El Cielo y el Infierno estaban separados por una vasta extensión de tierra conocida como la Zona Neutral. Este lugar, desolado y casi sin vida, era un terreno inexplorado y peligroso para los habitantes de ambos reinos. Se decía que ninguna criatura, ni celestial ni infernal, podía sobrevivir mucho tiempo allí, lo que lo convertía en un espacio donde la curiosidad rara vez se atrevía a aventurarse.
En el Cielo, Karla era conocida por su pureza y su valentía. Sus alas blancas brillaban con un resplandor divino, y su corazón siempre latía con compasión y amor. Sin embargo, a pesar de su devoción y obediencia a las leyes del Cielo, sentía una inexplicable atracción hacia lo desconocido, hacia ese lugar prohibido del que todos hablaban con temor y reverencia.
Por otro lado, en el Infierno, Daemon era temido y respetado por su poder y astucia. Sus alas negras como la noche y sus ojos ardientes reflejaban la oscuridad que gobernaba su mundo. Pero incluso en su interior, había una chispa de curiosidad, una chispa que lo llevó a la Zona Neutral en busca de algo más allá de la constante lucha y caos de su existencia.
Una tarde, Karla se encontraba en el borde del Cielo, mirando hacia el horizonte gris de la Zona Neutral. Con una mezcla de audacia y un deseo inexplicable, decidió volar más allá de los límites permitidos. Su vuelo era ligero y grácil, sus alas cortaban el aire con una elegancia celestial. A medida que se adentraba en el territorio prohibido, sentía una mezcla de emoción y miedo que aceleraba su corazón.
Al mismo tiempo, Daemon, cansado de las interminables guerras y traiciones del Infierno, decidió aventurarse en la Zona Neutral. Su vuelo era potente y decidido, sus alas batían con fuerza mientras se adentraba en lo desconocido. Sentía que algo lo llamaba, una fuerza que no podía ignorar.
El destino los guio a un claro en el centro de la Zona Neutral, un lugar donde el cielo y la tierra se encontraban en una extraña armonía. Karla aterrizó suavemente, sus pies tocando el suelo polvoriento mientras sus ojos se adaptaban a la penumbra del lugar. A pocos metros, Daemon aterrizó con un golpe sordo, levantando una nube de polvo a su alrededor.
Ambos se miraron, sorprendidos y cautelosos. El silencio entre ellos era palpable, cargado de tensión y curiosidad. Karla fue la primera en hablar, su voz suave y melodiosa.
—¿Quién eres? —preguntó, sus ojos azules brillando con una mezcla de miedo y fascinación.
Daemon la observó con detenimiento, su mirada intensa y penetrante.
—Soy Daemon, un demonio del Infierno. —Su voz era profunda y resonante, llena de autoridad y misterio—. ¿Y tú quién eres?
—Soy Karla, un ángel del Cielo —respondió ella, sus alas temblando ligeramente ante la presencia de Daemon.
El aire a su alrededor parecía vibrar con la energía de su encuentro, un encuentro que estaba destinado a cambiar el curso de sus vidas para siempre. A pesar de las diferencias evidentes, ambos sintieron una conexión instantánea, una conexión que desafiaba las leyes de sus mundos.
—¿Qué haces aquí, ángel? —preguntó Daemon, su tono más curioso que amenazante.
—Buscaba... algo más allá de mi mundo —admitió Karla, sorprendida por su propia franqueza—. ¿Y tú?
—Lo mismo —respondió Daemon, sus ojos brillando con una intensidad renovada.
En ese momento, ambos comprendieron que, aunque sus mundos los separaban, había algo en la Zona Neutral que los unía. Era un lugar donde podían ser simplemente ellos mismos, sin las restricciones ni las expectativas de sus respectivos reinos.
Karla dio un paso hacia Daemon, y él hizo lo mismo. La distancia entre ellos se redujo, y en ese encuentro prohibido, ambos sintieron la chispa de un amor que desafiaba todas las leyes del Cielo y el Infierno.
—Quizás... quizás podamos encontrar juntos lo que estamos buscando —sugirió Karla, sus ojos llenos de esperanza.
Daemon asintió lentamente, un esbozo de sonrisa en sus labios.
—Quizás podamos, ángel. Quizás podamos.
Y así, en la desolada Zona Neutral, comenzó la historia de un amor prohibido, un amor que lucharía contra todo y todos para sobrevivir.