Chapter 45 - Capítulo 9 El Final de la paz

 Seguimos a una mujer que porta el título de Heraldo del Rey Celestial Ámbar.

Durante el último mes, Eurisia estuvo vigilando los caminos principales hacia la capital sin llamar la atención. Observó soldados, diplomáticos y mercaderes dirigirse hacia la ciudad, pero en ninguno de ellos sintió el aura de la Dríade ni de las personas que la escoltaban.

 

Por mucho que esperó, no encontró nada. Llegó a un punto donde la frustración la dominó y gritó:

"¡Puta Dríade de mierda, ya estoy cansada de perder mi tiempo en este lugar!".

 

De pronto, escuchó una voz detrás de ella:

"Eurisia, deja de armar un escándalo. Te ves muy patética, y eso hace ver al maestro Ámbar patético".

 

Eurisia puso una cara de enojo, pero no podía expresarlo con violencia como lo hizo con Rockson. El hombre frente a ella era mucho más fuerte.

"Sir Chandler, ¿podría dejarme tranquila? Estoy en medio del trabajo".

 

Sir Chandler era un hombre con el aspecto de un noble, llevaba ropa elegante y unos lentes que no desentonaban con su aspecto de galán, pero algo en su mirada era muy tétrico, sus ojos lucían muertos y su forma de hablar, aunque parecía cortes, solo era muy codependiente, casi como su hablara con un niño muy tonto.

 

"Sí, estoy enterado. Te dieron la misión de buscar a la Dríade, pero fracasaste". Eurisia quiso hablar en su propia defensa, pero Chandler no le permitió interrumpirlo.

 

"Déjame terminar, en verdad querrás oír lo que diré. Hace unas semanas, unos zombis de nivel intermedio que cuidaban uno de mis escondites fueron derrotados. Lo cual era raro…

 

No hubo señales de una pelea. Literalmente, mis zombis fueron destruidos unilateralmente. Fui a investigar y observé a Iván a la distancia. Estaba tomando un fino vino, lo cual era extraño. Ese hombre nunca se aleja de sus animales. ¿Cómo obtuvo ese vino?

 

Tenía mis sospechas, así que pedí un reporte a mis infiltrados en la capital sobre la entrada de personas en los últimos días. En el informe había una historia sobre un mercenario de Khisphe que fue arrestado en la capital y encerrado en la prisión subterránea".

 

Chandler tiró unos documentos a los pies de Eurisia. Ella leyó el informe y vio la foto de Ester entre los papeles.

 

Chandler continuó hablando:

"Tengo una teoría. Ese mercenario era uno de los guardias de la Dríade. La llevó a la capital y fue arrestado para que nadie se enterara de que el reino de Dredprism ya posee la clave para recuperar las tierras del rey demonio. Todo porque un pequeño y tonto escorpión no pensó que tomarían la ruta más larga y peligrosa".

 

Eurisia temblaba de ira. En un impulso, rompió los papeles que Chandler le había dado.

"¡Ese hijo de puta era uno de los guardaespaldas de la Dríade! Todo mi trabajo fue en vano. ¡Debí matarlos a todos y no retirarme apenas vi a la Dríade hecha pedazos!".

 

Eurisia calmó su expresión y dijo:

"No me importa si me matan. Iré a la capital y yo misma mataré a esa Dríade y a cualquier idiota que se atraviese en mi camino".

 

Chandler, con una cara calmada, respondió:

"Yo también pensaba hacer lo mismo, pero necesitamos averiguar dónde está la Dríade. Apenas entremos a la capital, seremos atacados por los guardias. Si entramos a ciegas, solo moriremos, y eso solo elevará la moral de los humanos.

 

Solos no podremos con este trabajo. Necesitaré tu ayuda, Eurisia. Tengo un plan para matar a la Dríade y destruir la moral de los humanos, pero necesitaré tu fuerza. Eres muy necesaria en mis planes".

 

Chandler tenía una sonrisa en la cara mientras planeaba el mayor atentado contra la capital de Dredprism en tiempos modernos.

