunda del bosque, encontraron una antigua trampilla cubierta de maleza. La abrieron con esfuerzo y descubrieron un sótano subterráneo lleno de suministros viejos pero útiles. Había herramientas, ropa, y lo más importante, una pequeña biblioteca de libros polvorientos.
"Evelyn, mira esto," dijo Michael, levantando un libro con una cubierta de cuero. "Parece un diario."
Evelyn se acercó y lo tomó, abriéndolo con curiosidad. Las páginas estaban llenas de escritos y dibujos, detallando la vida de alguien que había vivido en el bosque hace muchos años. "Esto es increíble," murmuró, pasando las páginas. "Podemos aprender mucho de esto."
Pasaron horas en el sótano, explorando y leyendo. Cada descubrimiento los acercaba más a comprender el pasado del lugar y cómo podrían usar ese conocimiento para su propio beneficio. Evelyn estaba especialmente fascinada por los dibujos de trampas y armas, estudiándolos con atención.
"Michael, podemos hacer esto," dijo, su voz llena de determinación. "Podemos convertir este lugar en una verdadera fortaleza. Nadie podrá tocarnos aquí."
Michael asintió, sintiendo un renovado sentido de propósito. Trabajaron incansablemente, usando las herramientas y materiales que habían encontrado para mejorar la cabaña y su entorno. Construyeron trampas alrededor del perímetro y fortalecieron las defensas. Cada día los hacía más fuertes y más unidos.
Una noche, mientras el viento aullaba fuera y la luna llena iluminaba el bosque, se sentaron juntos cerca del fuego. Evelyn tenía una expresión pensativa, sus ojos fijos en las llamas.
"Michael, he estado pensando," comenzó, su voz baja y seria. "No podemos quedarnos aquí para siempre. Eventualmente, alguien nos encontrará. Tenemos que hacer algo más grande, algo que asegure nuestra supervivencia a largo plazo."
Michael la miró, sus cejas fruncidas. "¿Qué tienes en mente, Evelyn?"
Ella sonrió, una sonrisa oscura y calculadora. "Podemos usar este lugar como base, pero necesitamos expandirnos. Encontrar otros lugares, personas que podamos... persuadir para que nos ayuden. Crear una red, una comunidad bajo nuestro control."
Michael consideró sus palabras, sabiendo que cualquier plan de Evelyn implicaría riesgos y oscuridad. Pero también sabía que ella tenía razón. "Estoy contigo, Evelyn. Hagamos lo que sea necesario."
Así, los hermanos Blackwood comenzaron a planear su expansión, usando la cabaña como su base de operaciones. Cada día los acercaba más a su objetivo, cada acción los hacía más fuertes y más determinados. La promesa que Michael había hecho a sus padres seguía siendo su guía, pero también algo más profundo y oscuro los unía: un lazo de muerte que nadie podría romper.