 

 

Regresamos con el prisionero Ester…

Hoy era un día normal para mí. No sé qué día es debido a la falta de luz solar, pero según Yuruba, ya casi había pasado un mes. Me gané el respeto de mis compañeros de prisión. Ya no los veo como criminales; para mí, son mis compañeros de gimnasio.

 

Es curioso. Antes era un hombre rodeado de mujeres, pero ahora estoy rodeado de hombres musculosos y fuertes. Me sorprende lo fácil que me he acostumbrado, aunque en verdad extraño a Chizze.

 

Lo cual es irónico. Cuando estaba con ella, solo pensaba en Amelia, y ahora no puedo dejar de pensar en Chizze o en cómo desaproveché mi oportunidad de acostarme con Yoko. Cuando estás encerrado, tienes muchas cosas en qué pensar… y sobre todo mucho tiempo para hacerlo

 

Ese día, con la ayuda de Yuruba, me corté el cabello. Ya estaba muy largo y desaliñado. Como de costumbre, pasé el día ejercitándome. Fue un día totalmente normal… aunque todo cambió cuando me disponía a dormir y escuché un estruendo.

 

Se escuchó una explosión. El cristal de maná que restringia a los prisioneros de usar su mana y su magia fue completamente destruido.

 

Yuruba y yo nos quedamos mirando… ambos sabíamos que las cosas se iban a poner feas.

 

La explosión rompió la jaula del patio de nuestra prisión, por lo que en segundos se armó un motín. Los guardias intentaron contener a los prisioneros, pero ellos eran muchos más, y sin el cristal de maná que los limitara, los prisioneros superaban a los guardias en poder y número.

 

Yuruba y yo nos quedamos en nuestra celda observando el alboroto. Lo miro y le digo:

"¿No vas a unirte a ellos y escapar?".

 

Él me responde:

"No. Me niego a pelear contra los caballeros. Mi madre era una de ellos. Ahora que lo pienso, no esperabas que tus compañeros te sacaran de aquí. Seguro que no fueron ellos quienes hicieron esto".

 

Me agarro la cabeza con ambas manos y pienso en voz alta:

"Ellas nunca harían algo así. Esto debe ser un ataque de los demonios… sin ofender".

 

"No te preocupes, Ester, no lo considero personal. Y, así como mi madre, yo soy un humano y viviré como un humano. Aunque pase el resto de mi vida encerrado, mi humanidad es todo lo que me dejó mi madre".

 

Tomo a Yuruba de la mano y le digo:

"Saltemos por el agujero encima de la jaula. Está muy alto, pero creo que eres lo suficientemente fuerte para hacerlo. No lastimaremos a nadie. Además, esto que está pasando aquí podría estar ocurriendo afuera".

 

Yuruba apretó mi mano, y saltamos fuera de la jaula que llamábamos prisión subterránea. Una vez arriba, unos guardias intentaron atacarnos.

 

No tengo intención de pelear con nadie en este momento. Uso mi velocidad para acercarme a los guardias y aplico mi magia degenerativa:

"Paralizar Sistema Nervioso".

 

Los guardias quedaron retorciéndose en el piso. Ese intercambio solo duró algunos segundos. Yuruba, al ver eso, me miró con una expresión asustada. Le aseguré que mi parálisis no les haría daño; solo los dejaría quietos por un rato. Yuruba no parecía creerme del todo, pero confió en mí, ya que no tenía más opciones.

 

Después de eso, nos infiltramos en los vestuarios de los guardias y robamos unas armaduras de cuerpo completo.

 

Una vez disfrazados, podíamos salir. Sin embargo, sentí la necesidad de mantener el orden en la prisión por última vez antes de irme tranquilo.

 

Corrimos hasta donde los prisioneros estaban peleando contra los guardias. Para este punto, tanto prisioneros como guardias estaban tirados en el piso, muchos sin vida. Sin perder tiempo, comenzamos a luchar contra mis compañeros de gimnasio.

 

Ya conocía su forma de pelear por los entrenamientos, pero ahora, con el uso de su maná y magia, su fuerza estaba en otro nivel.

 

La formación era simple: Yuruba actuaba como vanguardia, y yo me acercaba para paralizarlos.

 

Nos tomó tiempo, y Yuruba fue gravemente herido, pero ganamos. Estaba exhausto, pero aún tenía mucho trabajo por hacer. Curé a Yuruba y, después de ayudar a los guardias sobrevivientes, aprovechamos el alboroto para salir de la prisión subterránea.

 

Una vez afuera, vimos que la ciudad capital de Dredprism estaba bajo ataque de los demonios. Había edificios en llamas, gente corriendo hacia las afueras de la capital… Era un caos que contrastaba con la paz que vi la última vez que estuve aquí.

 

Yuruba me preguntó cuál era el plan. Le respondí que tenía que ir a una casa donde me estaba hospedando.

 

Memoricé la dirección, pero no sabía cómo llegar. Yuruba me dijo:

"Dime la dirección. Conozco toda la ciudad".

 

Le di la dirección que estaba en la carta del general, y seguimos corriendo a través de los techos de los edificios. Terminamos frente a una gran mansión.

 

"¿Yuruba, estás seguro de que esta es la dirección?".

 

"Es la única casa con la dirección que me diste, Ester. No sabía que eras un niño rico".

 

La casa era algo diferente de los recuerdos del general. Supongo que le hicieron algunas renovaciones desde que fue hospitalizado.

 

Hice caso a Yuruba y entramos a la mansión buscando a mis compañeras, pero solo me encontré con una sirvienta que no conocía.

 

"¡Ah, un demonio! ¡No me mates!", gritó la mujer llorando al ver a Yuruba. Pude notar que esas palabras lo lastimaron.

 

Me acerco a la mujer y digo:

"Señorita, ¿sabe dónde están mis amigas? Me llamo Ester. Soy el protegido del general y quisiera saber si mis amigas están aquí".

 

La sirvienta dejó de llorar y señaló a Yuruba. Le dije:

"Sé que da miedo, pero no es malo… solo es feo".

 

Me arrepentí de decir eso al ver los ojos llorosos de Yuruba.

 

La sirvienta recompuso su postura y me hizo una serie de preguntas para asegurarse de que era yo. Eran preguntas sobre el general, el contenido de las cartas y los nombres de mis compañeras.

 

Después de responder sus preguntas, la sirvienta se dio cuenta de que yo era el Ester real.

"Mucho gusto, señor Ester. Soy Seres, la sirvienta encargada de esta mansión".

 

Una vez más calmada, le pregunté qué pasó, por qué la capital estaba bajo ataque y dónde estaban mis compañeras. Seres respiró profundo y dijo:

 

Desde que sus compañeras llegaron, han tenido una rutina fija. Chizze y Yoko van todos los días a la academia militar.

 

Las señoritas Kharla y Victoria suelen salir a dar vueltas por la ciudad. Supongo que buscaban información sobre cómo encontrarlo, por las conversaciones que escuché que tenían con un caballero en armadura que se hace llamar el Príncipe de Rusthia. Su nombre aparecía constantemente en sus charlas.

 

A veces viene acompañado de una mujer albina con flores rosas en su cabeza.

 

El día de hoy no fue diferente. Chizze y Yoko fueron a la academia militar, y las señoritas Kharla y Victoria estaban tomando el té en el patio.

 

Yo me limitaba a hacer mis labores sirviéndoles el té, y en ese momento se escuchó una explosión en dirección a la entrada de la capital.

 

Después ocurrieron varias explosiones, y desde el cielo un hombre transmitió su voz:

 

 

"Gente de la capital, soy Chandler, un heraldo del Rey Celestial Ámbar.

 

A pesar de lo que pueden pensar, soy un humano cansado de la hipocresía de este país. Mientras ustedes viven en paz, la gente de Amster sufre al mantener la guerra en su país, y ustedes envían a sus mejores soldados a morir.

 

Estoy harto. Solo estoy buscando a una persona. Cuando la encuentre, me iré en paz. Pero si la defienden, toda la gente de la capital morirá, y será un humano quien los mate.

 

Solo mataremos a las personas dentro de la capital. Si quieren vivir, salgan de la ciudad, y prometo no hacerles daño".

 

Después de ese discurso, se escucharon más explosiones.

 

La señora Victoria dijo:

"Nunca pensé que vendrían a buscar a la Dríade en la capital. Kharla, tenemos que ir a protegerla rápido".

 

Se fueron en ese momento, y yo me oculté en la mansión.

 

Ahora entiendo. Debo asegurarme de que ese heraldo no mate a la Dríade ni a mis compañeras.

 

"Yuruba, perdón por pedirte este favor. ¿Podrías cuidar a Seres y la mansión? Prometo que te lo recompensaré".

 

Yuruba me miró y dijo:

"No sé qué planeas, pero confiaré en ti. Y señorita Seres, no se preocupe. Mantendré mi distancia y me limitaré a protegerla".

 

En ese momento salimos de la mansión debido a los fuertes ruidos. Vimos un ejército de zombis acercándose a nosotros.

 

 

Yuruba me dijo:

"Ve a buscar a tus compañeras. Yo protegeré tu casa".

 

Confié en Yuruba y me fui corriendo mientras él destrozaba a los zombis.

 

 

Mientras tanto, en la academia militar, un poco antes del caos, Chizze y Yoko estaban entrenando como de costumbre. En este punto, la clase ya las había aceptado como compañeras.

 

Estaban entrenando con los mejores estudiantes de la clase: Demian y Marian. Ya no se concentraban en pelear entre ellos, sino en cómo cooperar.

 

Ni Chizze ni Yoko se opusieron a aprender a pelear con otras personas, ya que en la zona de guerra tendrían que combatir en equipo junto a completos desconocidos contra los demonios.

 

Generalmente, Demian se negaba a cooperar con otros estudiantes aparte de Marian, pero desde su pelea con Chizze desarrolló sentimientos por ella. Aún era muy joven y no sabía si eran de amistad o de amor, así que se limitó a cooperar en los entrenamientos. Marian, por su parte, era una mujer de pocas palabras, pero no parecía molesta por sus nuevas compañeras.

 

A mitad del entrenamiento ocurrieron las explosiones y el discurso de Chandler. Chizze supo que los problemas serían muy serios.

 

Todos se quedaron en silencio hasta el final de las palabras de Chandler, pero Chizze rompió el silencio:

"Es tal como me dijo el amo. Ellos buscan que la misma humanidad se destruya entre sí".

 

Yoko agregó:

"Y creo que deben estar desesperados para atacar la capital del Imperio. ¿Tan peligrosa era esa Dríade para los planes del Rey Demonio?".

 

Sin tiempo para pensar, del cielo cayeron meteoritos como si este fuera el mismo apocalipsis, desde la distancia podíamos ver esos meteoritos lo cuales comenzaban a moverse, si tuviera que compararlo con algo lo compararía con un pájaro rompiendo su cascaron…

 

Las criaturas dentro del meteorito emanaban el olor de la muerte y de algunos cascarones salía fuego, aun no entendía que pasaba hasta que vimos varios tipos de zombis, unos con formas de perro, otros con forma humana, y los más peligrosos, unos zombis en llamas que explotaban al contacto con otro ser humanoide.

 

En un minuto, la academia militar estaba bajo ataque, rodeada de zombis. El profesor gritó:

"¡Los más débiles atrinchérense en la academia, los fuertes enfréntense a los monstruos, y los más fuertes protejan a las personas!".

 

Formaron un equipo improvisado con Demian en la retaguardia, mientras daba soporte a Marian, Chizze y Yoko.

 

Usaron las estrategias aprendidas en sus clases. Demian utilizó su armadura de viento en Marian y Yoko, mientras hacía equipo con Chizze para proteger su retaguardia de los zombis en llamas.

 

Fue una pelea muy dura, pero gracias a su trabajo en equipo, pudieron hacer frente a los zombis fácilmente.

 

El problema era que eran demasiados. Ya estaban exhaustos después de derrotar a los zombis cerca de la academia militar. La única que parecía estar en óptimas condiciones era Marian, gracias a su extraña armadura, pero los demás miembros de su grupo estaban agotados.

 

Sin un solo minuto para descansar, un hombre cayó del cielo envuelto en una luz celeste.

 

 

Era un zombi similar al resto, pero estaba cubierto de electricidad. Fue como si un rayo hubiera caído frente a ellos. El zombi no sabía hablar, solo quería destruir todo a su paso de la forma más violenta posible.

 

"Chizze, creo que este es el último que queda…", dijo Yoko.

 

Chizze, entre sollozos, respondió:

"Lo dudo. Estas cosas son como cucarachas… pero Chizze nunca ha perdido contra cucarachas".

 

Marian arremetió contra el zombi, recibiendo gran cantidad de daño que su armadura absorbió. Demian usó su refuerzo para proteger a Chizze y Yoko, ya que ellas no tenían armaduras como Marian. Pudieron seguir peleando al principio.

 

Sin embargo, el zombi no parecía debilitarse. Por más daño que recibiera, seguía igual de fuerte. Atacarlo cuerpo a cuerpo solo electrocutaba a quien lo intentara. El equipo de cuatro comenzó a retroceder.

 

Básicamente, se ocultaban detrás de Marian, y sabían que, si ella caía, todos morirían a manos de ese zombi.

 

"Esto es inútil. Chizze podría matar a esa cucaracha si tuviera la ayuda de la tonta de Kharla… qué frustrante", dijo Chizze.

 

Intentó atacar al zombi, pero este agarró su mano, electrocutándola.

 

"¡Suelta a Chizze, maldito monstruo!", gritó Yoko.

 

Quiso ayudarla, pero el monstruo empujó a Marian sobre Yoko, inmovilizándolas a ambas. Mientras tanto, Demian, sufriendo un desgaste de maná, apenas podía moverse.

 

Demian miraba cómo el zombi dañaba a Chizze frente a él. Comenzó a llorar de frustración.

"¡Suéltala… SUÉLTALA! ¡Ayuda, por favor… AYUDAAAA!", gritó desesperado, aunque no creía que nadie lo escucharía.

 

Entonces, oyó unos pasos. Frente a él apareció un hombre vestido como un caballero y guardia de la prisión.

 

El hombre corrió hacia el zombi y lo agarró con sus manos, electrocutándose en el proceso. Sin embargo, gritó:

"¡DESTRUCCIÓN CELULAR!".

 

El zombi, que no habían podido dañar, comenzó a perder su fuerza. Su cuerpo parecía derretirse hasta convertirse en una masa amorfa, salvando a Chizze en el proceso.

 

El hombre tomó a Chizze entre sus manos, y Demian lo vio conjurar magia curativa. Chizze estaba desmayada. El hombre la dejó suavemente en el suelo y se acercó a curar a Marian y a Demian.

 

Demian, aún sorprendido, le dijo:

"Muchas gracias, caballero. ¿Quién eres tú?".

 

Escuchó a Yoko gritar:

"¡Ester, viniste a rescatar a tu querida esposa!".

 

Yoko, aún herida, se lanzó encima de Ester y le robó un beso. A pesar de la situación, Ester la curó mientras ella no quería soltarlo.

 

"¿Espera… eres el esposo de Yoko? Vaya, tienes gustos raros", comentó Demian, feliz de que sus compañeras se salvaran de tan peligrosa situación.

 

Marian también miró a Yoko con una expresión fría como el hielo.

 

Cuando terminó el beso, Chizze se lanzó sobre Ester y gritó:

"Amo, pensé que moriría sin volver a verte. ¡Chizze te extrañó mucho!".

 

Chizze lloraba mientras lo abrazaba.

 

Demian, perplejo, preguntó a Yoko:

"Oye, ¿por qué Chizze está abrazando al hombre que llamaste esposo?".

 

Yoko puso su mano en el hombro de Demian y, con una cara llena de lástima, respondió:

"Yo soy su segunda esposa. Chizze es la primera".

 

Los ojos de Demian se abrieron como platos mientras su corazón se rompía.

 

Al lado de ellos, Marian, quien escuchaba la conversación entre Yoko y Demian, intentaba aguantar la risa con todas sus fuerzas.

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